No faltaban motivos para identificar como teteo a los recién llegados: el hecho de surgir desde el mar, teoatl , “agua divina”, de llevar barbas como el dios solar ( Téotl ), de vestir ropas extrañas —además de sus naves, sus caballos y sus armas—, los convertían en seres excepcionales que cabían perfectamente en la amplia categoría de teteo . Otro posible argumento: la identificación de los españoles como enviados de Quetzalcóatl, de quien los toltecas decían: “Solamente hay un dios, es llamado Quetzalcóatl ( ca ça cen teutl itoca quetzalcoatl )” (véase la figura 5).31 Además, si proponemos como hipótesis que los españoles fueron estrechamente relacionados con Quetzalcóatl —al igual que los toltecas—, habría que tomar en cuenta que los toltecas “Decían cuando conversaban: ‘mi noble dios, el dios, mi hermano mayor, el dios mi hermano menor’”.32
Figura 5. Los toltecas decían: “Solamente hay un dios, es llamado Quetzalcóatl” ( Códice Florentino 1979: Lib. iii, fol. 10r).
Lo anterior nos conduce al tema de las relaciones entre hombres y dioses, relaciones con modalidades variadas y complejas que pueden arrojar luz sobre la actitud de los mesoamericanos ante los invasores divinizados. Rezos, ofrendas, sacrificios y autosacrificios, sueños, estados alterados de conciencia, etc., constituyen las vías que siguieron los mesoamericanos para comunicarse con sus dioses. Tanto la extrema atención a las influencias de los días como los rezos ilustran a la vez el respeto, la humildad y el miedo ante las divinidades. Todo esto contribuyó a la idea según la cual las vidas de los mesoamericanos estaban predeterminadas por los dioses. En realidad, las nociones de intercambio y de colaboración fundamentaban en gran medida las relaciones entre hombres y dioses; por ejemplo, al alimentar a las deidades a cambio de diversos dones, como lluvias abundantes, buenas cosechas, salud, éxito en la guerra, etc. Por consiguiente, se necesita matizar el famoso carácter fatalista de los antiguos nahuas del que se ha hablado en no pocas ocasiones. Veamos el ejemplo del canto de la lechuza ( chicuatli ), señal de que alguna enfermedad o incluso la muerte iban a acaecer a los habitantes de la casa sobre la cual se posaba (véase la figura 6). En tanto el ave de mal agüero era la mensajera de Mictlantecuhtli y de Mictecacíhuatl (dioses de la muerte), su aparición suscitaba reacciones violentas:
Figura 6. El canto del tecólotl o búho era considerado de mal agüero, pero sus efectos podían revertirse al insultar al ave mensajera del dios de la muerte ( Códice Florentino, 1979: Lib. v, fol. 7r).
Y cuando oían el canto [de la lechuza], y que hacía ruido con las uñas, entonces le reñían, le decían los varones:“Quédate quieto bellaco, ojihundiducho, tú, el que fornicas con tu madre” […] Así lo reprendían para que en esta forma se ahuyentara enseguida el augurio; así lo impedían, así devolvían, así atajaban su llamado; por esto no se realizaba en ellos lo que les cantaba.33
Incluso, los contactos con los dioses podían tomar la forma de enfrentamientos durante los cuales hombres atrevidos llegaban a derrotar a deidades tan poderosas como Tezcatlipoca.34 Así que, sin desestimar el peso indudable de los destinos sobre los hombres —los vencedores de estas contiendas habían nacido con un tonalli “fuerte”—, las actitudes de los mortales también desempeñan un papel en sus relaciones con los seres sobrenaturales.
Todo lo anterior me permite proponer que divinizar a los españoles no implicaba ninguna actitud de sumisión o de derrota. Al respecto me parece sumamente interesante la propuesta de Molly Basset según la cual, al revestir a Cortés con atavíos divinos, los enviados de Motecuhzoma transformaban al conquistador en ixiptla , “imagen, representante” de una deidad, lo cual implicaba “la posibilidad de ser adorado o sacrificado” (véase la figura 7).35 En efecto, en muy diversos rituales, los mesoamericanos sacrificaban esclavos y cautivos de guerra previamente vestidos con los atavíos de deidades específicas, con el propósito de regenerarlas y propiciar su renacimiento. No olvidemos que los dioses mesoamericanos eran mortales pero renacían según los ciclos cósmicos y también con la ayuda de los mortales durante los rituales.
Figura 7. Hernán Cortés recibe en su barco los atavíos de los dioses enviados por Motecuhzoma II ( Códice Florentino 1979: Lib. xii, fol. 8v).
Para concluir este apartado, vamos a examinar un testimonio sumamente revelador sobre la actitud de los purépechas de Michoacán ante los europeos. En efecto, el cazonci o rey purépecha “hizo componer los españoles, como componían ellos sus dioses: con unas guirnaldas de oro y pusiéronles rodelas de oro al cuello y a cada uno le pusieron su ofrenda de vino delante, en unas tazas grandes, y ofrendas de pan de bledos y frutas. Decía el cazonci : Éstos son dioses del cielo”.36 Pero justo antes de ataviar a los españoles como dioses, los purépechas los amenazaron de esta manera: “envió el cazonci toda su gente, entiznados, a caza, muy gran número de gente, por poner miedo a los españoles y con muchos arcos y flechas y tomaron muchos venados y presentáronles cinco venados a los españoles”. Esta demostración de poder manifestada por el cazonci —recordemos que el arte de la cacería era equivalente al arte de la guerra— revela la total ausencia de sumisión ante los españoles, aun cuando fueran identificados como dioses.
Conclusión y perspectivas de investigación
Sin lugar a dudas, es necesario profundizar aún más en el análisis de las fuentes que documentan —de muy diversas formas y con distintos propósitos— el “regreso de Quetzalcóatl”. La concepción mesoamericana de la historia que postula la existencia de grandes ciclos temporales permite integrar y entender las grandes rupturas de la historia —como la caída de Tollan o la irrupción de los invasores europeos— en el modelo de las eras o de los soles cosmogónicos. La alternancia de los poderes divinos y humanos se articula con estos procesos temporales cíclicos, para explicar en gran parte la asimilación de la llegada de los españoles con el famoso “regreso de Quetzalcóatl”.
Es también imprescindible retomar el debate en torno a la identificación de los españoles con dioses. Más allá de posiciones ideológicas encontradas, se trata de entender en el marco de las categorías indígenas cuál era su concepción de la divinidad. Es solamente a partir del estudio de los textos en lengua náhuatl, tomando en cuenta el contexto de su elaboración, como podemos aquilatar la amplitud semántica del término téotl y las razones de su aplicación a los españoles. En efecto, el objetivo era integrar a los recién llegados en el marco de una categoría ontológica —a la vez conocida y misteriosa—, como era la que incluía a los muy diversos seres divinos mesoamericanos. A la vez, es importante subrayar que la percepción de los españoles como dioses no implica de ninguna manera una actitud fatalista o de sumisión de los mesoamericanos hacia los conquistadores. Si bien formaban parte de la amplia categoría de los teteo , aun así podían ser atacados e incluso derrotados.
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