Marcelo Laffitte - Me gusta

Estos autores son gente de raíces profundas que desde esas páginas gritan: ¡Con Cristo hay vida después de la tragedia!

“La raíz de los justos no será removida”. (Proverbios 12:3)

La desilusión de aquel joven

Fui a compartir un mensaje a una iglesia de Capital Federal, y me asombró lo que el joven líder de alabanza vino a decirme al finalizar la reunión: “Perdone que sea tan directo Marcelo, pero usted me desilusionó”. “¿Por qué?”, le pregunté sorprendido. Él contestó: “Porque yo tenía la imagen de que usted era más espiritual y nunca lo vi ni aplaudir, ni moverse, ni levantar las manos durante la alabanza”.

Debo asumir que soy bastante parco para todo eso. Siempre lo fui. Pero tengo muy en claro que el amor a Dios no pasa ni por batir palmas, ni por levantar las manos, ni por poner cara de piedad, ni siquiera por decirle palabras dulces al Señor.

Con esto no quiero decir que aquellos que son fervorosos para alabar estén equivocados. No. Mientras esa forma sea sincera estará perfecta. Pero ¿por dónde pasa y cómo se mide desde el Cielo el amor a Dios?

La Biblia lo dice de manera clarita como el agua en Juan 14:21: “El que guarda mis mandamientos ese es el que me ama. Y yo le amaré y me manifestaré a él”. En una palabra, el amor a Dios pasa por la obediencia, por vivir de acuerdo a lo que nos enseña la Palabra. Y ella tiene otra afirmación muy contundente, muy dura en Mateo 7:21: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’ entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre…”

¿Gigante o Bonsái?

Yo comparo a un cristiano que no lee la Biblia con regularidad con un futbolista que no asiste a los entrenamientos. Podrá jugar, pero estará muy lejos de su máximo nivel.

Un creyente perezoso para leer la Palabra no perderá la salvación, porque la salvación es por fe, pero Dios no lo podrá colocar en lugares altos porque no podrá usar la plenitud de sus posibilidades.

Uno de los problemas más serios que acarrea la falta de lectura bíblica o una lectura defectuosa (como por ejemplo leer solamente un salmo y un proverbio cada día), es que ese cristiano no tendrá algo fundamental: Discernimiento. ¿Y qué es discernimiento? Tener la capacidad de distinguir el bien del mal. Nada más que eso.

En el pueblo de Dios hay gigantes espirituales y “bonsái” espirituales. El alimento es lo que hace la diferencia.

Veo muchas caras tristes en algunas iglesias. Rostros sin victoria. Creo que una de las razones básicas es que se trata de vidas que no han tomado en serio la verdad de que la vida cristiana consiste en leer la Biblia y ponerla en práctica.

Volvamos a la Palabra. No le hagamos caso a la comodidad. No permitamos que el enemigo nos aleje de la fuente de la sabiduría.

Y recuerde esto que lo animará: en el Evangelio de Jesucristo siempre se puede comenzar de nuevo.

La ideología de género…

una maldad que avanza rápidamente

Tuve ocasión de compartir en dos servicios continuados en la pujante y numerosa congregación del Pastor Aníbal Valenzuela, de Posadas, el preocupante tema de la Ideología de Género.

Estoy empeñado en darlo a conocer a los cuatro vientos porque el Pueblo de Dios debe estar alertado.

Este es un plan a nivel mundial malvadamente ambicioso que, si bien está siendo llevado a cabo por hombres, está digitado desde el mismo infierno.

Un plan de esta naturaleza nunca fue pensado ni siquiera por los estados más totalitarios. Hitler llegó a concebir la loca idea de lograr una Europa libre de judíos, pero nunca se animó a CAMBIAR LA NATURALEZA HUMANA.

Stalin pudo soñar liderando un gobierno mundial, pero ni se le cruzó por la cabeza operar un CAMBIO QUE DESAFIARA A DIOS.

Pero la Ideología de Género está convencida que puede hacerlo…y ya ha comenzado.

