Nadia Corino - El Ser Confinado - Diarios de una Pandemia

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El Ser Confinado: Diarios de una Pandemia: краткое содержание, описание и аннотация

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"El Ser Confinado", Diarios de una Pandemia, es una obra para atesorar, ilustra la pandemia mundial iniciada en el año 2019, en la República Popular China, la cual se expandió por la totalidad del planeta tierra, desde una mirada contemporánea y real, a través de los relatos de cien personas, de diferentes edades, desde diferentes lugares y países del mundo.
¿Cómo vivieron el virus Covid-19 desde uno o varios aspectos de su vida?, el libro invita al lector a sumergirse en las historias reales, a emocionarse con ellas y a sentirse parte de una humanidad única y asechada por el mismo evento. Desde la particular vivencia de cada relato el lector será sumergido en una «montaña rusa» de emociones, desde las pruebas y aprendizajes más profundos, hasta las oportunidades y enseñanzas únicas que este hecho histórico nos brinda.
Los aportes de las autoras, desde el Psicoanálisis y el Coaching Ontológico, nos permiten analizar, reflexionar, interrogar, sobre cuestiones de la vida cotidiana en Pandemia.
Al leer cada historia podemos sentir el amor, por ese desconocido que habita en cada una de sus líneas y nos comparte su ser.
Experimentar que somos uno en este mundo, que el actuar, emocionar y sentir individual repercuten directamente sobre el colectivo.

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Y de repente, las cosas fueron cambiando, para la segunda semana de cuarentena comencé a sentir síntomas de resfriado común, lo que pensaba, era normal por el encierro, jamás pensé que podía llegar a tener diagnóstico de covid-19, ya que en ningún momento salí de casa. Pasé exactamente catorce días enferma y cada uno de ellos era más fuerte que el otro, recuerdo que el día número ocho de estar enferma, en sus 24 horas, estuve recostada en mi cama sin poder levantarme, sin poder comer, sin olfato, sin gusto, pidiendo a Dios que no fuera coronavirus. Para los últimos días de la enfermedad tenía dificultad para respirar y dolor en el pecho, tenía mucho miedo, pero en el fondo ya sabía que sí era covid-19, así que decidí pedir apoyo médico para realizarme una prueba y efectivamente salí positiva. Ese día el médico me dio el resultado y yo me quedé fría, paralizada, con mucho temor, porque apenas eran los primeros veinticinco días de cuarentena y a todos nos daba mucho temor, porque muchas personas estaban muriendo y como es lógico, reinaba un ambiente de pánico, las medidas fueron las mismas para todos, porque en casa enfermó toda la familia, no había explicación ya que nunca habíamos salido y aun así nos contagiamos. Llegamos a la conclusión de que en la bodega o en el mercadito se pudo haber contraído la enfermedad, aunque sólo una persona de la familia era quien hacía las compras, seguimos encerrados haciendo el tratamiento, y reforzando las medidas de prevención para no complicarnos, pasaron los días y me recupere al igual que mis familiares.

Cada día le doy y le damos gracias a Dios por qué vencimos al covid-19, pudimos aconsejar a otras personas para que no se complicaran, y también para que previnieran la enfermedad, de un momento a otro ya ninguno en el hogar tenía síntomas, nos recuperamos y decidimos complementar nuestra salud realizando ejercicios; esperamos con ansias las 7:00 de la tarde para hacer bailo terapias, las cuales eran dirigidas por mi hermano y creamos un ambiente hermoso en familia, cada día cocinamos algo diferente, postres caseros, todos nos reunimos en la mesa a la hora del almuerzo para reír, contar historias, recordar anécdotas, y la esperada hora de la noche para tomarnos el cafecito, asomarnos a la ventana y ver las calles vacías, todo en absoluto silencio, en realidad fue hermoso, compartimos momentos y cosas que teníamos años sin hacer en familia, reinaba un ambiente de alegría, de entusiasmo y de ganas de continuar avanzando, esos momentos de encierro en cuarentena los atesoro en mi mente y corazón y nunca los voy a olvidar; aunado a ello, permanecer en cuarentena me recordó que lo más importante en la vida de un ser humano es tenervalores y que la familia si es la base fundamental de la sociedad, que no hay nada más bonito que poder compartir con tus seres queridos. Si, fue muy duro para muchas personas perder a sus seres queridos, pero tenemos que saber que en esta vida todo ocurre por un motivo y por una razón, todo pasa por algo, y que está en nuestras manos saber afrontar cada situación con valentía y con mucha fortaleza.

