Gerardo Álvarez Escalona - Del barrio al estadio

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Este libro ofrece un camino alternativo: comprender las bases sociales del espectáculo deportivo, representado en la formación y en la gestión de la competencia, la construcción de infraestructura deportiva especializada y la creación de las estrategias de información de los medios de comunicación, de la mano de las narrativas de lo que sucede en el fútbol, dentro y fuera de la cancha. A partir de ello el autor revisa la construcción de las identidades (urbanas, regionales y nacionales) y los elementos que le han dado forma a través de cuatro clubes, dos de Lima (Alianza Lima y Universitario) y dos del Callao (Atlético Chalaco y Sport Boys), además de la selección nacional.

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Como vemos, las prácticas asociativas y la aparición de la competencia empezaron a moldear las formas de sociabilidad deportiva de los clubes. Estos construyeron formas de socializar entre iguales, debido a que sus miembros pertenecían al mismo espacio social y compartían elementos: la pertenencia territorial, prácticas y valores culturales semejantes, y una concepción similar del deporte. Pero, al salir fuera de su espacio original y en la búsqueda de ampliar su rango de competencia, los clubes encontraron que sus pares tenían diferentes formas de concebir el territorio (porque provenían de la capital, el puerto o los balnearios), otros códigos masculinos y deportivos (apreciaciones diferentes del olimpismo) y, en ocasiones, distinta procedencia socioeconómica. Esta diversidad creó una doble reacción. Se amplió el horizonte de los socio-jugadores, quienes se empaparon de nuevas prácticas de sociabilidad (los almuerzos, cenas o fiestas) y conocieron nuevos rincones de la ciudad, el puerto, los pueblos y los balnearios aledaños. Al mismo tiempo, se empezaron a fortalecer los lazos entre socios de los mismos clubes y de otros. Y a esta reacción, más bien vinculante, se añadió otra: las primeras rivalidades entre clubes.

Las rivalidades propiciaban partidos que concitaban mayor asistencia de público y más notas en los diarios en los días previos y posteriores a los encuentros. El más importante partido era el que protagonizaban Lima Cricket de la comunidad inglesa y Unión Cricket de jóvenes limeños de la élite. Entre 1895 y 1912 jugaron alrededor de veinticinco partidos (un promedio de dos o tres al año) que se pactaban a través de invitaciones enviadas de un club a otro, las cuales se denominaban «desafíos». Además, desde 1899 el juego entre ambas instituciones era el principal acto del programa de actividades deportivas en las celebraciones del aniversario patrio que organizaba el Municipio de Lima.

Como solían hacer los clubes de las élites, ambas instituciones se caracterizaron por practicar la endogamia deportiva. Dado que sus socios eran jóvenes, no pactaban encuentros contra colegios ni centros laborales, que solían tener una edad variable (menores o mayores) y provenían de otros entornos socioeconómicos. Solo se enfrentaban a los equipos de marineros extranjeros de paso por el Callao y a los clubes de los institutos superiores y las facultades de la Universidad de San Marcos. Los partidos se realizaban siguiendo las normas del juego limpio enarboladas en la Carta del Juego Limpio del Barón de Coubertin, que propone, a grandes rasgos, hacer de cada encuentro deportivo, con independencia de lo que está en juego y de la virilidad del enfrentamiento, un momento privilegiado, una especie de fiesta. Eso aseguraba que los jugadores de ambos conjuntos actuaran siguiendo las reglas, apelando a la fuerza que el juego permite, pero sin deslealtad, y respetando a los adversarios, al árbitro y al público, en un ambiente de emociones controladas, en que las manifestaciones de estímulo para los deportistas se limitaban a «hurras» y aplausos, con goles festejados por ambos conjuntos y vivas al club vencedor al final de los partidos36.

La conducta del público se mantenía dentro de las mismas normas. Los espectadores eran una «asistencia selecta»37, compuesta por «gran número de conocidas familias»38, que constituían una «concurrencia numerosísima entre los que se destacaban varios grupos de señoritas de nuestra alta sociedad»39, quienes aprovechaban para tomar el «five o’clock tea»40, mientras los varones seguían los encuentros con ansiedad y expectativa41. En esta etapa, las formas de sociabilidad exteriorizadas en estos eventos no eran muy distintas de las que se practicaban en reuniones sociales de los grupos oligárquicos.

