Götte, Sergio
El sufrimiento en la pandemia : una aproximación bioética / Sergio Götte ; prólogo de Guillermo Kerz. - 1a ed. - Santa Fe : Universidad Católica de Santa Fe, 2021.
Libro digital, EPUB - (Pensar la Pandemia: Inspirar esperanza en tiempos de crisis ; 3)
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-950-844-204-8
1. Ética. 2. Bioética. I. Kerz, Guillermo, prolog. II. Título.
CDD 179.1
© Sergio Götte, 2021
© Universidad Católica de Santa Fe, 2021
Echagüe 7151, Santa Fe (S3004JBS), República Argentina
Todos los derechos reservados.
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin previa autorización por escrito.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Dirección académica: Ana María Bonet de Viola
Directora editorial: María Graciela Mancini (gmancini@ucsf.edu.ar)
Sobre un diseño original de Mariel Mambretti.
Conversión a formato digital: Libresque
Universidad Católica de Santa Fe
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El título que nos presenta el autor: El sufrimiento en la pandemia. Una aproximación bioética , interpela nuestra responsabilidad de la lectura, no solo en el sentido literario sino de la lectura de la vida ante el dolor y el sufrimiento (personalizado en el sufriente), ante la humanización que contemple el rostro del otro muchas veces invisibilizado y quizás más invisibilizado en tiempos de esta pandemia.
La perspectiva de la muerte y su sentido propone reflexionar sobre la importancia del cuidado y acompañamiento en este proceso ocasionado por esta verdadera crisis sanitaria.
El autor reflexiona no solo en el repensar, sino que propone al final algunos puntos prácticos para acompañar al paciente, a su familia y al equipo tratante en tiempos de Covid-19.
Me permito invitar al lector a pensar cada párrafo vertido por el Presbítero Sergio Götte, ya que insta no solo a nuestra inteligencia sino a la misma afectividad que nos relaciona como Humanidad en ese verdadero vinculo fraterno.
Reafirma la toma de decisiones de aislamiento, distanciamiento, pero también propone un norte que debería acompañar las decisiones en tiempo de Covid: “No hay que olvidar que dichas medidas dificultan la obtención de otros bienes humanos básicos (la vida familiar, la amistad, todas las actividades que se realizan con otros) y, por tanto, la promoción del bien común”.
Para concluir, en esa “humanización de la medicina” hay dos principios éticos que la acompaña: El primero primun non nocere (antes todo no producir daño); el segundo: la medicina no siempre cura, pero siempre cuida y acompaña. Mitigar el dolor es un imperativo ético que no solo se logra farmacológicamente sino con la reflexión que nos otorga y nos invita: “Si no recibe cuidado, desde el nacimiento hasta la muerte, el ser humano se desestructura, languidece, pierde el sentido y muere”.
Dr. Guillermo Kerz
Vicerrector Académico UCSF
“ Nadie se conoce a sí mismo hasta tanto no ha sufrido .” La célebre frase formulada, entre otros, por el escritor francés Alfred de Musset, es fruto de un intento de búsqueda de los aspectos positivos del sufrimiento humano. Estas palabras, que valen para cada persona humana concreta como para cada comunidad, nos indican que, incluso en circunstancias sumamente trágicas, el ser humano es un alumno y el dolor, su maestro.
Hay en el dolor un camino para conocernos a nosotros mismos y hacernos auténticamente humanos. La exhortación “ Conócete a ti mismo ” fue grabada en el portal del antiguo templo en Delfos, Grecia, como testimonio de una verdad para ser adoptada como norma fundamental del ser humano. En este sentido, la pandemia debida al Covid-19, que en muchos casos ha exigido las fuerzas de los profesionales hasta el extremo, tiene que ser también una invitación a la reflexión sobre aquello que es lo “propiamente humano”. Lo vivido en estos meses de pandemia ha sido un tiempo de aprendizaje de lo que somos capaces y de lo que nos cuesta. Un tiempo que nos ha enseñado a esperar, redescubriendo lo que nos importa y lo que amamos. Por eso ahora queremos revisar el concepto del dolor y el sufrimiento desde algunos planteos filosóficos, para ver cómo la ciencia médica puede hacerse cargo actualmente con más plenitud de esta realidad, en un proceso que denominamos “humanización de la medicina”, asumiendo lo que expresaba el Papa Francisco: “De una crisis no se sale igual: salimos mejores o peores” (Francisco, 2020, p. 1). Finalmente buscaremos algunos elementos prácticos para advertir cómo acompañar al paciente, a su familia y al equipo tratante en situaciones críticas relacionadas con Covid-19.
1. Concepto de dolor y de sufrimiento
Suele decirse que el término “‘vida’ es abstracto” (Verneaux, 1970, p. 18), porque “la vida” estrictamente hablando no existe, sino más bien este vocablo designa la propiedad de ciertas operaciones “vitales”, y, por tanto, la propiedad del sujeto que realiza esas operaciones: el “viviente”. De la misma manera, afirmamos que no existe propiamente el sufrimiento, sino que concretamente existe el “sufriente”, una persona que experimenta una desarmonía, no solo como herida o malestar en su cuerpo, sino también vivenciada como crisis en todos los aspectos.
En este contexto, es conveniente notar ante todo una diferencia semántica entre algunos términos. En primera instancia, se habla de dolor, el cual ha sido definido como una “experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño actual o potencial de los tejidos” (Merskey, 1994, p. 209). Aquí se destacan dos aspectos: por un lado, en cuanto seres humanos, a todas las sensaciones asociamos emociones, las cuales forman parte de nuestro mundo afectivo. A su vez, un daño indica la presencia de una realidad que es objetivamente mala para el sujeto que la padece. Por lo tanto, el dolor debe ser tratado, no solo por razones humanitarias, sino básicamente fisiológicas.
El dolor como sensación displacentera se hace sufrimiento cuando empieza a penetrar en todas las facetas de la persona, hasta alterarla por completo. El sufrimiento termina identificándose en última instancia con quien lo padece: “una vez que el sufrimiento llega a la vida, el sufrimiento soy yo.” (Bautista, 1996, p. 21). De este modo, no solo puede ir ganando intensidad y duración a medida que la enfermedad avanza, sino también profundidad: echa raíces, persiste, tiene una hondura. Va generando entonces, por un lado, una pérdida de confianza en la propia corporeidad y en la autosuficiencia y, por otro, una progresiva dependencia con respecto a los demás.
De manera similar, es oportuno distinguir entre “la enfermedad”, como concepto enfocado en alteraciones de estructuras y procesos del cuerpo (en cuanto objeto), y “el enfermarse”, como vivencia personalizada (en cuanto propia de un sujeto). Al enfermarse la persona experimenta una serie de interrupciones en su cotidianeidad, es una vivencia de vulnerabilidad y precariedad. El enfermo no percibe el mundo como un hogar, sino que, porque su cuerpo se está de algún modo disgregando, aprehende su entorno como algo extraño y resistente. Hay desintegración con respecto al espacio (que se llena de barreras como las cabinas de aislamiento dentro de las terapias intensivas) y al tiempo (el futuro aparece oscuro, el enfermo restringe su mirada al presente focalizado en la incomodidad sin alivio).
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