Me llevaron a una habitación del sexto piso del hospital para ver si comenzaba con el trabajo de parto. Me dijeron que, si en 24 horas no se iniciaba, me iban a “inducir”. Mi cama estaba al lado de una ventana. Estaba amaneciendo, era un soleado día jueves. En la cama que estaba junto a la mía había una pareja con un bebé que había nacido de 36 semanas, era re chiquito. Estaban con el televisor prendido y el noticiero comentaba que sería un día hermoso. Me preguntaba si nacerías hoy.
Titi se fue a trabajar y mi mamá se fue a buscar a Franco al jardín. Quedamos con papá, comenzaron las contracciones con dolor al mediodía. En ese momento lo noté nervioso, me quejaba del dolor y él no sabía qué hacer.
Llegó Florencia acompañada por Mónica, su mamá (la ex esposa de Luis). Los dolores continuaban. Mónica se iba a almorzar con Flor y Luis se ofreció para ir él. Nos quedamos con Mónica, que me acompañó y tomaba la frecuencia de las contracciones.
Pasadas las dos de la tarde no aguantaba más el dolor. Llamamos al médico, tenía siete de dilatación. Me llevaron al séptimo piso a sala de pre-parto.
En ese momento quedé sola en una cama, acompañada por médicos y enfermeras que no conocía y que me trataban cariñosamente.
Las contracciones eran muy intensas y comencé a asustarme. Por más que hubiera leído o me hubieran contado, solo en ese momento pude comprender lo que es el trabajo de parto y lo que son las contracciones.
Comencé a llorar del miedo, se me acercó el médico y me explicó que durante cada contracción dejaba de llegar oxígeno al bebé y que era fundamental dejar de llorar y respirar serenamente. Intenté tranquilizarme y hacer todo lo que me indicaban.
A las 17 hs. fue el cambio de guardia y escuché que el doctor le decía a la doctora que ya tenía dilatación completa. El problema era que “no bajabas”, yo hacía fuerza cada vez que venía la contracción, la enfermera me dijo que si no me daban ganas ni hiciera fuerza para no cansarme. Yo le dije que tenía ganas de que salieras y que por eso hacía fuerza.
Se intensificaron más los dolores. Llamé a la doctora, me dijo: “Cuando llegue la contracción hacé fuerza”. Hice fuerza y salió agua. “Bueno, vamos”, fueron las palabras de la doctora. Debían trasladarme unos metros hasta la sala de partos, trajeron una silla de ruedas. En ese momento me acordé de Luis y pedí que lo fueran a buscar. Afuera estaba mi mamá, Titi, Florencia, Mónica, Adriana y Ana Claudia con su hijo (dos compañeras maestras de la escuela en la que trabajo).
Cuando llegué a la sala de parto, debía subir a una cama por una escalerita (todavía me pregunto cómo hice para lograrlo). En el momento en que subía, me vino una contracción y la doctora me gritó que no hiciera fuerza.
Quedé acostada en la camilla y lo vi llegar a papá con el ambo y cara de desorientado. Su presencia me dio tranquilidad.
Vino otra contracción, hice fuerza y la doctora dijo que ya podía verte el pelo. Pasada la contracción, debía esperar las otras para seguir haciendo fuerza. Entre contracción y contracción, lo sentía y escuchaba a Luis que estaba a mi lado dándome ánimo y tranquilidad.
Solo tuve que pujar dos veces más, y saliste. Te trajeron unos segundos a mis brazos y vi que en tu frente tenías una mancha roja igual a la mía. Te dije “Hola Gino, bienvenido. Te estábamos esperando. Sos hermoso”. Te llevaron enseguida para hacerte los controles de rutina mientras salía la placenta y me cosían. Luis se retiró medio descompuesto. Yo ya estaba tranquila, feliz de haberte visto y desesperada por tenerte en mis brazos.
Me llevaron a la misma habitación del sexto piso de antes. Estaba sola ya que a la otra familia le habían dado el alta. Al rato de estar en la habitación, te trajeron y te quedaste conmigo. Esa noche mi mamá se quedó acompañando. La noche del viernes nos quedamos con papá. Estabas un poco inquieto y yo muerta de cansancio. Pesaste al nacer 3,750 kg.
