Este factor de ser principal de los nonualcos mantuvo ligada a mi abuela Ángela a los chamanes de esa etnia. Fue en esos primeros años que mi Carmencita fue atendida en la escuela de chamanes en el volcán de Chinchontepec, lo cual continuó, aunque huérfana, ya en su calidad de principal, en virtud de lo matrilineal de la sucesión en este sistema de matriarcado, el cual dispone que la primogénita de la principal prosiga con la obligación.
Tengo la seguridad espiritual de que todo aquello que ustedes van a conocer en este testamento intelectual de mi Carmencita les ha de servir para crear la plataforma para una marcha de las generaciones reveladas en ruta hacia completar su destino con la historia.
Reciban mi saludo fraternal desde Hamburgo, en donde redacté este documento, el cual terminé de escribir primeramente a mano, y después maquinalmente por recomendación expresa de mi Carmencita, con la intención de que al proceder yo a redactar el manuscrito, mi cerebro trabajaría rebuscando en las memorias secundarias algunos conocimientos que a lo mejor me los trasladó ella misma cuando yo estaba demasiado pequeño; lo mismo, la rebúsqueda de emociones infantiles y juveniles, de las cuales debo mencionarles la de mayor trascendencia para la formación de mi carácter:
Se trata de la ceremonia de iniciación dentro de los nonualcos, para la cual visité aquella misma escuela de chamanes en el volcán de Chincontepec, durante dos años, casi todos los fines de semana junto a otros niños nonualcos.
Esta ceremonia consiste en un baño ritual en donde la madre ve desnudo a su hijo por última vez: lo baña en agua reposada toda la noche la cual contiene agujas de pino y hojas de romero. A la mano debe tenerse unos cuatro kilogramos de ceniza de palo de jiote y luego de bañar al menor con esa agua, mientras tiene el cuerpo humedecido aún, se procede a untarlo todo con aquella ceniza ceremonial.
Esto debe hacerse bajo el sol a fin de que se seque el cuerpo ya con la ceniza y quede totalmente blanco.
Luego, durante la noche, los niños, siempre desnudos, han de pasar por el jardín tratando de que no los descubran los adultos, quienes de cuando en cuando encienden antorchas o lanzan haces de luz.
Al amanecer se da cuenta de que han aprobado la prueba al no dejarse ver, y con esto se los manda a bañarse por su propia cuenta y luego se desayuna con toda la familia, y de esta forma se cierra la ceremonia de aceptación.
Don Chente, el chamán, ya casi ciego de anciano, me dijo a la víspera de la ceremonia que yo no podría participar a pesar de los dos años de preparación. Me aclaró que mi piel era blanca y no de color de caramelo como la del resto de los niños nonualcos, y que yo no era «como los demás niños por eso».
Yo le dije de este rechazo a mi Carmencita, quien intercedió ante el chamán, el cual aceptó únicamente porque mi Carmencita era la principal en aquel momento, no sin dejar de pegar un lamento y chillido tan adolorido como anciano, y por un instante dudé de la justicia de parte de mi Carmencita.
De esta rebúsqueda mnemotécnica he sacado las revelaciones que a lo largo de estas experiencias se me acumularon hasta estos días, cuando he tenido que retrotraerlas a la memoria actual con tal de cumplirle a mi Carmencita ante ustedes.
Como verán a lo largo de este documento, que he redactado de memoria —y por eso me he tardado más de tres años para terminar el manuscrito—, personalmente no estoy animado a recibir ninguna forma de alabanza ni de privilegios, ya sea por malas interpretaciones según las que se crea que se trata de una doctrina nueva, o ya sea pensando en una articulación de política restaurativa, reivindicativa o instaurativa de lo maya.
Ninguna de estas relaciones me mueven y solamente estoy cumpliendo con lo indicado imperativamente por mi Carmencita, quien es la única persona a quien debo explicaciones.
