1 ...7 8 9 11 12 13 ...20 –a ella también– /
quedarnos sentados /
al borde de un muelle /
viendo /
cómo se aleja lo que antes/
estuvo tan cerca, /
tan entrañablemente cerca /
de nuestros corazones... /
Los que amamos /
y nos aman /
tejemos, juntos, /
una tela de araña /
sobre el mundo /
donde atrapar
el más mínimo recuerdo /
de algo /
que los devuelva a mi /
que me regrese a ellos– /
Y yo/
sin poder hacer nada /
salvo escribir /
estos versos /
y mantener /
en vigilia/
mi lámpara.
Álvaro Alberto Sirgott, Inglaterra
“Emma: mi súper heroína”
Aquí está el segundo encierro que ordenó el gobierno, se va a intensificar mañana y el jueves cierran fronteras, un poco engorroso, mucha gente ha perdido su trabajo porque bares y tiendas han cerrado para cumplir, y el gobierno se está encargando de muchos gastos, pero la economía se está paralizando.
Cuando se inició el primer encierro las personas se quejaron bastante, muchos creen que es una farsa. A mí me dio, y no lo es; y muchos no respetan las normas básicas de higiene y distanciamiento social. Cuando se decretaron las primeras medidas “de libertad”, poder salir, abrir las tiendas, la gente se volvió loca, nadie utilizó mascarillas, nadie respetó el distanciamiento y el Reino Unido encabeza Europa con el brote de coronavirus.
Yo empecé en la última semana de marzo a tener dificultades para respirar, sentía una tranca debajo de la garganta, llame al sistema de salud, me dijeron que me calmarla que podía ser psicológico, pero al día siguiente tenía fiebre que no bajaba de 40 grados y dificultades para respirar, vinieron tres personas tipo astronautas, con sus trajes antivirus, mascarillas, a tomar muestras a mi hija y a mí, mi niña tiene cinco años, las muestras fueron exámenes de sangre y serigrafía.
Pase una semana y media en cama, sintiéndome horrible, me dijeron que podía llevar a la niña con su madre, yo les dije que no, porque soy separado y siempre me ocupe de ella, su mamá no, se desentendió, aparte es asmática, y si pasa algo quizá sea más grave, así que yo me hago cargo.
Al día siguiente me tocaron la puerta y me dejaron todo el tratamiento en la puerta, y mucha comida, una fiebre que no bajaba de 42° toda la semana, antivirales, haciéndome cargo de la niña con un gran esfuerzo, porque no podía respirar bien, me levantaba asfixiado, con malestar en el cuerpo, con migraña que no se me quitaba.
Y mi niña cuidándome, haciéndose cargo de mí, en cosas básicas, alcanzarme las pastillas, servirme agua, ella se portó muy bien esa semana. Pero los niños parece que no tienen sangre en las venas sino gasolina de cohete.
Yo trabajo desde casa, soy programador y me dedico a la creación de tiendas virtuales, así que pude seguir trabajando del mismo modo, a pesar del encierro.
Me ordenaron encierro total por veintiún días a principios de abril y ya el sistema británico estaba colapsado.
Lo único que puedo agregar es que el vínculo con mi niña se fortaleció mucho. Ella es mi supe heroína, y a pesar de todo lo que ha pasado desde la separación de su mamá y la pandemia, se ha mantenido muy alegre y colaborativa. Soy muy afortunado de que Emma sea mi hija.
En tiempos de crisis, sin importar la edad, siempre aflora lo mejor del ser humano.
Gabriel Aignasse, Argentina
Del control de carga, a sentir la carga
Vivo en la ciudad de Necochea, trabajo en el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria más conocido como el SENASA, mi tarea en el organismo se desarrolla en Puerto Quequén, soy supervisor de embarque, lo que hacemos es el control de la carga de los buques que vienen a nuestra unidad marítima, todo lo que sea cereales, oleaginosas y legumbres es supervisado por nosotros y una vez aprobado se exporta, siendo los responsables de la calidad fitosanitaria de la misma hasta que el buque llegue a su destino.
