Para el coaching, cada persona es un observador único de su mundo y del mundo, por lo tanto, sólo él puede modificarlo si así lo desea. Como coach ontológico no le decimos a las personas que hacer, no aconsejamos, exploramos por medio de preguntas, ofrecemos interpretaciones generativas, desafiamos amorosamente a ese “observador” para lograr acceder a una nueva mirada, que le permita el descubrimiento de nuevas acciones y posibilidades, que le permitirán, a su vez, acceder a los resultados deseados en cualquier ámbito de su vida, excepto en temas de salud mental. El coaching ontológico es un proceso de entrenamiento y de aprendizaje materializado a través de sesiones, se generan nuevas ideas y posibilidades no descubiertas anteriormente por el coachee y este descubrimiento lo lleva a darle a “el problema” nuevos significados, lo cual lo conecta con nuevos caminos, y, por lo tanto, con nuevas soluciones. Toma en cuenta las fortalezas, los recursos, determina cuáles son las creencias o factores que lo limitan, a los efectos de reconocerlas/os y modificarlas/os en pos de nuevas posibilidades. Invita a “soltar” lo conocido que ya no es funcional, para abrazarse a lo no explorado. Se requiere coraje, pero sobre todo, de un fuerte compromiso para hacer sesiones de coaching, porque si uno no cambia nada cambia. Se necesita atreverse a diseñar un por-venir que involucre nuestro bien-estar y el logro de los resultados que verdaderamente nos importan.
Volviendo a la vida en el campo no tenemos niñera, ni personal doméstico, y ahora incorporé un escritorio para trabajar home office ¡como tantas personas multi task! Nos organizamos familiarmente para acompañarnos, cada uno en lo suyo, las niñas sin colegio pre aprendieron otra forma de socializar. Mi marido Facundo se ocupa de prestar servicios al agro, en “campaña” se va a su pueblo natal donde quedaron sus clientes, y antes de covid-19, cuando él estaba en casa, nosotras íbamos temprano a la ciudad, yo a la oficina, y las niñas a la escuela, nos encontrábamos por la tarde, ahora está más acompañado y eso lo hace feliz. ¡Los cuatro juntos durante las 24hs! Mi hermano menor (nos llevamos 19 años) también vino al campo a pasar la cuarentena, vivía en Tandil, a punto de recibirse de Ingeniero Agrónomo, para estudiar on line daba lo mismo el lugar y para nuestra familia: “mejor en familia”. Mis padres y mis tíos transformaron la casa de fin de semana en el campo como hogar permanente, dicen que hasta que todo pase, yo tengo mis dudas de que regresen a la ciudad después de todo esto, en fin. Bendecida situación.
Con amor todo es más fácil.
Lic. NADIA CORINO
Coach Ontológico Profesional
Un antes y un después de marzo de 2020. Queríamos compartirles con Nadia lo que fueron nuestras experiencias pandémicas. He aquí entonces mi relato:
Mi vida antes de la Pandemia era bastante ¿ordenada? Aunque disfrutaba de todo lo que hacía, porque siempre fue así, tenía horarios para todo. El tiempo estaba bien administrado: Levantarme, ducharme, cepillarme los dientes, desayunar. Llevar a Martina a la escuela, ir al trabajo. Cuando volvía, ella ya estaba en casa. Con Alejandro, mi esposo íbamos al gimnasio, él después daba sus clases de Yoga Vital en Akasa, un espacio que tenemos donde desarrollamos nuestras actividades; luego cenábamos en familia, mientras compartimos los aconteceres de una intensa jornada.
En alguna parte del día, siempre había algo para estudiar o algún apunte para leer, una idea a desarrollar, un proyecto o libro para escribir y a ponerse manos a la obra.
Los fines de semana eran espontáneos, y súper disfrutables: conexión con la naturaleza, caminata por el parque Miguel Lillo o la playa, alguna que otra escapada por la costa atlántica, o las sierras, un cafecito en familia, siempre una reunión, cena o festejo con amigas o con mis primas y en verano, siempre un viaje: horarios, tiempo, orden.
De repente, un bicho se mete en tu vida, y en la vida de todos.
¿Me desordeno?
“Quédate en casa” era el lema ¿la casa como refugio? ¿Los que (aún) viven en la calle? ¿Los que viven un infierno dentro de sus hogares? ¿Los que trabajan por día para llevar un plato de comida a su familia? “Quédate en casa” era (es) desigual.
