1 ...8 9 10 12 13 14 ...20 La experiencia de los moravos en Surinam demuestra que incluso después de una penetración exitosa del evangelio y aun con un mensaje bíblico, pueden surgir problemas de disciplina 53. Un mensaje bíblico es, entonces, el fundamento de una buena disciplina, pero no la garantiza. Se necesita, además, un ministerio autóctono y un sentido pastoral de toda la congregación. Como ya se ha visto, el régimen colonial impedía que se desarrollara un sacerdocio autóctono, y la estratificación en blancos, mestizos e indígenas hacía imposible un sentido pastoral en las congregaciones. Por otro lado, la disciplina empeoró considerablemente, por cuanto el Papa no ejercía autoridad directa sobre el sacerdocio hispanoamericano. El mismo papado era parcialmente responsable de esta situación por haberles cedido, al principio de la Conquista, el derecho de patronato a los reyes de Portugal y de España. No se puede, entonces, exonerar a la Iglesia Católica de responsabilidad parcial de la indisciplina en la iglesia hispanoamericana; sin embargo, debido a los problemas de disciplina que han tenido los protestantes, incluso en circunstancias mucho más favorables, es conveniente abstenerse de hacer juicios precipitados y tajantes al respecto.
En cuanto al enriquecimiento de la iglesia, los franciscanos fueron siempre ejemplo de pobreza, no sólo en su vida personal, sino también en sus monasterios e iglesias. Y es de los franciscanos de quienes se habla mejor en el Perú y en muchas otras partes de América Latina. Se dice que se utilizó la pompa de ritos y vestimentas, lo imponente de los edificios y la riqueza de adornos interiores para atraer a los indígenas y convencerlos. Desgraciadamente, esa pompa era tan ajena a la miseria en que vivía la mayoría de los feligreses, que daba la impresión de que la religión nada tenía que ver con la vida diaria, sino únicamente con una existencia utópica. Muchos de los cuadros que adornan los corredores del bellísimo convento de Santa Catalina en Arequipa predican el mismo mensaje. Los altares de oro quizá sirvan de gran atracción turística hoy día, pero despiertan la indignación al pensar en semejante uso de las riquezas, cuando la gran mayoría de los feligreses carecía hasta de las cosas de primera necesidad. Lo triste es que esa era la mentalidad mayoritaria colonial de aquel entonces.
Como bien dijo el doctor Latourette, “La Iglesia Católica no logró remediar los abusos, pero así como en la Jamaica protestante, su fe cristiana servía de estímulo a sus mejores elementos para lanzarse a una lucha valiente y esperanzada contra ellos” 54.
20Citado por el doctor Wilton Nelson. Vista panorámica de la historia de la Iglesia Católica Romana en América Latina, 1973, manuscrito, p. 2.
21Ídem, p. 3.
22Latourette, Kenneth S. A History of the Expansion of Christianity, vol. vii. Londres: Eyre & Shottiswode, 1947, p. 171.
23Specker, Johann. SMB, Die Missionsmethode in Spanisch-Amerika im 16 Jahrhundert, Neue Zeitscbrift für Missions Wissenschaft. Suiza: 1953, p. 16.
24Specker, Johann, óp. cit., pp. 23s.
25Ídem, pp. 25, 28.
26Nelson, Wilton, óp. cit., p. 2.
27Specker, Johann, óp. cit., pp. 190s.
28Ídem, p. 238.
29Ídem, pp. 191s.
30Ídem, p. 193.
31Coleman, William J. Latin-American Catholicism: A Study of the Chimbote Report. Maryknoll Publications, pp. 13s.
32Considine, John J. New Horizons in Latin America. Nueva York: 1958, p. 235.
33Hanke, Lewis. The Spanish Struggle for Justice in the Conquest of America. Pennsylvania: University of Pennsylvania Press, 1959, p. 21.
34Specker, Johann, óp. cit., p. 117.
35Ídem, p. 167.
36Ídem, p. 65.
37Ídem, p. 117.
38Ídem, p. 121.
39Von Hagen, Víctor. Highway of the Sun. Londres: 1956, p. 138.
40Specker, Johann, óp. cit., p. 199.
