Desde enero estando en Argentina veníamos escuchando en casa las noticias que llegaban desde China. Se sentía tan lejano y remoto, un virus tan contagioso y mortal que obligó al aislamiento de la gente. Sonaba tan raro.
Durante febrero en Londres las noticias hablaban de un brote en Italia. Mi trabajo no se vió modificado en ese entonces, pero sí los estudios de yoga, nos pedían que recordemos a los estudiantes lavarse las manos, usar alcohol en gel, limpiar el mat de yoga. En marzo viajo a Brasil a un curso de dos semanas, El Arte de Parir. Y me encerré en mi burbuja, mi bello círculo de mujeres, pero por supuesto que las noticias llegaban y ya se escuchaba de casos en la zona. El curso se suspendió cuatro días antes de concluir. Y hubo pánico colectivo, hubo shock por el corte abrupto y optamos todas por despedirnos en una amorosa ronda tomadas de las manos, llorando y haciendo circular esa maravillosa y confusa energía. Las que vivíamos fuera del país nos preocupamos, ya habían cerrado sus fronteras todos los países latinos excepto Brasil, pero cada día que pasaba el nervio estaba ahí hasta que me senté en el avión. Un nervio fuerte porque yo me estaba recuperando de un resfriado y estaba tosiendo mucho y, si bien sabía que no tenía el virus, no quería pasar por el mal momento de recibir miradas juzgándome. Y cuando no tenés que toser, no tosés, y tuve la suerte de tener vacío el asiento al lado mío del avión, y tosí menos, y aguanté.
Llegué a Londres el sábado 21 de marzo. Ya todo se sentía diferente. El lunes 23 comenzó el aislamiento. Yo hice catorce días de aislamiento estricto y no salí de mi casa en ese período. Fue un aislamiento voluntario, nadie me pidió que lo hiciera, pero fue mi responsabilidad civil. Además, por la naturaleza de mi trabajo. Yo estaba de guardia para un parto. Y por precaución compartí el acompañamiento de esta pareja con otra doula de mi equipo. Lamentablemente los protocolos ya habían cambiado y solo una persona podría acompañar al hospital a la mujer durante el trabajo de parto. Ofrecimos apoyo virtual.
El próximo parto estaba programado para que sea domiciliario, pero el día que rompió bolsa su presión sanguínea subió y lamentablemente tuvo que ir al hospital. Primero sola, luego cuando comenzó el trabajo de parto la pudo acompañar su marido.
Tuve un tercer parto, también programado para ser domiciliario con parteras independientes. Cuando llegué a su casa no me abrían la puerta; ¡es que ella estaba dando a luz! Fue maravilloso, intenso, suave, emocionante.
El primer día de aislamiento aprendí cómo usar las diferentes aplicaciones para dar mis clases de yoga online. Eso significó comprar equipo de sonido e iluminación. Me sorprendí por el buen resultado, tenía muchas alumnas, había mucho entusiasmo por seguir las clases virtuales. Nada, nunca reemplazará la energía que se vive estando en un mismo ambiente, pero fue realmente una buena opción. ¡Y hubo al menos, opción!
El aislamiento me obligó a ser creativa y a promocionar mis clases de una manera más intensa por las redes y los buscadores tipo Google… la competencia fue feroz, todos estábamos trabajando online y ahora abrimos las puertas al mundo. No hubo respiro, pero como a muchos me volqué de lleno en la cocina y opté por todo casero, todo saludable incluyendo ayunos y limpiezas corporales de todo tipo, más práctica de yoga, más meditación… y cambios de hábitos… la cuarentena me ayudó a cortar con el azúcar y el gluten y me dispuse a investigar sobre el tema y llegué a la dieta keto, y por ahora es lo que mejor me sienta.
En mayo el dueño del departamento que alquilaba aumentó el alquiler. Lugar que alquilé por dieciocho años. Fue un shock. ¡Y qué maravilloso sentir ese sacudón que me hizo despertar! Me hizo movilizarse para conseguir un lugar mejor, más tranquilo, con espacio exterior en una pequeña casita en un barrio muy tranquilo. ¡Qué cambio tan beneficioso! ¡Qué bien me ha hecho esto! No puedo pedir más. Y si bien la inversión es mayor, era tiempo de tener un espacio así, decorado completamente por mí. El clima en Londres está loco como siempre, y si bien hubo muchos días de lluvia también hubo días increíbles y agobiantes de treinta y cinco grados y más.
Belén Serre Suarez, Argentina
Mi hogar: escenario de la vida
La vida se transforma, se rearmó y crecimos.
Hace unos meses atrás todo esto era impensado, levantarme todos los días y partir al trabajo era común, dentro de lo cotidiano, donde el abrazo, el beso, el saludo, las clases físicas eran habituales, hasta por momento me quejaba y rezongaba de las pequeñas y grandes cosas de los quehaceres frecuentes.
Disfruto mucho de mi trabajo, de estar donde estoy, elijo dónde quiero estar.
Un día todo esto cambió. ¿Cambió para bien o cambió para mal? Pregunta que hago todos los días.
Pero si sé que esta vida se transformó, que ya no será esa vida que todos teníamos. Ni siquiera la mía.
Sentir una gran incertidumbre, tener miedo de lo que pueda pasar. Sentir que uno no está capacitado para transitar el teatro desde lo virtual. Mi cabeza se llenó de preguntas, pero no aparecían respuestas.
Al principio de esta cuarentena sentí que mi alma creativa no estaba presente, entonces fue en ese momento que me pregunté ¿Qué estaba pasando? De pronto “encerrados” en casa sin poder salir, no era una decisión de uno sino era a nivel general, eso era lo que me pasaba, no estar con esa libertad que la creatividad tanto necesita; un eslabón principal a la hora de crear y hacer.
Desde ese momento tuve que tomar la decisión de seguir como estaba o tomar la ruta de la transformación, de la creación desde otro lugar, aunque debo confesar que todo me angustio, porque gran parte de mi trabajo es con la sociedad, con la gente, y esta pandemia no me permitía seguir de esa manera.
Sabemos que el teatro es físico cerca muy cerca, sentir que el otro está y que yo estoy para el otro.
Pero todo se transformó y debíamos estar unidos, juntos, creando desde la pantalla, sintiendo que se puede y que, si bien “no es lo mismo”, como vengo escuchando desde hace mucho tiempo, es lo que hoy disfrutamos y sentimos.
Mis días de trabajo se transformaron frente a una computadora, ella y la creatividad siempre están presentes. No bajé los brazos, sentí que podía transformar todo esto y que, si bien me costó, acá estamos intentándolo, disfrutándolo, y anhelando el día que podamos abrir las puertas para ir a jugar, como dice la canción de arroz con leche.
La vida en el hogar también cambió, disfruto mucho estar en mi casa. Una lleva mucho tiempo construyendo su hogar y se da cuenta que, con el trajín de la vida, no lo disfruta como quisiera, y este cambio vino de la mano de estar acá en casa, disfrutando cada rincón, transformando lugares de la casa en escenarios de la vida, la de afuera, la vida donde uno hace diferentes roles, donde cada uno ocupa un lugar diferente.
Lloro, rio, lloro, rio. Y eso es parte de esta transformación de estar vivo, de transitar cada día como si fuera el último, vivir en la transformación continua, y saber que uno puede, que se puede.
Como esa crisálida que sale al mundo cambiado y modificado así estoy yo.
De esa manera me siento.
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