Nadia Corino - El Ser Confinado - Diarios de una Pandemia

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El Ser Confinado: Diarios de una Pandemia: краткое содержание, описание и аннотация

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"El Ser Confinado", Diarios de una Pandemia, es una obra para atesorar, ilustra la pandemia mundial iniciada en el año 2019, en la República Popular China, la cual se expandió por la totalidad del planeta tierra, desde una mirada contemporánea y real, a través de los relatos de cien personas, de diferentes edades, desde diferentes lugares y países del mundo.
¿Cómo vivieron el virus Covid-19 desde uno o varios aspectos de su vida?, el libro invita al lector a sumergirse en las historias reales, a emocionarse con ellas y a sentirse parte de una humanidad única y asechada por el mismo evento. Desde la particular vivencia de cada relato el lector será sumergido en una «montaña rusa» de emociones, desde las pruebas y aprendizajes más profundos, hasta las oportunidades y enseñanzas únicas que este hecho histórico nos brinda.
Los aportes de las autoras, desde el Psicoanálisis y el Coaching Ontológico, nos permiten analizar, reflexionar, interrogar, sobre cuestiones de la vida cotidiana en Pandemia.
Al leer cada historia podemos sentir el amor, por ese desconocido que habita en cada una de sus líneas y nos comparte su ser.
Experimentar que somos uno en este mundo, que el actuar, emocionar y sentir individual repercuten directamente sobre el colectivo.

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—Escuchen un momento (dijo el jefe de enfermeros levantando su tono de voz), ella es Amanda, y comienza hoy a trabajar con nosotros.

—Hola (dijeron distraídamente sacando apenas la mirada del televisor).

—El tema está complicado, (sus ojos se clavaron en los míos y pude notar su cansancio en la mirada)

Me contó que la terapia estaba con sus camas ocupadas, porque el día anterior habían ingresado diez ancianos, todos ellos contagiados dentro de un geriátrico.

—Tenemos compañeros en aislamiento, continuó, y veo que tus prácticas las realizaste en terapia intensiva, hablé con el supervisor del sector, ahí te necesitamos, En quince minutos comienza nuestro turno, por favor ve a cambiarte.

Mientras me colocaba el ambo me golpeó la realidad que se estaba viviendo, sola en casa no había logrado dimensionarla y me asustó no estar a la altura del momento. “Es la hora” , escuché decir al otro lado de la puerta. Salí apresurada, la sonrisa, aunque intenté ya no aparecía en mi rostro.

Entramos a la antesala de la terapia y nos vestimos de acuerdo al protocolo, lo poco que recordaba de mis compañeros se fue perdiendo a medida que la protección iba cubriendo sus cuerpos y apenas podía ver sus ojos. El supervisor retiró las historias clínicas, las camas separadas por cortinas delimitaban el espacio de cada paciente dejándolos en soledad, más todavía. Me entregaron una con el número de cama, me dirigí al lugar, María Adela leí en la ficha, noventa años, covid-19, insuficiencia respiratoria.

Dos datos, sólo dos que no hablaban de su vida, ni de su historia, ni de sus hijos y nietos. Solo un documento en el que estaba escrito María Adela, noventa años. Busqué sus ojos y los vi abiertos, con un celeste desgastado me miraron, le sonreí, sin ser consciente de que esa sonrisa no llegaría a destino. María Adela seguía mirándome y sentí un ruego en las lágrimas que corrían por sus mejillas, toqué su mano, dos pares de guantes me separaban de su piel sedienta, pero ese contacto ardió en mí, cuánto tiempo hacía que no acariciaba.

—Adela va a estar todo bien, (le dije pasando mi mano por su cabello blanco), pronto todo pasará.

Una sonrisa apareció en su rostro, ella tenía el privilegio de que su sonrisa sea visible, movió sus labios, traté de acercarme para entender lo que decía, era muy difícil con la máscara protectora, pero seguí intentando. Sus labios se movieron nuevamente, la escuché:

—Hija, quiero estar con papá.

No contuve el llanto, no estaba preparada.

Nunca nos preparamos, para dejar partir.

No sé si hice lo correcto, en ese momento mis sentimientos me invadieron y solo quería abrazarla a ella, pero no podía

—Hija quiero estar con papá, repitió

—Él te espera, le dije acariciando su mano, ve…

Inmediatamente me sorprendió la alerta en el monitor. “El carro de paro” gritó el médico ocupando su lugar en la cabecera de la cama, no lo había visto llegar, otra enfermera lo acercó y yo… apenas si pude reaccionar a lo que estaba sucediendo, no me di cuenta, o si me di cuenta, no lo sé. Me aferré a la mano de María Adela, porque para ella era su hija y mi mano la ayudó a volar.

