Jairo Osorio Gómez - Tan buena Elenita Poniatowska

Здесь есть возможность читать онлайн «Jairo Osorio Gómez - Tan buena Elenita Poniatowska» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Tan buena Elenita Poniatowska: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Tan buena Elenita Poniatowska»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El nuevo libro de Jairo Osorio recoge, en su mayoría, una selección de apostillas publicadas en prensa escrita, entre los años mil novecientos noventa y nueve y dos mil diez. Cuarenta textos de crítica literaria que hablan del gusto del autor, pero también de las broncas y los pesares con que llenan al mundo los malos hombres; escritos con el esmero y la pasión que caracterizan su prosa, a partir de intromisiones en libros proscritos de altillos olvidados.

Tan buena Elenita Poniatowska — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Tan buena Elenita Poniatowska», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En Trilogía está La Habana de mil novecientos sesenta, congelada, pero en un helador roto; casi sesenta años petrificada en la esperanza de un cambio. En los textos autobiográficos, catárticos, donde el autor revuelve espontáneos y provocadores los recuerdos que perturban la conciencia colectiva, el lector se pregunta si Pedro Juan es el ser más desgraciado de la isla, con esa fila interminable de amigos y familiares desahuciados por el cáncer, la hambruna, el desempleo, los desenfrenos del sexo, las infidelidades; o la ciudad es un infierno inaceptable de grandes sátiros, pervertidos, desgraciados, locos y sananos. Zanacos, escribe Pedro Juan. Debe ser un cubanismo.

Del libro extraña el curioso una frase amable para alguien. Las pocas tal vez que se puedan hallar –dichas sin mucha emoción– son para los atardeceres de la isla, o las noches frescas que disfrutan los inquilinos de las terrazas, en medio del azore. Aun así, crudo, áspero, rabioso –como aquél su paisano de Huelva–, el autor hace de Trilogía sucia de La Habana la crónica de un país anclado en la frustración, que tendrán que juzgar dentro de poco las generaciones próximas. El relato de la desesperanza humana.

En la visita de dos mil tres aseguré que La Habana es ahora un bar de Miami. En el libro de Pedro Juan es un sanatorio. No engañemos, pero tampoco disculpemos. Cuba necesita salvarse más allá de la retórica de las vallas idílicas que pintan a sus mulatos tratando de alcanzar el cielo azul del Caribe. La deyección en la que están convertidas América y el mundo, no justifica tampoco esta otra de nuestra “isla pequeña rodeada por Dios en todas partes”, como la cantó Eliseo Diego. La responsabilidad de un hombre libre es acusar las esclavitudes que someten a sus congéneres, independiente de sus afectos. “Porque quién vio jamás las cosas que yo amo”.

La literatura y el viaje

Edith Wharton. Cuadernos de viaje s. Edición de Teresa Gómez Reus. Barcelona: Mondadori, 2001, 266 p.

El África, con más de dos mil dialectos y treinta millones de kilómetros cuadrados, siempre ha sido territorio de peregrinación para los espíritus curiosos de todas las épocas. Cuando ese continente todavía era un insondable enigma, Samuel Pepys visitó a Marruecos en el siglo dieciocho. Dos centurias más tarde, Paul Bowles y Jane Bowles hicieron lo propio, llevándonos con sus textos por las callejuelas, las plazas y mercados, los suburbios de la ciudad exótica que es Tánger. En los años cuarenta del siglo veinte, allí era fácil encontrarse con William Burroughs, Tenessee Williams y Jean Kerouc, en las terrazas de sus hoteles preferidos.

Joseph Conrad testimonió el África negra y conflictiva del siglo veinte. Graham Greene estuvo en Sierra Leona. Antoine de Saint-Exupéry voló sobre el desierto poético del Líbano, antes de perderse para siempre en las aguas del Mediterráneo. Flaubert, dicen, escribió Madame Bovary y Salambo inspirado en las orillas del Nilo. Konstantinos Kavafis nos dejó a Alejandría en sus poemas y Lawrence Durrel en su famoso Cuarteto . Más recientemente, podemos vivir El Cairo en la obra del premio Nobel Naguib Mahfouz.

La arrebatada escritora estadounidense Edith Wharton no se quedó atrás. También se llegó a ese Continente desde mil ochocientos ochenta y ocho, cuando realizó un crucero en barco alquilado –el Vanadis – desde Argelia hasta el golfo de Túnez. Años más tarde, mil novecientos diecisiete, visitó a Marruecos, recorridos de los que dejó testimonio en sus libros de viaje, haciendo para los otros lo que Emily Dickinson aconsejó siempre: “Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro”.