Hacia mediados de la primera década del siglo XX, la asistencia a los partidos entre estos clubes se incrementó hasta alcanzar las tres mil personas en algunos casos42. Eran eventos esperados con ansiedad por el público43. Se indicaba que serían muy reñidos44 y que los aficionados seguían los encuentros «con la respiración contenida»45. En este punto, las clases populares hacen su aparición en la incipiente competencia del fútbol, el cual, aún empapado por las prácticas y códigos de la élite, censuraba las actitudes del pueblo. Les élites criticaban a las clases populares porque no mantenían la imparcialidad y, por el contrario, tomaban partido por alguno de los clubes, utilizaban un lenguaje soez e insultaban a los jugadores ingleses46. Para la élite y los medios de comunicación, este modo de proceder lesionaba los valores deportivos y las prácticas del olimpismo que debían primar en estos encuentros. La conducta del «pueblo» debilitaba la moral burguesa porque manifestaba abiertamente las emociones. El sentido de esta crítica también está presente en la actitud que las clases populares mantenían durante las presentaciones teatrales, en las cuales los espectadores interrumpían a los actores, hablaban durante la función, hacían ruidos o arrojaban objetos al escenario cuando la obra no era de su agrado (Muñoz, 2001, p. 136).

Pero la competencia entre Lima Cricket y Unión Cricket construyó, aun de forma embrionaria, discursos y valores nacionales. Según el discurso del olimpista, durante un encuentro de fútbol tomar partido por alguno de los contendientes y perder la objetividad contradecía las normas, porque significaba tácitamente apoyar a alguno en la búsqueda del triunfo, con lo cual se perdía el sentido del juego, que era participar, mas no ganar. Contradictoriamente, el enfrentamiento de un club formado por peruanos (Unión Cricket) contra otro conformado por socio-jugadores de procedencia extranjera (Lima Cricket) alentó la formación de incipientes discursos nacionales desde el deporte. Aceptada la superioridad inglesa en la competencia, la actuación de los peruanos era concebida desde una posición de inferioridad y la capacidad de lucha era la estrategia de éxito para salir adelante. Por ejemplo, en 1900, cuando Unión Cricket alcanzó un empate, este fue considerado un resultado exitoso. Al respecto, la prensa decía que los futbolistas peruanos «han demostrado que se encuentran en condiciones de poder sostener [...] una lucha de más de una hora, con el mejor team de jugadores ingleses y quedar tablas»47. La inferioridad presente fue menguando en los años posteriores. En 1908 se anunciaba días antes que el partido sería parejo: «porque los jugadores de ambos lados son expertos y de primera clase»48. La victoria del club peruano sobre el inglés en 1907 fue considerada como un

triunfo glorioso obtenido a raíz de una situación desventajosa en el primer half, contra un club reconocido como superior [...] ha sido algo que enorgullece al espíritu peruano: algo que quedará grabado en la memoria de los aficionados a presenciar el match de football entre sus favoritos el formidable eleven del Lima Cricket and Foot Ball Club49.

Pocos meses después, el conjunto peruano logró una nueva victoria:

Nada más halagador para el patriotismo peruano que los resultados tan satisfactoriamente obtenidos por el Unión Cricket en el torneo de football organizados en las fiestas patrias y digo halagador porque vemos con orgullo que ya podemos medir nuestras fuerzas de igual a igual con los teams ingleses que desde hacía mucho tiempo venía ganando la clásica copa en el aniversario de la Independencia. Nada más halagador que en este festivo día hagamos dado muestras inequívocas de haber aprendido el varonil juego del football y que después de una lucha gigantesca hagamos conseguido la victoria tan deseada de obtener la copa para orgullo y aliento de los clubs peruanos (El Comercio, 1907, p. 1).

En el balance final, los triunfos del club peruano fueron pocos. La superioridad británica en la competencia fue incuestionable, tal como sucedía en otros países del continente50. En 1912, el Unión Cricket desapareció y con ello la rivalidad entre ambos clubes llegó a su fin, lo que impidió madurar los incipientes discursos nacionales. Por su parte, Lima Cricket participó en la fundación de la Liga Peruana y ganó sus dos primeras ediciones, 1912 y 1913, pero llegó al último puesto en 1914 y desactivó su selección de fútbol al año siguiente. El fin de los encuentros entre Unión Cricket y Lima Cricket supuso el término de una etapa regida por la presencia de los sportsmans51, en que los encuentros deportivos simulaban actos de sociedad y cuya intención era que los clubes construyeran lazos de confraternidad gracias a la búsqueda de nuevos rivales. Esta etapa que terminaba implicó también la aparición de los sectores populares como parte del público del balompié, la competencia hegemonizada por los británicos y la presencia de deportistas que aprendían a movilizarse por la ciudad y alrededores para buscar la ubicación de los campos deportivos y hacer que el fútbol adquiera una imagen multiétnica y pluriclasista.

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