Un defecto muy importante es la casi absoluta ausencia en la teoría freudiana de la mente, de los aspectos racionales que tan evidentemente forman parte de la vida psíquica humana, como la capacidad de pensar en conceptos universales, la de hacer enunciados necesarios y la de razonar. No es que Freud diga que entre este nivel y el sensitivo hay sólo diferencia de grado (como en el empirismo), sino que no da absolutamente ninguna explicación de su existencia, ni lo tiene en cuenta en la explicación global de la vida humana, excepción hecha del oscuro concepto de representación de palabra.
Queda sin explicar también el pasaje incomprensible desde lo inorgánico a lo orgánico, en los inicios de la evolución, ya que, si toda la realidad tiende a conservarse en su estado actual, ¿de dónde surgió el impulso hacia las organizaciones más complejas de la vida? En buena lógica, esto sólo se podría explicar por la intervención de un principio exterior a la materia (como Dios), pero éste es un camino que Freud opta explícitamente por cerrar, por un ateísmo a priori, debiendo reconocer que no puede explicar el origen de la vida y, por lo tanto, fundando en el absurdo todo su sistema.
3) Práctica: El recurso a un procedimiento tan contrario al carácter de dirección racional que debe caracterizar la vida humana como la asociación libre de imágenes debe tener una justificación muy seria a través de sus resultados para ser admitida como instrumento terapéutico en casos específicos, dados sus peligros para el orden moral. Ni qué hablar de como medio de auto-gnosis ordinario, que parece del todo injustificado. En todo caso, ningún estudio serio demuestra que el psicoanálisis tenga mayor éxito psicoterapéutico que otras psicoterapias (incluso que las breves y menos ideológicamente fundadas), ni en general, ni para algunos trastornos en particular, sino acaso lo contrario. El número de personas que se sienten satisfechas por el tratamiento psicoanalítico no es índice de su eficacia, y es, además, semejante al de los que reciben otras formas de tratamiento.
Freud, por otra parte, tiene en muchos círculos la fama de curador casi milagroso, a pesar de no presentar en sus obras ni un sólo caso convincente de curación, como demuestra el psiquiatra ítalo-suizo Ermanno Pavesi con estas lúcidas palabras:
Para muchos autores los éxitos terapéuticos de Freud tienen el rol del “eppur si muove!”, es decir el de una absoluta certeza, que debería disolver toda duda y quitar valor a todo argumento contrario. La crítica al psicoanálisis sería una abstracción, una opinión preconcebida, en cuanto los éxitos terapéuticos, las curaciones obtenidas por medio de la técnica psicoanalítica, hablarían por sí mismas y demostrarían lo acertado de la teoría. [...] Declaraciones de este tipo son completamente infundadas. Ciertamente Freud tuvo a su cuidado diversos pacientes y ha hecho referencia a tales tratamientos en sus obras. De sus éxitos terapéuticos, que son citados para demostrar la verdad de las teorías psicoanalíticas, sin embargo, sabemos muy poco. Freud mismo ha descripto en modo exhaustivo sólo pocos casos. Ernest Jones (1879-1858), estrecho colaborador y biógrafo de Freud, en el capítulo Casos clínicos de su Vida y obras de Freud, clasifica y describe seis142.
Después de explicar cada uno de estos casos, Pavesi continúa:
Como se ha visto, de los seis casos descriptos en modo exhaustivo por Freud, sólo cuatro fueron tratados directamente por él: un caso consiste más que en un tratamiento verdadero y propio sólo en los primeros acercamientos relativos a una joven homosexual; el tratamiento del caso de histeria dura sólo pocos meses y conduce solamente a la solución de un conflicto actual; cuatro años de tratamiento de la “neurosis infantil” no pueden evitar su transformación en una psicosis paranoide; en el caso de la “neurosis obsesiva” se tienen sólo las declaraciones de Freud según las cuales “[...] gracias al análisis recuperó la salud psíquica” 143.
