trastornado por la emoción
Efectivamente, la traducción se va enrareciendo y perdiendo “valor literario”, pero en esa misma medida va acercándose a lo que se siente leyendo el texto original, que no es otra cosa que la autonomía del cuerpo, la “personalidad” del cuerpo. Tan sólo así puede entenderse que el poeta hable de sí mismo. El “yo” permitido es el “yo” ausente. El hombre ha quedado reducido a su cuerpo. Y éste no obedece a ninguna orden: “Escribe, pinta”. No obecede por causa de la belleza.
3. Para saber más del aware consúltese nuestro libro El corazón del haiku (Mandala, 2002).
6.
Mizu ni uku hishaku no ue no haru no yuki
Sobre un cazo votivo
que flota en el agua,
la nieve de primavera
Autor: Kyoshi
Kigo: haru [primavera]
Estrofa más probable: 5-7-5
Cronología: haiku contemporáneo
Clasificación: de lo sagrado
A veces, en Japón nieva en primavera. Haru no yuki (nieve de primavera) no es una metáfora de, por poner un ejemplo, cómo la flor del cerezo se deshoja y caen cual si fueran copos de nieve. Pues bien, en el justo centro de ese desacuerdo entre el calendario y el clima, el haijin encuentra el objeto de su haiku en un chôzu (depósito de piedra que está a la entrada de los templos para hacer las abluciones). A pesar de su aparente simplicidad, este haiku es un mundo. No hay en él protagonista humano ni animal. Los protagonistas son la nieve ( yuki ), el agua ( mizu ), el cazo votivo ( hishaku ) y la primavera ( haru ). ¿Dónde reside el mérito de este haiku? En esas diferentes texturas que contiene: estamos ante un verdadero microcosmos compuesto por madera-piedra-aguanieve, e imaginalmente “flor”, asociada a la primavera en las resonancias que ésta evoca en nuestra mente. Los haikus no sólo son lo que dicen; son lo que evocan. Y “primavera”, así sea la primavera más fría que podamos imaginar, nos lleva a “brote, floración, perfume”. Hay, pues, de todo en este haiku. Excepto el ser humano, que no está. El ser humano ha fabricado el chôzu y el cazo votivo, y los usa; en algún momento del pasado –aunque fuera unos instantes antes del haiku–, alguna persona ha hecho allí sus abluciones, y en cualquier momento futuro, otra las volverá a hacer. Pero ahora no hay en él ningún ser humano, ni inocente ni perverso. Este haiku está ubicado en un sitio que los hombres han arrebatado a lo divino, en un tiempo en que lo divino ha vuelto a enseñorearse del lugar.
Y, si nos fijamos bien, nos daremos cuenta de que no sólo es un microcosmos; es un juego de muñecas rusas, de esas matroshkas que están unas dentro de otras. Primero vemos la piedra del chôzu , luego el agua que contiene la piedra, más tarde el cazo votivo que está en el agua, y por último la nieve que se deposita dentro del cazo.
Hay, por tanto, según hemos dicho, elementos de diferentes texturas ( madera - piedra - agua - nieve ), de diferentes capacidades ( quién contiene a quién ), y hay por último un juego de alternancia quietud-movimiento, entre “lo que está ahí” ( la piedra, el agua ) y “lo que fluye” ( la nieve, el cazo ), que no por leve movimiento deja de ser significativo. El cimiento mismo de la Realidad, en ese lugar, en ese instante, fue un cazo votivo que –habiendo recogido nieve en primavera– fluía al azar de la brisa por el limitado océano de un chôzu , sin llegar a ninguna parte, pero completamente libre. Caído del costado de la piedra dentro del agua por efecto del viento, por la propia nieve o el descuido humano, y flotando a su amor, de acá para allá un hishaku salvando a la nieve que recoge de ser fundida en el agua.
7.