En nuestro trabajo no somos muchos inspectores así que una jornada normal es de doce horas, pero también lo son de dieciocho y veinticuatro, ya que cuando un barco entra a cargar nuestra gente tiene que estar siempre. De mi vida en particular tengo cinco hijos, cuatro de mi primer matrimonio, Matías que vive en Chicago, Agustina trabaja en la fábrica de lácteos de su madre en Azul, Camila estudia en La Plata, y Tomás que también estudia allá; Chabela mi hija del segundo matrimonio, vive conmigo; es la menor de doce años. Mi compañera.
Nuestra vida era normal antes de la pandemia: transcurre en ir a trabajar a la mañana al Puerto, previo pasar a buscar a la niñera para que se quede con Chabe, al medio día paso a buscarla para llevarla al colegio, de allí se vuelve al Puerto a la tarde se la retira del cole y se la lleva a natación el cual es un deporte que compartimos, yo nado a la mañana una hora y media casi todos los días, si hay inconvenientes en el Puerto no puedo ir, ese es un espacio muy esperado en el día por mí, es mi tiempo y realmente lo disfruto. Luego volvemos a casa a merendar o a veces se va con su mamá para luego volver a dormir a casa. La cena es un espacio en el cual siempre compartimos y después vienen los deberes del colegio, casi siempre con discusión de por medio ya que hay que estar arriba de los chicos porque nunca quieren hacerlos. Por eso debo ser un poco el ogro de la casa.
Una vez al año trato de salir de vacaciones; con todos mis hijos juntos, pero por sus edades, estudios y diferentes ciudades de residencia, se complica un poco. Igual lo vamos logrando bastante bien, aparte tengo una excelente relación con mi primer esposa Gabriela, nos consideramos mutuamente y compartimos mucho tiempo juntos. Ella vive en Olavarría y cuando mis hijos van allá, Chabe y yo vamos también y disfrutamos mucho el estar todos juntos, como así también compartir entre todos vacaciones. Es algo único esa relación que tenemos por suerte; fuimos todos juntos al egreso de Mati en EEUU. Luego nos tomamos unas vacaciones todos juntos y hace menos de un año fuimos a su casamiento todos también. Bueno, en resumen esa sería mi vida normal, y vale aclarar que en mi trabajo no existen fines de semanas o feriados; si el barco carga nosotros tenemos que estar ahí presentes para supervisar la mercadería que se exporta. Con nuestro deporte que es la natación también salimos a competir por la zona; en campeonatos provinciales y a fin de año los nacionales, así que hay que coordinar todo esto con los estudios y trabajo para poder asistir.
Nuestra normalidad fue cambiada de un día para otro. Primero fueron las noticias de una enfermedad en China llamada covid-19, el Coronavirus que empezó en un mercado en Wuhan algo que parecía tan lejano y que con el tiempo nos daríamos cuenta de que no lo era. En mi trabajo tratamos con tripulaciones de China constantemente ya que exportamos varios cereales y es uno de nuestros grandes compradores, así que me es habitual el saludo en chino y alguna que otra palabra en su idioma. Empezaba a nacer una preocupación en el Puerto, ya que muchas naves vienen a nuestra ciudad y sus tripulantes bajan y conviven con nosotros por varios días siendo normal verlos pasear como turistas. En el Puerto se empezó a hablar de protocolos que se deberían implementar para los barcos chinos o para aquellos que pasaron por China, pero aún era muy lejano. Los medios de comunicación empezaron a informar cómo esto se convertía en una pandemia; y lo lejano ya estaba en Ezeiza, nuestro aeropuerto internacional, y el mundo empezó a enfermarse y empezamos a tener ya no solo protocolos para estos buques que llegaban, sino para todos. Los barcos tardan de China a Necochea entre treinta a treinta y cinco días y era imposible que si alguien tenía esta enfermedad llegara sin síntomas. Los capitanes no querían que nosotros subiéramos al buque.
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