En conclusión, encuentro una armonía de sensibilidades, que se encuentran en la interpelación social que desde la poesía se le hace a la construcción aspiracional de Estado social de derecho, desarrollado por las leyes colombianas. La poesía de estos dos poetas a través de lo afectivo crea una forma de política que les responde a las consignas contemporáneas de la violencia, siendo esta su poética-política comunal, que ambos autores utilizan a partir del tratamiento de la imagen.
La historicidad y pensamiento crítico que transmite la poesía de ambos autores se extiende hasta la implantación de políticas de la memoria, el régimen estético de la sobrevivencia hace que estos poetas, amenazados en vida, superen el umbral del nihilismo y se lean a partir de un tenor crítico de la memoria. Son poetas testigos en el sentido en que testimonian los afectos vividos durante la destrucción y son jueces poetas, desde la operación con la imagen que permite la vindicación imaginaria, que toca lo real y denuncia la injusticia, expone, con las imágenes y afectos, la permanencia del estado de excepción como norma en la sociedad colombiana, tanto en medio de la guerra como en un momento de pacificación.
2. Julio Daniel Chaparro (Sogamoso, Boyacá, 1962 - Segovia, Antioquia, 1991). Poeta y periodista, realizaba una serie de crónicas para el diario El Espectador titulada “Lo que la violencia se llevó” el día que fue asesinado junto a Jorge Torres Navas, reportero gráfico que lo acompañaba. Su intención como periodista era recorrer regiones que fueron epicentro de masacres en un contexto álgido de violencia, para mostrar la voluntad de paz de sus habitantes, más allá de la tragedia. Veinticinco años han pasado sin que se sepa quiénes fueron los responsables de este doble homicidio. Es la misma verdad que se espera en casi la totalidad de los 152 periodistas asesinados en Colombia entre 1977 y 2015.
3. Tirso Vélez (Agua Clara, Norte de Santander, 1954 - Cúcuta, 2003). Sicólogo de la Educación en el Centro Latinoamericano de Dianética, en Bogotá. Trabajó como profesor en escuelas rurales de su región. Llegó en 1987 a Tibú, donde fue profesor. En 1992 fue elegido alcalde de Tibú por la Unión Patriótica (UP). Propuso soluciones para buscar la paz en su región y le solicitó al gobierno y a la guerrilla cesar las hostilidades e iniciar un diálogo. En 1993, su poema “Colombia, un sueño de paz” lo enfrentó con los mandos militares de Norte de Santander. Tras la publicación del poema, el general Hernán José Guzmán, comandante general del Ejército en la época, le solicitó a la Procuraduría que lo investigara disciplinariamente. En agosto de 1993 recibió amenazas de las autodefensas y en septiembre de ese año fue detenido por el DAS por presunta colaboración con el ELN. Tras varios meses en prisión, quedó en libertad por falta de pruebas. Formó un movimiento de izquierda, independiente y pacifista. Fue diputado de Norte de Santander, siendo el único candidato que ha obtenido votos en todos los municipios del departamento, miembro de la Comisión Nacional de Paz y uno de los fundadores de la ONG Redepaz. En 2003 se presentó a las elecciones para la gobernación de Norte de Santander por el Polo Democrático, lideraba las encuestas con 24% de preferencia. El 4 de junio de 2003, en pleno centro de Cúcuta, un sicario disparó varias ráfagas sobre Tirso Vélez, su esposa y sus dos hijos, asesinó a Tirso Vélez con seis balazos e hirió a su mujer (Biografía tomada de Gómez Mantilla, Saúl. Ed. 2013).
