Es importante recordar que los apóstoles y los misioneros cristianos eran víctimas de persecución. Por ello, Lidia invitaba a Pablo y a Silas a que se quedaran en su casa. Cierta vez, ambos fueron juzgados y condenados por las autoridades de la ciudad, debido a que Pablo había desenmascarado a un supuesto “espíritu adivino” que se ocultaba tras las profecías de una joven. Además de padecer marginación por ser mujer y gentil, la adivina era esclava, y con sus augurios generaba mucho dinero para los hombres que la explotaban. Pablo y Silas fueron desnudados, atados, azotados y apresados, bajo la acusación de atentar contra las costumbres romanas. Cuando salieron de prisión, los dos se dirigieron a la casa de Lidia.
Como vemos, la contribución de Lidia a la evangelización de los llamados gentiles o paganos, y a la expansión de las comunidades cristianas entre ellos, fue muy grande. Fue una importante colaboradora del apóstol Pablo. Era líder, trabajadora y maestra, y fue convirtiéndose poco a poco en una verdadera apóstola.
Al mismo tiempo, ayudó a fomentar las relaciones fraternas e igualitarias entre todos los cristianos. A su alrededor, muchas mujeres –incluso las esclavas– se sentían acogidas, respetadas y reconocidas en su dignidad.

La tierra es nuestra casa común
y todos somos hermanos.
(Papa Francisco, Evangelii Gaudium 183).
Padre querido, aquí estoy, sola delante de ti.
Sé que tu mirada compasiva
abarca a tantas personas ligadas a mi vida,
a mi trabajo, a mis desplazamientos;
gente cercana y lejana, necesitada y dispersa.
A veces, lo más difícil es unir
a quienes están más cerca,
proteger a quien convive conmigo
en el día a día.
Otras veces, me siento tentada
a encerrarme en mi mundo
y olvidarme de todos los dramas
de la gran familia humana.
¡Despierta mi ser femenino,
oh Padre de todas y todos!
Ayúdame a abrir los brazos y el corazón,
y usar mis dones para unirme
a quienes buscan crear fraternidad.
Amén.
Priscila:
Ministra que enseña con autoridad
Priscila y Áquila eran una pareja de judíos convertidos al cristianismo. Leemos sobre ellos en Hechos 18 y 19. Trabajaban como artesanos de tiendas de campaña. Fabricar aquellas tiendas era una labor muy dura, que desempeñaban sobre todo los esclavos y ex esclavos.
Priscila y Áquila también eran misioneros. Viajaban mucho, así que habían vivido ya en varios lugares, obligados por las circunstancias políticas o debido a la misión. En algún tiempo residieron en Roma, pero ellos y otros judíos cristianos fueron expulsados de allí. La pareja se mudó entonces a Corinto.
El apóstol Pablo, convertido después que ellos, también se avecindó en esa ciudad. Allí los conoció y se fue a vivir a su casa. Con ellos trabajaba fabricando tiendas para mantenerse, al mismo tiempo que difundía el Evangelio, formaba comunidades cristianas y las acompañaba.
Tras un largo tiempo en Corinto, Priscila y Áquila viajaron al lado de Pablo para fundar la Iglesia de Éfeso. Pero allí enfrentaron un gran problema.
Un orfebre llamado Demetrio fabricaba nichos de plata con la figura de la diosa Artemisa, con lo cual ganaba mucho dinero. Artemisa era la diosa más importante de la ciudad de Éfeso, cuyos moradores sostenían que la estatua que la representaba había caído del cielo. Los orfebres se veían muy beneficiados, comercializando toda suerte de objetos con la imagen de la diosa. Demetrio reunió a los artesanos y trabajadores del ramo, y los incitó en contra de Pablo, porque estaba convirtiendo a mucha gente y la diosa perdía adeptos a consecuencia de ello. La agitación se propagó por toda la ciudad. Pablo iba camino al teatro, pues ahí difundía su mensaje, pero sus amigos lo salvaron al impedirle que se acercara al lugar.
El apóstol fue expulsado de la ciudad de Éfeso, pero Priscila y Áquila se quedaron allí para continuar el trabajo de evangelización. En todos los sitios donde residió la pareja, su hogar se convirtió en una casa-iglesia.
Pablo recibió mucha ayuda de Priscila y Áquila, tanto en el conflicto vivido con los orfebres de Éfeso, como cuando estuvo preso. Su relación con la pareja fue siempre grata, pues ellos arriesgaron su vida para salvarlo a él y a otros varios integrantes de la comunidad, como vemos en Romanos 16,3.
Priscila era muy conocida entre los cristianos por su liderazgo y por ser una ministra de Iglesia que enseñaba con autoridad. Es por ello que, en contra de la costumbre que determina nombrar primero al marido, en los relatos bíblicos del Nuevo Testamento por lo general se le cita antes que a Áquila.

… la relación fecunda de la pareja
se vuelve una imagen para descubrir
y describir el misterio de Dios,
fundamental en la visión cristiana
de la Trinidad que contempla
en Dios al Padre, al Hijo y al Espíritu de amor.
(Papa Francisco, Amoris Laetitia 11).
¡Oh Dios tan grande y
tan cercano, tan poderoso y amigo,
acógeme en el misterio de tu comunidad!
En ti busco una casa, un hogar,
un abrigo seguro, y un lugar en la gran mesa
en la que todos somos iguales.
Adaptaré mis pasos a los de aquel
que camina a mi lado.
Compartiremos el pan, la palabra
y nuestros sueños, y enfrentaremos juntos
los desafíos y los problemas.
Que nuestro amor sea abierto,
don multiplicado, que haga el bien a todos
y traiga felicidad.
Amén.
María,
la madre de Jesús
Ella es María, madre de Jesús y su primera discípula. Venerada y respetada en muchas religiones, tiene un lugar especial en la Iglesia de las discípulas y los discípulos de Jesucristo, como madre siempre presente. Los católicos tienen por ella un amor filial y especial veneración, y se valen de su intercesión como vía para llegar a Dios.
Los evangelios y otros textos bíblicos del Nuevo Testamento hablan muy poco de ella, porque el interés está puesto en Jesús. Sin embargo, los pocos pasajes en los que se le menciona son suficientes para evidenciar toda la grandeza de la acción de Dios a través de su madre, así como la enorme generosidad de María al ponerse a disposición del proyecto de Dios.
Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la madre: ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo’. Después dijo al discípulo: ‘Ahí tienes a tu madre’. Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.
(Juan 19,25-27).

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