El sábado a las 17.25 hs., una vez que cumplieras 48 hs., nos darían el alta. Al efectuar tu chequeo, nos mandaron hacer una placa de tu hombro izquierdo y nos comunicaron que tenías una fisura en la clavícula.
Mi vida contigo
Como Presidente de la Nación vengo a pedir perdón de parte del Estado Nacional por la vergüenza de haber callado durante
20 años de democracia por tantas atrocidades.
Hablemos claro: no es rencor
ni odio lo que nos guía y me guía.
Es justicia y lucha contra la impunidad, a los que hicieron este hecho tenebroso y macabro de tantos campos de concentración, como fue la ESMA, tienen un solo nombre: son asesinos
repudiados por el pueblo argentino.
Néstor Kirchner
Ex ESMA, 24 de marzo de 2004
31 de marzo de 2004
La fisura a la semana ya estaba soldada. Sos un bebé grande, lindo y sanito.
Ayer empecé la facultad, en este primer cuatrimestre tengo expectativas de cursar las dos materias que me quedan de primer año: “Estadística y Psicología” y “Epistemología Genética”. Estas materias las había comenzado a cursar en el año 2002 (cuando nos casamos con Luis), pero las dejé pasando la mitad de la cursada porque empecé a trabajar doble turno en la escuela.
Me fui de casa a las 19.15 ya que la clase práctica de Estadística comenzaba a las 19.45. Te quedaste con papá que te iba a bañar y te dejé una mamadera llena de mi leche. La cursada terminaba a las 23, pero a las 22 me estaba retirando (no aguantaba y los pechos comenzaban a doler).
Llegué cerca de las 22.30. Vos estabas plácidamente dormido y papá hablaba por teléfono con Florencia. Cuando colgó me contó que recién te habías dormido y que te la habías pasado llorando. Me agarro mucha angustia y me puse a llorar.
Hoy curso el práctico de Genética, son menos horas, de 18 a 19.30. ¿Aguantaré?
31 de marzo de 2004
Son casi las once de la noche, sigo cursando en la facultad y de a poco nos vamos acomodando.
Cuando nos conocimos con papá nuestras primeras conversaciones estaban basadas en cuestiones religiosas. En aquel momento yo ni siquiera imaginaba que podía haber personas que no creyeran en Dios. Imaginate: la primaria y hasta 3° año del secundario fui al Instituto San Ramón Nonato (de curas), 4° y 5° año en el Instituto Sagrada Familia (de monjas), y el profesorado en el Instituto Obra Conservación de la Fe N°5 (de hermanos Maristas). Conocer a tu papá y entrar a la Universidad Pública me dieron la pauta y la sensación de que había estado viviendo en una burbuja. Comencé a tener otro tipo de lecturas y a relacionarme con otra gente.
7 de abril de 2004
Ayer fuimos al pediatra. Ya pesás 4,850 kg. Más de la cuenta, lo cual significa que estás bien alimentado y eso me llena de satisfacción.
En la escuela estoy de licencia por maternidad, y en lo que respecta al estudio estoy siendo muy aplicada y tengo las lecturas al día. Leo en los ratos en que te dormís mientras hago la comida o lavo la ropa o alguna otra cosa que siempre hay que hacer en la casa. Por ahora me organizo bastante bien. Además, me incentiva pensar que si doy estas dos materias comienzo segundo año, lo cual sería un pasito más.
10 de junio de 2004
Te miro y no lo puedo creer. Soñé tanto con tenerte conmigo. Disfruto cada momento, cada nuevo sonido, cada gesto. Ya nos empezamos a entender.
Este mes que pasó fue un tanto duro para mí. La pediatra dijo que no estabas engordando lo suficiente y para colmo tuviste tus primeras líneas de fiebre, estabas decaído, dormías y ¡no comías!
La pediatra me sugirió darte leche complementaria (comprada) y yo me puse a llorar.
Volvimos a la pediatra a las tres semanas y te encontró muy bien, con buen peso, muy maduro y con “buena conexión”. El tema aparentemente tiene que ver con que preferís tomar la leche de la mamadera (sale más fácil, me explicaron). En consecuencia, además de darte el pecho, me ando sacando la leche para cargarte las mamaderas.
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