Capítulo 1
Una generación emboscada: panorama de la poesía colombiana durante el último decenio del siglo XX
La tradición de los oprimidos nos enseña
que la regla es el estado de excepción en el que vivimos
Walter Benjamin (2008)
Los períodos de la violencia en Colombia a lo largo del siglo XX se han definido a través de momentos de pacificación. El primero culminó con el acuerdo internacional de la Guerra de los Mil Días (1902), el segundo en 1958 con la instauración del Frente Nacional y, a pesar del ambiente constitucional y pluralista de 1991, parece que el último período de violencia se ha prolongado hasta entrado este siglo XXI. Por ello, la guerra ha hecho parte del cotidiano, y, al parecer, tal como lo plantea Benjamin (2008) en el epígrafe que cito como encabezado de este apartado, el estado de excepción parece más la regla diaria en tanto que por la duración del conflicto armado en Colombia, por sus múltiples facetas y matices pareciera constituirse una tradición que oprime a los habitantes del territorio. De este modo, Colombia es referente latinoamericano a la hora de abordar los problemas de violencia, está marcado por el imaginario de ser uno de los países más violentos del continente.
A pesar de los momentos de paz, la inacabada situación conflictiva ha hecho que muchas víctimas, artistas y creadores que identifican el conflicto como un problema social encuentren un vehículo de expresión en el arte, la literatura, el cine la poesía, como lo desarrollo aquí, que no solo constituyen un testimonio sino que canalizan sentimientos individuales y colectivos, apuestas estéticas para responder ante la excepción como norma, de la cotidianidad y de la perennidad, y ante la implantación de políticas de la memoria cuyo capital es el recuerdo del trauma, una especie de tecnología de olvido por acumulación.
El epígrafe se relaciona directamente con la idea de violencia generalizada que analiza Daniel Pécaut, la cual se entiende como la banalización de la violencia que se dio después del Frente Nacional en el país (1958-1974); se caracteriza por la expansión de una violencia prosaica donde los grupos al margen de la ley, los grupos del Estado pierden los ideales e ideologías que caracterizaba el momento anterior de la Violencia bipartidista, por una relación con los negocios y mercantilización del narcoterrorismo (Pécaut, 2001).
El contexto de los poemarios que estudio lo identifico como Generación emboscada, son poemarios que se escriben en medio de la violencia del fin de siglo con sus políticas contra el narco en Colombia. Los libros que analizo dan cuenta del estado de excepción permanente vivido con estas medidas políticas y sociales, durante la que podría considerarse como la época más cruenta del conflicto armado en el siglo XX4. Julio Daniel Chaparro y Tirso Vélez no son los únicos que podrían ubicarse como parte de este marco generacional5, pero sí son de los que encuentro una obra completa publicada en el siglo XXI durante la implementación de políticas de la memoria. Por esta razón me anima entonces preguntarme: ¿cuáles son las propuestas estéticas de Julio Daniel Chaparro y Tirso Vélez?, ¿qué temas y estilos abordan los poemarios y cómo responden a la violencia generalizada y a la memoria histórica del conflicto?
Para responder estos interrogantes tengo que profundizar en las características de esta definición de la violencia de la época, resaltando que las tendencias en el aparato crítico sobre la poesía en Colombia muestran lagunas con relación a los temas de la violencia (Villegas, 2016). Se podría entender este deliberado alejamiento entre la poesía y lo social por una noción predominantemente lírica sobre la definición de poesía en cuanto al abordaje del género en el campo literario, lo cual ha negado la reflexión, las irrupciones que propone la poesía desde su estatuto político-poético.
Me interesa mirar el flujo estético que tiene este tipo de poesía a finales del siglo XX, la peligrosidad que tiene para quienes la escriben en un momento de violencia generalizada (Pécaut, 2001), de estado de excepción permanente que crea ciudadanías del miedo (Ochoa, 2004), de presencia del Estado mediante la guerra en las poblaciones al margen (Serje, 2012), por supuesto también en momentos de pacificación importantes para Colombia, como lo son la Asamblea Nacional Constituyente (1991), la desmovilización del paramilitarismo (2003), los Acuerdos de Paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (2012-2016). De esta poesía no se ha dicho algo, o se ha dicho poco, yo encuentro que responde a los problemas sociales de Colombia y tiene interlocución con las políticas del contexto, tanto las que se normalizan alrededor de la guerra como estado de excepción, como las de la memoria.
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