Mónica Zak - Alex Dog Boy

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Alex Dog Boy: краткое содержание, описание и аннотация

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Alex Dogboy ahora es un adolescente. Aunque sigue siendo un joven «de la calle», ya no duerme a cielo abierto, sino en una casa abandonada tras el huracán. Podrá estar allí mientras se mantenga alejado de las drogas y con la ayuda de dos mujeres que le han tomado cariño. Sin embargo, esta buena vida no dura mucho y pronto se encuentra nuevamente en problemas. Y ahora, es mayor para mendigar y demasiado joven para encontrar un trabajo; reiniciar su vida no será una tarea fácil.
Pero la esperanza no se pierde. Junto a sus queridos perros, junto a Marvin y a sus nuevos amigos, Alex tratará de seguir adelante. Pronto la vida volverá a ser maravillosa…, a pesar de los continuos riesgos y los dolorosos golpes.

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Una empleada pasó y le sonrió a Alex con compasión. Antes de entrar a la tienda hizo un círculo con el dedo índice sobre su sien y señaló a la anciana con la cabeza.

Aunque la señora de negro estaba loca, Alex quería decirle algo amable. Él sabía lo que dolía estar esperando a alguien que no regresaba. Le quería decir algo muy amable a la anciana, pero lo único que se le ocurrió decir fueron las palabras que se acostumbran usar cuando alguien ha muerto:

—Reciba mi pésame —dijo, observando a la anciana con detenimiento. Ella estaba completamente de negro. Tenía un vestido negro y una mantilla negra que le cubría el pelo blanco. Las piernas eran gruesas, y los pies estaban metidos en un par de zapatos negros y fuertes.

La anciana no reaccionó ante sus palabras. En vez de eso, fijó la mirada en los que entraban o salían de la tienda.

—Desde el día en que él desapareció me visto de negro. Y vengo todos los días aquí y me siento en la banca. Pero los empleados de la tienda son groseros. Siempre entro a preguntar por mi marido, pero me tratan muy mal...

Alex Dogboy dejó de escuchar a la pobre mujer. Por el lado derecho venía un grupo de personas, y él se puso rojo. En el centro venía el extranjero George; alto, larguirucho y más canoso que como él lo recordaba. Traía a dos muchachitas abrazadas por los hombros.

Una de ellas era Margarita.

Alex se quedó sentado ardiendo de rabia. Y al mismo tiempo sentía miedo, miedo por él mismo y miedo por Margarita.

La otra muchacha que venía con George se veía más joven que Margarita. Tenía unos doce años. Detrás de ellos venían cinco muchachas más, que parecían tener entre ocho y diez años. Y detrás de ellas venían dos hombres con chaquetas negras, mirando para un lado y para el otro. Actuaban como los guardaespaldas de las películas.

Alex bajó rápidamente la cabeza, porque no quería que George lo viera. Justo cuando el grupo iba pasando, oyó que George dijo:

—Pueden escoger los vestidos que quieran. En la noche van a llegar unas personas que quieren verlas y quiero que estén bien vestidas. Yo voy a pagar esta vez. Pero pronto ustedes van a ganar su propio dinero y me podrán regresar lo que he puesto. Hoy van a comprar todo lo que quieran. Primero los vestidos. Después vamos a comprar ropa interior. Y zapatos, claro. Y quizá algunas joyas...

Mucho más no pudo escuchar Dogboy, porque George y todo el grupo entraron a la tienda de los vestidos.

Los dos hombres que parecían guardaespaldas se quedaron en la puerta de la tienda, mientras George andaba con las muchachas ayudándolas a escoger. Las muchachas daban vueltas y se reían como niñas de guardería en una excursión. Cogían vestidos y ponían una prenda tras otra sobre sus brazos. Alex vio que habían agarrado vestidos rojos, rayados, turquesa, cortos y unos largos con lentejuelas y perlas. Cuando todas las muchachas tenían tantos vestidos en el brazo que ya no aguantaban cargar más, el extranjero George las arreó para los probadores.

—Pruébenselos con calma, les gritó. Cada una se puede quedar con tres vestidos. Quiero que por lo menos uno sea corto.

Los dos hombres de chaqueta negra estaban todavía en la puerta. Con los brazos cruzados miraban sin cesar hacia los probadores.

Entonces la anciana que estaba junto a Alex se paró y, cojeando apoyada en su muleta, se fue directamente hacia los hombres.