Esta ideología quiere imponer que el género, o sea el sexo con que nace cada persona, no es algo natural que Dios otorga, sino algo que la sociedad decide. Ya hay muchos niños que cambiaron de sexo y un total de 3000 personas con documentos nuevos.

Este es un plan pensado para asestar un golpe fatal al cristianismo.

Ya han comenzado a desfilar por Buenos Aires, dando conferencias que dejan heladas a las personas, científicos e investigadores cristianos de Europa contando esto como la cosa más loca, más disparatada y más terrible que jamás hubiésemos pensado escuchar.

Ejemplos: En España se castiga con prisión a quien destruya huevos de “Buitres leonados”, en cambio se considera legal matar fetos humanos. En el mismo país ya se incluyó en el Código penal que las niñas de 12 años pueden tener relaciones sexuales (aún con adultos) sin el consentimiento paterno. Y si una niña de 14 desea practicarse un aborto es absolutamente legal.

En escuelas primarias de Europa ya hay ejercicios en las aulas primarias, durante la clase de sexo integral, donde las docentes instan a los niños a tocarse los genitales para convertirlo en algo normal.

Y todo docente que se niegue a enseñar la ideología de género es penado por multas muy altas, pérdidas del trabajo o directamente prisión.

En Costa Rica se está a punto de eliminar los días de la madre y del padre para no discriminar y ofender a las minorías sexuales.

Conversé este domingo con un pastor brasileño que tiene un hogar de niños y niñas y le prohibieron enseñar sobre cristianismo y le obligaron a que niños y niñas duerman juntos durante la noche, cuando siempre lo hicieron separados.

Seguiremos dando a conocer más sobre este claro plan anticristiano. Mientras tanto oremos en nuestros hogares y recordemos que “si Dios con nosotros, quién contra nosotros”

El miedo a hablar en público

Voy a contar una experiencia que, estoy seguro, será de utilidad para los que la pongan en práctica en sus vidas.

Alguien dijo que “no somos seres humanos con una experiencia espiritual, sino seres espirituales con una experiencia humana”.

Aproximadamente a los 30 años comencé a predicar en iglesias por primera vez. Por entonces, trabajaba con el equipo del Dr. Luis Palau.

Recuerdo que era un suplicio subir a la plataforma. No, ¿qué digo? ¡La semana anterior a mi charla ya era una tortura! Los nervios me consumían.

Lamentablemente, somos así. Nos interesa demasiado dar una buena imagen y le tenemos terror al ridículo. Pero ya hablaremos de eso otro día.

Una noche, debía predicar en la Iglesia “Dios es amor” en San Nicolás. Fui invitado por el amado Pastor Carlos Naranjo, e Hilda me acompañaba. El salón estaba repleto y a mí me devoraba el estrés. Tenía mucho miedo. Recuerdo que estaba tan transpirado que hasta mi esposa tuvo que comentarme: “Marcelo no te pongas así. Relájate. Tenés mojada hasta la corbata”.

Deseaba con toda el alma poder irme de allí o que la tierra me tragase. (¿Era para tanto?, me pregunto hoy). Sentía lo que la psicología llama “Pánico escénico”.

Un día me encontré con mi querido amigo Edgardo Silvoso, presidente de “Evangelismo de Cosecha”, y le comenté de aquel miedo que me bloqueaba cada vez que debía usar un micrófono frente a un público.

Y él me dio un consejo de oro que comencé a aplicar de inmediato, y que resultó ser la gran liberación a ese problema que tanto me angustiaba.

Me dijo: “La manera en que vas a superar todos esos miedos es sencillamente estudiando mucho lo que vas a compartir. Tenés que dominar el tema. Tendrás que dedicar muchas horas a preparar cada mensaje. Eso destruirá todo temor y el Señor hará el resto”.

Llevo años siguiendo ese consejo y el resultado ha sido tal como Edgardo lo predijo. Sin embargo, hay una cosa que le pido al Señor: no convertirme en un profesional. Y Dios me responde a ese pedido: Cada vez que hablo, necesito depender de Él.