Compartimos, por ello, las afirmaciones de Onfray “la terapia psicoanalítica es la ilustración de una rama del pensamiento mágico: como tratamiento funciona en el estricto límite del efecto placebo144”. Pero justamente por esto, o mejor, por factores más importantes aun, por su carácter de sustituto posmoderno de la religión, por ser una fe y una praxis, posreligiosa, pero que se apropia de su atractivo y se sirve de su fuerza, la crítica científica y filosófica, que es objetivamente demoledora, es de por sí insuficiente para refutar al psicoanálisis. En cuanto metapsicología y cura profana del alma, la refutación última del psicoanálisis es imposible sin un recurso a la crítica y explicación propiamente teológica.
En síntesis, además de los motivos científicos antes alegados, las reservas de fondo que hacia la doctrina oculta (mística en el sentido amplio del término), (anti-) teológica, metapsicológica y antropológica de Freud debe tener cualquier persona formada en una sana filosofía y en teología, nos hacen sostener que la asunción de los planteamientos principales de este autor y de la escuela por él fundada deben quedar fuera de consideración para la construcción de una psicoterapia integral, seria y responsable.
6Cf. G. W. Leibniz, Monadologia, I, b, 17 (21) (Rusconi, Milano 1997, 66): “Et il ne s’ensuit qu’alors la substance simple soit sans aucune perception. Cela ne se peut pas même par les raisons susdites; car elle ne sçauroit périr, elle ne sauroit aussi subsister sans quelque affection qui n’est autre chose que sa perception: mais quand il y a une grande multitude de petites perceptions, où il n’y a rien de distingué, on est étourdi”.
7Cf. R. Petoello, Introduzione a Herbart, Laterza, Roma-Bari 1988, 112: “Las relaciones entre las representaciones son reconducidas por Herbart a las de fuerzas; las representaciones en cuanto tales no son fuerzas, sino que llegan a serlo en cuanto se resisten las unas a las otras. Herbart elabora sobre esta base una ‘estática’ y una ‘mecánica’, o sea dinámica, de espíritu. La estática tiene la tarea de calcular la suma de la inhibición que sufren las representaciones en el estado de equilibrio y la proporción según la cual tal pérdida se subdivide en cada una de las representaciones. La mecánica calcula en cambio el movimiento hacia arriba y hacia abajo de las representaciones, es decir, su gradual aclararse y oscurecerse implica un punto de la conciencia, un límite, por debajo del cual las representaciones se oscurecen y por encima del cual se aclaran, punto que Herbart llama ‘umbral’, límite de la conciencia”.
8Sobre la influencia de Herbart en Freud, cf. P.-L. Assoun, Introducción a la epistemología freudiana, Siglo Veintiuno Editores, México 2001, 133-134: “Se sabe que Maria Dorer y Siegfried Bernfeld fueron los primeros en señalar sistemáticamente la importancia del modelo herbartiano en la génesis de Freud. El segundo observó, en su minuciosa prospección de las fuentes en las que se nutrió Freud, que el manual utilizado en la clase del joven Freud durante su último año de liceo era el Lehrbuch der empirischen Psychologie nach genetischer Methode, publicado en 1858 por cierto Gustav Adolf Lindner. Ahora bien, ese manual lleva la marca del predominio de la escuela de Herbart. […] Pero ese herbartismo difuso se especificaría aún más gracias al uso decidido que hicieron de él los fisiólogos y psiquiatras alemanes. Johannes Müller y Wilhelm Griesinger, renovadores respectivamente de la fisiología y de la psiquiatría a mediados del siglo, pueden ser considerados como la progenie de Herbart, quien declaraba que ‘la psicología construye el espíritu con representaciones, como la fisiología construye el cuerpo con fibras’. […] Cuando Freud emprende su práctica científica con Meynert, se encuentra con esta misma inspiración herbartiana. Meynert es, por lo demás, un auténtico herbartiano: su teoría de la ‘proyección’ utiliza la terminología herbartiana con una precisión que raya en la literalidad”.
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