Kuma mo naki sora ni kakururu hibari kana
En la inmensidad de un cielo
sin sombras ni recovecos,
se esconde la alondra
Autor: Rikuto
Kigo: hibari [tipo de ave]
Estrofa más probable: 5-7-5
Cronología: incierta
Clasificación: de lo sagrado
La palabra kuma es el espacio que hay entre luz y sombra, o entre un color y otro color. También significa: “recodo de un río, lugar recóndito, defecto, ojera”. Kuma es, en todo caso, un lugar que no está claro, que no es limpio, en el que se pueden esconder cosas. Y más allá de los auténticos significados, en este caso –además– kuma connota a kumo (nube). Hemos traducido Kuma mo naki sora como “En la inmensidad de un cielo sin sombras ni recovecos”, pero sería admisible que alguien se atreviera a traducir: “En un cielo sin la menor sombra de nubes”. Además del juego de palabras kuma- kumo , comprobamos que hay un juego de ideas “kuma mo naku” - “kakureru” (“no hay lugar donde esconderse” - “se esconde”). De ahí que nuestra traducción hable de “inmensidad” cuando el original no lo hace. Porque se trata de eso: de esconderse en la imposibilidad misma de hacerlo. Ocultarse en la exposición plena. Como hace el principio sagrado que sostiene el mundo y cuya manifestación es el mundo. La manifestación como forma de ocultamiento; la evidencia como estrategia de desaparición. El velo nunca está en la realidad; está en nuestro ojo.
8.
Kusa-mugi ya hibari ga agaru are sagaru
Campos verdes de trigo
La alondra asciende y…
¡zas! súbitamente desciende
Autor: Onitsura
Kigo: kusa-mugi [brotes verdes de trigo]
Estrofa más probable: 5-7-5
Cronología: haiku clásico
Clasificación: de lo sagrado
El haiku es instante, ya se ha dicho hasta la saciedad. Es –añadimos ahora, con este haiku de Onitsura entre las manos– la naturalidad del instante. En el haiku japonés cabe una expresión coloquial como ¡Are! (“¡Vaya! ¡Fíjate!”; en este caso hemos preferido la onomatopeya “¡zas!”). El poeta no sólo está sorprendiéndose en voz alta, sino que nos está invitando a atender a lo que ha ocurrido. En japonés coloquial, ¡Are, are! se traduciría algo así como “¡Anda, mira!”. Así es como Onitsura nos hace entrar en la escena. Una escena que ocurre en tres movimientos: uno horizontal ( Kusa-mugi ya ), otro vertical ascendente ( hibari ga agaru ), y un tercero vertical descendente ( ¡are! sagaru ).
El haiku concluye dejando a la alondra caer en picado hacia la tierra… El poeta nos ha privado de la resolución final del haiku. No es que temamos que la alondra se estrelle contra el suelo, ni nada de eso, pero esperábamos que Onitsura, quien nos ha invitado a contemplar la escena, nos la acabase de contar ¿Por qué? Porque nuestra mente busca finales, resoluciones, acabamientos. Y, en este haiku, no hay un final para el vuelo. No sabemos por qué ascendió la alondra de entre los verdes campos de mugi , y no sabemos a mitad del ascenso qué le hizo retornar en picado. Y ese no saber lo queremos sosegar con una última información –respecto a qué hace al final la alondra– que el poeta deliberadamente nos sustrae. El sentido del haiku –el cambio de sentido del vuelo– queda sin explicación. Lo trascendental ha sucedido inexplicable. Los movimientos de las criaturas son cada uno de ellos independientes, exactos, plenos de sentido en sí mismos. Igual que el ascenso no se justifica por el descenso, el descenso no se justifica por lo que sucede tras él. Y para que sea así, simplemente, no se nos dice. Tras el último verso de un haiku no hay nada. No hay información supletoria; hay el abismo, la nada absoluta. Lo que no se nos haya dicho en el haiku no ha existido en ese instante, ni va a existir nunca. Y lo que Onitsura ha relegado a la no existencia es justamente la razón del descenso de la alondra.
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