Mi cabeza cayó hacia adelante y lloré sin consuelo, sentí que me tomaron de los hombros, y amablemente me sacaron de lugar.

—vamos, te acompaño, (dijo una voz, yo lloraba desconsolada como la niña que era, necesitaba desesperadamente un abrazo, pero no se podía. Estábamos en ese tiempo en que solo nos expresamos con la palabra).

—Perdón, (dije entre llantos a la persona que me acompañaba, temiendo no haber cumplido con mi obligación)

—Gracias, me susurró al oído, ella se fue acompañada.

Es lunes por la mañana, hora de salir de casa, tengo organizada una reunión con los supervisores, lo hago cada semana para que los distintos departamentos funcionen lo mejor posible, ya llevo cinco años en el cargo de jefa de enfermería

—Me voy, (le avisé a mi hija).

— ¿Mamá me llevás hasta la parada? Me quedé dormida y en una hora comienza la clase, no llego

—Dale, apurate (dije con palabras), “siempre la misma historia” (dijo mi sonrisa).

Sus ojos me miraron pícaros, un abrazo y un beso en la mejilla, me llenaron el alma

—Gracias ma. ¿Sabías que te quiero?

—Vamos María Adela, se hace tarde.

Jeniffer Susana García Valerio, Perú

Atesorando momentos

Soy médica de profesión, erradicada en Lima-Perú desde hace dos años y ocho meses. Me tocó aprender otro oficio, pues inicié a trabajar en un programa de televisión llamado “Nota Universitaria”, órgano informativo de la universidad Ricardo Palma. Gracias a mi líder de trabajo, el Lic. José Castro Machado, periodista reconocido, quien me dio la oportunidad de formar parte de su equipo de trabajo y en donde confirme aquello de que quien solo sabe de medicina pues ni de medicina sabe. Y antes de la cuarentena me encontraba realizando día a día extensas jornadas de grabaciones, entrevistas, comisiones diversas en todo Lima, para llevar a cabo la realización del programa de televisión. Una rutina bien fuerte y movida, un ritmo bien acelerado sin duda, por lo que esos días de encierro tan necesarios para preservar nuestra salud fueron un cambio radical que se fomentó de manera brusca y simplemente con buena actitud fuimos amoldando a nuestro quehacer hogareño.

Una de las cosas más bonitas también, es que tengo un cachorrito llamado Charlie de un año y medio, un canino ligado con Chihuahua, todos los días se quedaba solo en nuestra habitación, pues mi esposo y yo debíamos salir a trabajar una jornada completa, y llegábamos de noche para hacerle cariños, mimos y dedicarnos a él. Literalmente mi canino fue el más feliz porque toda la cuarentena la pasó 24–7 de nuestro lado. Su felicidad era incomparable, una conexión inexplicable.

No hay duda de que debemos vivir cada día como si fuera el último y darle valor a todo lo que nos rodea por mínimo que sea, siempre agradeciendo a Dios cada día de vida y teniendo fe en que siempre lo que pasa es lo mejor, cada día es una página de nuestro libro de vida.

“La cuarentena”: un suceso inédito e inesperado para las nuevas generaciones, algo que ninguno de nosotros esperaba que ocurriera en nuestras vidas. Qué ironía es pensar que todo lo tenemos fríamente calculado, cuando la realidad del diario vivir demuestra lo contrario. Esta pandemia nos ha dado una lección de vida, una experiencia inolvidable. Y creo que no existe un ser humano en la tierra que pueda decir lo contrario.

En lo personal, había dado por perdido muchas cosas, entre ellas, por ejemplo, compartir un almuerzo en familia, un rico café con ese calor humano, una cálida conversación en medio de sonrisas, poder conocer con exactitud quién vive a tu lado, compartir con los más pequeños de casa, prestar atención con total libertad a tu mascota. En fin, puedo decir que hasta había perdido hábitos de lectura, todo por falta de tiempo, y lo que ahora entiendo, es que simplemente han sido excusas, porque nos acostumbramos a una rutina de vida, pero la cuarentena por covid-19 nos ha obligado a mirar donde antes no lo hicimos, esto sólo nos ha dejado una enseñanza y particularmente creo que es cuestión de preservar valores, organizar el tiempo, tener mente positiva, buena vibra, buena disposición, y humildad por encima de todo.

En el día número uno de cuarentena, exactamente el 16 de marzo del 2020, fue inigualable esa sensación de estar encerrados, y la gran pregunta fue, ¿Ahora qué hago? ¿qué hacemos? Empezó la preocupación por los alimentos, ¿Cómo rendirlos?, saber si continuará la jornada laboral y ahora virtual ¿Cómo será? Poco a poco, fueron transcurriendo los días, dolores de cabeza viendo noticias, el incremento diario de las medidas de bioseguridad, aun cuando estábamos encerrados.

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