41Ídem, p. 69.
42El autor escuchó esto en 1950 al llegar a Sicuani.
43Mackay, Juan. El otro Cristo español. México: Casa Unida de Publicaciones, 1952, pp. 111s, 125s.
44Nelson, Wilton, óp. cit., p. 4.
45Herring, Hubert. A History of Latin America. Nueva York: 1963, pp. 209, 294ss.
46Nelson, Wilton, óp. cit., p. 3.
47Specker, Johann, óp. cit., pp. 199s.
48Ídem, pp. 214s.
49Ídem, p. 156.
50Información proporcionada por Genaro Santos.
51Latourette, K. S. A History of the Expansion of Christianity, vol. vii. Londres: 1947, p. 171.
52Specker, Johann, óp. cit., pp. 60, 66ss.
53El autor es moravo y ha podido enterarse personalmente de esto.
54Latourette, K. S., óp. cit., p. 171.
Capítulo 4
La Iglesia Católica durante la República
La iglesia se declara contra el movimiento independista
Recuérdese que la revolución contra España no fue un movimiento popular en el sentido moderno. La situación de los indígenas en América Latina no cambió casi nada. Los que impulsaron la revolución fueron los criollos, de descendencia ibérica pero nacidos en el Nuevo Mundo. Se quejaban principalmente de que los puestos importantes, tanto administrativos como eclesiásticos, se reservaban para los peninsulares y de que el monopolio que ejercía España sobre el comercio detenía el desarrollo hispanoamericano. Cuando empezó la insurrección en 1810, el 50% del clero en Hispanoamérica lo conformaban peninsulares, y casi todos los demás eran criollos 55. En vista de que la gran mayoría de los arzobispos y obispos eran peninsulares, no sorprende que la iglesia se declarara a favor del rey de España y en contra de los insurrectos. Hubo sacerdotes que apoyaron a los insurgentes y hasta lucharon a su lado, especialmente en Argentina y Chile, pero pertenecían al clero inferior.
La actitud antiindependentista que adoptó la iglesia le hizo mucho daño, situación que se agravó cuando el Papa Pío vii, en enero de 1816, y el Papa León xii, en septiembre de 1824, promulgaron sendas bulas contra el movimiento de independencia 56. Muchos arzobispos fueron desterrados por sus simpatías realistas, y otros huyeron, de modo que para el año 1826, de las treinta y ocho diócesis en Hispanoamérica, sólo diez tenían ocupantes 57. Donde no existen arzobispos u obispos, no hay cómo ordenar nuevos sacerdotes. No era posible traer nuevos sacerdotes de España; tampoco se podía esperar atraer muchos candidatos de entre los criollos, ni siquiera en los casos en que había un obispo que los ordenase. Aquí tenemos, pues, el principio de la aguda escasez de sacerdotes que ha afectado a la iglesia hasta ahora. El Vaticano parece haber temido que el reconocer a los insurgentes le costaría el apoyo de sus aliados tradicionales en Europa, sin darse cuenta del daño que esto causaba a la iglesia en América Latina. Puede ser también que el Vaticano haya estado influido por la reacción conservadora que se produjo a raíz de la revolución francesa y las guerras napoleónicas.
Los nuevos gobiernos revolucionarios reaccionaron ante la actitud del Vaticano, reclamando para sí el antiguo patronato real, alegando ser herederos del viejo régimen colonial. Pero el Vaticano, que había tenido tres siglos para comprender su primer error, rechazó este arreglo. Con el fin de salir del atolladero, en 1822 Chile mandó a Ignacio Cienfuegos como plenipotenciario a Roma. Como resultado de su visita, el Vaticano envió a Chile al arzobispo Giovanni Muzi como delegado papal. Este creyó poder evitar el problema del patronato nombrando a tres obispos titulares, o sea obispos de lugares o diócesis que ya no existen, en sustitución de los que venían ejerciendo el obispado en propiedad bajo el sistema de patronato. El gobierno chileno respondió extendiendo el derecho de patronato a los obispos titulares, de modo que los candidatos de Muzi eran inaceptables para el gobierno chileno. Asimismo, los candidatos presentados por Chile eran inaceptables para Muzi 58.
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