Claro que mientras me quede salud, aliento y vida, ustedes me pueden consultar para aclarar o ampliar algunos aspectos que quedan dichos por mí, ya que aparte de mi persona —y faltando la autora verdadera, que es mi Carmencita— no hay ninguna otra persona a quien consultarle. Así es que deben tomar en cuenta que la ventana de tiempo útil es más bien pequeña debido a mi avanzada edad.
Mi Carmencita recibió una parte de estos conocimientos directamente de los chamanes con quienes colaboró en su rol como principal, y la otra parte durante sus estados de éxtasis logrados por sesiones de meditación y oración que a veces eran de más de treinta y seis horas seguidas. Una menor parte las recibió en sueños reveladores, por contacto de sus antepasados.
Y esto que les voy a redactar de aquí en adelante es el resultado de mi cumplimiento. Tendré éxito y me alegraré si consigo que ustedes acepten que el Popol Vuh es un relato mito-mágico, no un libro religioso como los Vedas de la India, o la Biblia, o el Corán.
Podré terminar mi vida con tranquilidad de espíritu si logro que ustedes se pongan en marcha como la generación revelada y encuentren los signos de la identidad gregaria que una los pensamientos y acciones en una misma dirección = el mantenimiento del relato histórico contenido en el POPOL VUH, ahora con un mensaje claro y directo para el tercer milenio.
Cómo entender el POPOL VUH en el tercer milenio es el objetivo imperativo para mí como transportador de estas revelaciones de mi Carmencita, y quiera la Providencia ayudarme a vivirlo.
En las siguientes páginas se presentan textos tomados del Popol Vuh1 seguidos por las revelaciones que ha hecho mi Carmencita, de manera gratuita y amorosa, para la interpretación del libro de los mayas en el tercer milenio, como un regalo para la marcha de las generaciones.
1. Versión del Ministerio de Educación de El Salvador, Dirección de Publicaciones. Tercera edición, 1977, basado en la edición original de la Biblioteca Nacional de El Salvador, 1926.
PRIMERA PARTE
DEL POPOL VUH
CAPÍTULO 1
Este es el principio de las antiguas historias aquí en el Quiché.
Aquí escribiremos de las antiguas historias, su principio y comienzo de todo lo que fue hecho en el pueblo del Quiché, su pueblo de los indios Quichées; y de aquí tomaremos su ser declarado y manifestado, y su ser relatado, la escondedura y aclaradura por el formador y criador, madres y padre, que así se llaman:
HUN-AHPU-UHU,
ZAQUIMIMATZYZ,
TEPEN,
CUTUMATZ,
VGUXCHO,
UGUXPALO,
(nombres o atributos que significan:
UN TIRADOR TACUASÍN,
UN TIRADOR COYOTE,
BLANCO PIZOTE,
SEÑOR,
FUERTE CULEBRA,
CORAZÓN DE LA LAGUNA,
CORAZÓN DEL MAR,
EL DE VERDE CAJETE,
EL DE LA VERDE JÍCARA)
son llamados.
Y juntamente es dicho y hablado de aquella abuela o abuelo que se llamaban XPIYACOC, y XMUCANE, nombres propios amparadores y cubridores, dos veces abuela y dos veces abuelo son dichos en las historias quichées, que comunicaron todo con lo que hicieron después en el estado de la claridad y en la palabra de claridad.
PRIMERA REVELACIÓN
El pueblo quiché está encomendado a conservar la cuenta del tiempo que comienza en la niebla histórica antediluviana.
Los demás pueblos de Mesoamérica son parte de esta cuenta del tiempo, aunque no todos recibieron esta encomienda directa.
El pueblo quiché únicamente es el guardián de la leyenda que cuenta esa prehistoria antediluviana y que va agregando capas secuenciales de la historia del pueblo indígena.
Como guardián de la leyenda que arranca desde antes del momento cero de la historia, cuando todavía las potencias espirituales no habían descubierto la palabra, veremos aparecer un universo a partir del diálogo entre estas potencias espirituales.
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