—¿Dónde han escondido a mi marido? —oyó Alex que dijo, y vio que agarró a uno de los hombres del brazo, con dedos que más parecían garras.

Alex Dogboy aprovechó para deslizarse de­trás de ellos. Debajo de las puertas de los probado­res pudo ver los pies de siete muchachas.

Corrió hacia el probador donde vio un par de zapatillas blancas, que creyó que eran los de Margarita. Sin atreverse a ver para atrás, se tiró de rodillas y se metió gateando.

Tobogán en la oscuridad

Estás loco susurró Margarita molesta cuando vio que Alex entró - фото 10

–¡Estás loco? —susurró Margarita molesta, cuando vio que Alex entró arrastrándose al probador. Ella se acababa de poner un vestido turquesa. Su viejo vestido rojo estaba en el suelo. En una silla había un montón de vestidos. Alex los tiró también en el suelo. Sabía que lo podían ver desde afuera. Por eso se subió a la silla, pero entonces se veía sobre la puerta. Se puso en cuclillas sobre la silla. Ahora no podían verlo desde afuera.

—Margarita —susurró—, tienes que salir de aquí. George es peligroso.

—¿Quién es George?

—El extranjero.

—Él no se llama George. Se llama Robert.

—No importa cómo se haga llamar —dijo Alex, escuchando el pánico en su propia voz—. Es muy peligroso. Me engañó cuando yo tenía unos diez años. Engañaba niños de la calle y se los llevaba a una gran casa. Te dan comida y ropa bonita, y después te venden en otro país. Yo lo sé. Porque nos lo dijo su cocinera Lupe. Ella nos ayudó a escapar.

—¡Sh!

—¿Cómo va la cosa? —Era la voz de George, que estaba justo afuera del probador.

Margarita tiró un vestido rosado sobre la puerta:

—Este está bonito, pero está muy grande. Quisiera probarme una talla menor.

Oyeron que George se alejó.

—¿Por qué te fuiste con él?

—Dijo que yo parecía modelo. Y me dijo que él tenía un gran problema, una modelo que iba a mostrar ropa en un hotel de lujo esa tarde se había enfermado. Me preguntó si yo podía ayudar. Me iban a pagar bien.

—Entonces, ¿tú has mostrado ropa en un hotel?

—No. Me llevó a una casa y ahí me dijo que le habían informado que la modelo se había aliviado, pero que me iba a conseguir otros trabajos de modelo. En otro país. Yo le dije que me quería regresar, porque la verdad es que tenía trabajo en una panadería. Pero no me dejó salir de la casa donde vive. También había otras muchachas, niñas, y todas estábamos encerradas. En la noche nos tomaron fotos. Primero con nuestra ropa.

—Eso mismo hizo con nosotros —dijo Alex ansioso.

—Después nos quitamos la ropa y nos volvió a fotografiar, sin ropa.

—Qué asqueroso. Tienes que salir de aquí.

Alex no se atrevió a decir nada más, porque escuchó que afuera el asqueroso George, el secuestrador George, se acercó y dijo con su suave voz:

—Aquí vengo con el rosado en una talla menor. ¿Has encontrado otro vestido que te quieras llevar?

Estaba exactamente del otro lado de la puerta del probador.

El vestido rosado cayó sobre la puerta y ahí quedó colgado.

Alex recogió la pila de vestidos del suelo, se agachó sobre la silla y se echó encima toda la ropa. En ese preciso instante, George, Robert, o como se llamara, echó un vistazo en el probador. Su cara apareció sobre la puerta y sus ojos examinaron a Margarita, que se acababa de quitar un vestido turquesa y ahora estaba solo en sostén y calzones.

—Pruébate el vestido rosado. Te va a quedar bien.

Escucharon que sus pasos se alejaron del probador. Después se oyeron unos gritos dentro de la tienda. Alex reconoció la voz. Era la mujer de negro.

—¡Conque ahí estás! ¡Al fin regresaste! ¡Te he esperado tanto tiempo!

Alex tiró todos los vestidos que tenía encima y se paró en la silla para ver afuera. Vio a George y vio a la anciana. Ella iba caminando hacia George con los brazos abiertos. Se veía muy alegre.

También vio que dos vigilantes de la tienda iban acercándose.

—¡Vámonos!

Tomó a Margarita de la mano, abrió la puerta y salieron a escondidas. Se la llevó al perchero donde colgaban los vestidos turquesa.

No podían salir de la tienda, porque los dos hombres de chaqueta de cuero todavía estaban cerrando el paso en la salida. La señora agarró a George.

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