Edgar Benítez, Barquisimeto, Venezuela

Mi amada compañía

El domingo 15 de marzo era el día que habíamos escogido para, al fin, ir a visitar a tres de nuestros hijos, uno de ellos residenciado en Austin, nuestras dos hijas y tres de nuestros nietos en Orlando, lugar de nuestro reencuentro. Para ello tuvieron que ayudarnos con los pasajes aéreos debido a la franca y ya prolongada merma de nuestros ingresos producto de la crisis económica generada por el llamado Socialismo del siglo XXI. Dos profesionales, mi esposa ingeniera y yo psiquiatra con 45 años de ejercicio y 69 años de edad, no disponíamos ya de ingresos salvo para sobrevivir.

Tenemos cinco hijos y seis nietos. Todos tuvieron que emigrar producto de la inseguridad, pocos ingresos, falta de vacunas y medicamentos, fallas cada vez más frecuentes y prolongadas de electricidad, falta de gas, agua y ya, para ese momento, graves fallas de gasolina (yo he llegado a estar más de una vez en una fila por más de doce horas y regresar sin poder cargar el tanque).

El resultado: una hija casada viviendo en Buenos Aires con dos niños; un hijo en Santiago de Chile con su hija y el resto en USA.

Después de tres años sin verlos y agotados por el mucho trabajo mal remunerado íbamos a ese encuentro por apenas dos semanas.

El miércoles 11 de marzo vimos en las noticias el avance del covid-19 en USA y que cerraban los parques de Disney, que están a cuarenta minutos de la residencia de nuestros hijos. Además, nuestro viaje lo haríamos con escala de ida y de regreso por Santo Domingo. Ante la situación decidimos el 12 de marzo, con dolor, suspender el viaje. Tengo amigos que se quedaron en los países de tránsito, otros en casa de los hijos, algunos sin suficientes recursos económicos.

Quedarnos significaba agregarle a lo antes descrito de la situación sociopolítica del país el tener que asumir la cuarentena. Dejar de reunirnos con amigos y familiares, cosa que afecta mucho a un venezolano porque somos “gente de abrazos “, como bien lo dijo Carlos Cruz Diez, nuestro gran artista, y de reunirnos mucho, sin otro motivo más que el de compartir.

La última semana de julio comienzo con malestar intestinal. A los pocos días aparece fiebre. Llamo a un colega y me dice que me aísle catorce días en cuarto aparte, para dolor de mi esposa y el mío, pero también con miedo por mi evolución y con temor de haberla contaminado. Tanto él como otro brillante colega sospechaban covid-19 variedad intestinal. Decidimos no decir nada y menos buscar dónde hacerme el examen, porque lo tiene centralizado el gobierno, tardan quince días en dar los resultados y, de paso, como aquí todo lo manejan cuartelariamente, podrían “decidir” que debería ir a un hospital común sin recursos (tampoco los hospitales están dotados, muchos médicos mueren por carecer de los medios mínimos apropiados para su protección. Es una negligencia criminal con pacientes y médicos, (y lo digo como médico) y, por si fuera poco, sin casi alimentación, padecer una cuarentena que terminaba siendo una prisión en la que la gente se ha quejado de maltrato. Lo otro que también decidimos fue no decirles nada a nuestros hijos porque se hubieran angustiado demasiado, sobre todo cuando era imposible venir a ayudarnos y pensando que todo era peor de lo que les informáramos. Solo sabían mis dos colegas–amigos y un cuñado que nos podría prestar apoyo en caso necesario y sólo informaríamos a los hijos si fuera realmente necesario.

Evolucioné bien y a los catorce días, con buen estado de salud, retorné a mi cuarto con mi esposa, mi única compañía, su única compañía.

Durante ese período de estar enfermo y aislado me había inscripto en un curso: Filosofía para Coaching con la finalidad de usar el tiempo en algo más realizador. Leía y hacía las asignaciones en los momentos que me pasaba la sensación de debilidad y malestar. Trataba, en todo momento, de mantener algo de sentido del humor sobre todo en el chat de mis compañeros de graduación de medicina y con algunos amigos. Pero también llegué a sentir en dos oportunidades el miedo a que se me complicara, cosa que, afortunadamente, no ocurrió.

Un día mi esposa se acercó al cuarto con su mascarilla puesta y comenzó a llorar “quiero que regreses al cuarto rápido’’. Me partió el alma, el corazón, porque nos amamos mucho y tenemos una bella vida de pareja. Me quedé mirándola en silencio.

NOSOTROS, LOS QUE AMAMOS

Vivimos un tiempo/

de adioses signados/

de incierto retorno. /

“Ya no soporto/

una despedida más “/

Así decía Ana/

la Ajmátova/

“la Musa del llanto”.

Nos tocó /

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