La Wharton (1862–1937) ganó en mil novecientos veintiuno el Premio Pulitzer, con La edad de la inocencia , novela llevada al cine por Martin Scorsese en mil novecientos noventa y tres, película que devolvió la fama perdida a la escritora. Casada con un banquero, escribió relatos para Scribner’s Magazine , a manera de fuga de esa vida formal de las matronas decimonónicas americanas. En mil novecientos dos publicó la novela El valle de la decisión , pero fue la obra La casa de la dicha , en mil novecientos cinco, la que dio la fama literaria entre sus contemporáneos. Esos textos iniciales hablan de su mundo social, pero después de su radicación en Francia, a partir de mil novecientos siete, produjo libros de viajes, relatos y poemas.

La Wharton fue la primera mujer americana que recibió un título honorario de la Universidad de Yale, en mil novecientos veinticuatro. Su obra es ya considerada clásica en la literatura universal; lo grueso de ella contiene la visión irónica y desapegada de la sociedad victoriana de la que venía. Los cinco libros de viajes que escribió son parte substancial de su obra. No se entendería a la Wharton sin estas líneas que retratan su carácter exultante, arrebatador, libre. “Una de las mujeres viajeras más dinámicas, tenaces y eruditas de su tiempo” (Teresa Gómez Reus, editora de Cuaderno de viajes ). Cuando apareció el transporte automotor, lo celebró con alborozo: “el automóvil ha restablecido el encanto de viajar”, dijo (“De Boulogne a Amiens”, p. 129). Y fue ella quien inculcó a Henry James la atracción por las excursiones, con su amistad le enseñó el gusto de recorrer el mundo en automóvil: Sin sujeción a horarios, a estaciones (como en los trenes), y mucho más íntimo. Viajar fue para ella un ejercicio de libertad y un antídoto contra la vida monótona de las cenas victorianas y las tapicerías oscuras de su clase social en Norteamérica. Recorrió España a lomo de mulos y en diligencias desvencijadas –por Castilla, Galicia, Navarra, Aragón, Asturias–. Otro tanto hizo en Francia, Italia, África, por las islas del Mediterráneo.

“La vida es la cosa más triste que existe, después de la muerte; sin embargo, siempre hay nuevos países que ver, nuevos libros que leer […], otras mil maravillas diarias ante las cuales admirarse. El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos […]. La vejez no existe; sólo existe la pena. Con el paso del tiempo he aprendido que esto que parece cierto, no es toda la verdad. Otro generador de la vejez es el hábito: el mortífero proceso de hacer lo mismo de la misma manera a la misma hora día tras día, primero por negligencia, luego por inclinación, y al final por inercia o cobardía”, escribió en Una mirada atrás (Barcelona: Ediciones B, 1997. p. 414). Se entiende, así, su afán por el viaje.

Extraño en esa su época ver a una mujer adentrarse por territorios escasamente abiertos a los hombres: los de la guerra europea de mil novecientos catorce, por ejemplo. Y sin embargo, la vieron a ella hacer esos recorridos desolados, detrás de los escuadrones bélicos. Al escribir sobre Europa supo que lo tenía que hacer desde una mirada muy poco familiar, porque para entonces qué no se había escrito del viejo mundo. (Un solo dato: en mil novecientos se habían publicado en Estados Unidos cuatrocientos treinta y cinco libros sobre Italia y quinientos sesenta sobre Francia). Y sin embargo, lo consiguió. Visitó y miró lo que otros viajeros no habían visto, y en épocas en que no lo hacía nadie, por temor a las fiebres del verano. Buscó en esos parajes los encantos que una dama de buena formación intelectual era capaz de hallar, y los encontró y recreó con sensibilidad. Miró en Italia lo ya mirado, y lo describió distinto. Descubrió allí, entre las piedras antiguas, el detalle que se le escapó a los otros viajeros. Con su experticia del Renacimiento y Barroco italianos, escribió para el Century Magazine una serie de artículos sobre villas y jardines campestres.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Tan buena Elenita Poniatowska»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Tan buena Elenita Poniatowska» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Tan buena Elenita Poniatowska»

Обсуждение, отзывы о книге «Tan buena Elenita Poniatowska» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x