Es un haiku que sube y baja. Tiene el vértigo mismo de la vida real. Son tres trazos en el aire, y –a través de ellos– el autor magistralmente nos quita algo y nos da algo. Nos ha privado de su final cuando el pájaro se dirigía en picado hacia la tierra, y de ese modo nos ha hecho contemplar nuestro propio inacabamiento, la naturaleza abierta de todo cuanto hacemos y de todo cuanto somos. Y al mismo tiempo, para reequilibrar las cosas, a modo de yang necesario al yin , se nos ha hecho el regalo de hacernos conscientes de la plenitud de cada uno de nuestros gestos. Los movimientos de la alondra son perfectos, su sentido refracta nuestras proyecciones de sentido sobre ellos. No sube para contemplar mejor dónde hay comida; no baja en picado para lanzarse sobre su comida. Al menos, no en este haiku. No caigamos en el error de pensar que las alondras son sólo pájaros que comen. En este haiku de Onitsura la alondra sube para subir y baja para bajar.
9.
Kaerimireba yukiaishi hito kasumi keri
Al volver la vista,
aquel con quien me crucé
envuelto en niebla
Autor: Shiki
Kigo: dudoso
Estrofa más probable: 6-7-5
Cronología: haiku contemporáneo
Clasificación: de lo sagrado
Propiamente, no hay un kigo (palabra estacional) porque kasumikeri es una forma verbal ( kasumu: “volverse brumoso, enturbiarse la vista mirando algo”). Pero, visualmente, encontramos el ideograma kasumi (
), “niebla, bruma”, que es kigo del mes de marzo. Podemos interpretar el asunto de dos maneras. O es un haiku sin kigo y nos habla de la indefinición de contornos que crea la distancia. O es un haiku con kigo y nos sitúa en un ambiente de primavera, en el que alguien en seguida que ha cruzado a nuestro lado ha sido tragado por la niebla. En el primer caso, el poeta está embebido en sus cavilaciones y, cuando decide volverse para saber algo más de aquel con quien se cruzó, ya es sólo una figura desdibujada en la lejanía. En el segundo caso, la magia de la desaparición es más súbita. Todo lo que no está cerca de nosotros, protegido por nuestra cercanía, es engullido por la niebla y pasa a la no existencia. Dos asombros, por tanto; ambos de carácter sagrado. La distancia desbarata los contornos es el primer asombro. La niebla se traga a la gente es el segundo asombro. Incluso se traga lo que no es gente. Una vaca, por ejemplo.
10.
Uri-ushi no mura o hanaruru kasumi kana
Vendida la vaca
se aleja del pueblo
por entre la niebla
Autor: Hyakuchi
Kigo: kasumi [niebla]
Estrofa más probable: 5-7-5
Cronología: haiku clásico
Clasificación: descriptivo
Sólo se entra en el haiku por la puerta de la sencillez. Un haiku complicado es un haiku inhabitable. En este haiku de Hyakuchi no hay camelia caída ni cerezo en flor; hay una vaca. Una vaca que acaba de ser vendida. No sabemos en la mera textualidad del haiku si la vaca era de Hyakuchi, o si el poeta simplemente contemplaba la escena. Pero da igual. En ambos casos, la misma naturalidad que cautivó al haijin ahora nos seduce a nosotros. En el supuesto primero (el poeta y el vendedor son el mismo), consideremos por un momento: ¿qué clase de persona siente en esa situación –tras haber vendido una vaca– que está en un “momento haiku”, en lugar de pensar en otra serie de consideraciones (el acierto o desacierto del trato recién cerrado, por ejemplo)? Y, en el segundo caso (el poeta y el vendedor no son la misma persona)…, ¿quién –que no tenga corazón de haijin – cuando ve a una vaca alejarse en la niebla ve en ello algo que debe quedar registrado poéticamente?
Respecto a su clasificación, en ningún momento queremos dar a entender que pueda ser otra cosa que un haiku descriptivo …, y, así y todo, evidentemente, el verbo hanareru (“separarse”) tiene un algo de intimista , de triste despedida, sea el dueño y/o el poeta el que se despide de la vaca, o la propia vaca mientras se aleja, con esa manera de despedirse propia de las vacas, disimulando sus emociones al estilo confuciano. La atribución de haiku de lo sagrado , por tratarse de algo que se ve progresivamente disuelto en la invisibilidad que crea la niebla, sería querer ver más de la cuenta. Y, aún siendo –como afirmamos– clara su condición de haiku descriptivo , es innegable que va llevando al lector de una estancia posible a otra del haiku: descriptivo, intimista, sagrado, definitivamente, descriptivo. Haiku, por tanto, fiel al “espíritu de shasei ”(
), de observación y “esbozo del natural”, que tiene en general el haiku, según quedó ya dicho en el prólogo de este libro. El haiku es instantánea, percepción fiel del instante vivido por el poeta. Se nos hace difícil considerarlo poesía, considerando su interés por desmarcarse de figuras literarias, expresiones elaboradas o términos cultos. Pero también decir que es la mera descripción de una fotografía sería quedarse corto. Por ejemplo, si esta escena fuera una fotografía, o una pintura (o acuarela), el artista nos mostraría apenas los cuartos traseros de una vaca que se pierde entre la niebla, pero no podríamos “ver” su movimiento parsimonioso, no sería tan fácil hacernos comprender que acababa de ser vendida por uno y comprada por otro, y se desvanecería –como se pierden las cosas en la niebla– todo un mundo de relaciones –inauguradas o rotas– entre la vaca y el que la compra, la vaca y el que la vende, la vaca y la aldea donde vivió, la vaca y el hecho de que alguien escriba sobre ella un haiku, la vaca y el camino que se dispone a recorrer, la vaca y la niebla…
Las vacas y la niebla, es ésta una curiosa relación a la que no ha permanecido ajeno el mundo del haiku. Acabamos de ver una vaca que Hyakuchi ve entrar en la niebla; veamos ahora otra que Issa ve salir de la niebla:
Ushi mô mô mô kiri kara detarikeri
La vaca
“muu, muu, muu”
surgió de la niebla
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