Los primeros días debo decir que me quedé paralizada. Parada. Atónita. Mirando todo a mí alrededor como si estuviera en una película, donde yo no era la protagonista. Preguntándome: ¿qué hago? ¿Cómo lo hago? ¿Y ahora, qué? Sentís que algo te atropella, te agarra de sorpresa, desprevenida, y te sacude, te zamarrea. Y todo cambia. Con el paso de los días, me doy cuenta que soy la protagonista. No es ninguna película de terror, es real.
Sabemos desde el psicoanálisis que “lo disruptivo es algo extraordinario que impacta en el psiquismo, y que irrumpe de manera consciente e inconsciente. Las consecuencias se miden en función de la estructura de personalidad del sujeto que lo percibe y procesa”.
Mi hija no iba a la escuela, o mejor dicho al lugar físico, a la institución escuela ¿no? Por qué clases hubo virtuales. Comenzaban entonces “las clases pantalla por medio”, y yo que iba todos los días a atender a mis pacientes, ya no podía (porque al principio eran escasos los que querían de ese modo) No gimnasio. No hay reuniones. No cafecitos. No caminatas. No hay playa. No viajes. No besos, ni abrazos, ni nada. Me invadía el silencio. Afuera estaba el peligro, decían. Pensé ¿cuál sería la salida entonces?
Empecé a salir de esa parálisis abrumadora, y a moverme. No sabía bien cuál era el rumbo, hacia donde dirigirme, pero por lo menos me movía. Sin mucha tele ni mucha información, porque lo único que hacían era mostrar el horror en otras partes del mundo, y eso no me aportaba ni me sumaba nada, solamente ansiedad y malestar. Solo me deprimía y hacía que los días fueran más grises. Las horas transcurrieron de manera creativa, tomando al encierro como salida, amigándome con él, lo invité entonces a “hacerme compañía”.
Me quedé como en una burbuja, pero con gran movimiento interno, de profunda introspección, leyendo mucho, estudiando bastante, y creando todo tipo de proyectos, junto a otros, como lo hago siempre. Porque “somos con otros” ¿verdad? No me imagino haciendo cosas en soledad. No es constructivo para mí. Siempre se construye y se aprende con el otro.
Con algunos de mis pacientes pude hacer las sesiones por video llamada, muy de a poco, aunque muchos no quisieron encontrarse de esa manera. Todos decían que era lo mismo, pero no. Yo siempre les doy un beso, y muchas veces un abrazo a todos cuando los recibo. En fin, era lo que se podía, y pensé entonces en ir a favor de las cosas, y a no poner resistencia porque las cosas iban a pasar igual
La rueda empezaba a girar. Como dice el dicho: “cuando el carro se mueve, los melones–ideas (eso lo agrego yo) se empiezan a acomodar”. Y sucedieron días hermosos. Volví a Zumba, esta vez de manera virtual con la bella Mónica Knudsen, que siempre le pone onda y alegría a sus clases. Más adelante con mi amiga Carla Duarte, que ahora vive en Buenos Aires, hicimos unos spots de “Prevención de la Salud Mental” junto con bailarinas de la ciudad que pusieron el cuerpo para danzar. Danzar en medio de tanta angustia, y tanta incertidumbre. Bailarla. Estos siete spots terminan con la frase: “Porque tu salud mental, también nos importa” . Porque lo que pasaba era que los psicólogos al principio no fuimos considerados personal esencial, y yo, como todos los colegas, consideramos que, sin Salud Mental, no hay salud. La gente tenía mucha resistencia a las sesiones virtuales, no fue fácil. (Aunque los gastos para ejercer, había que pagarlos igual)
Más adelante escribí sobre algunas emociones ; una serie llamada “Ser Sensible”: sorpresa, alegría, tristeza, ira, miedo e incertidumbre. Esos relatos luego fueron actuados por actrices locales y también se convirtieron en spots. Observaba como en los medios de comunicación, y también fuera de ellos, se hablaba de la Salud solo como la salud física, orgánica. Y quise hacer algo con eso. Entonces, ¡Luz, cámara, Acción! Y salieron cosas muy bonitas, gracias, y como siempre, a un equipo de trabajo. Tiempo después se puso “en la pantalla, esto de la importancia de la Salud Mental”, pero solo un poco. Siento que muchas veces los psicólogos profesionales, “somos el último orejón del tarro”. A mi criterio, hay un sesgo biomédico de la pandemia, que tiene que ver con enfermar a partir de lo físico, sin tomar en cuenta la dimensión psicológica y social.
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