Es importante destacar de nuevo en este punto el carácter dual con el que durante esos años y con posterioridad a ellos Cunqueiro abordará su trabajo literario, combinando publicaciones en lengua gallega y castellana y, asimismo, traduciendo su obra gallega en un proceso que, como hemos señalado, debe calificarse en mayor medida de re-creación y no de traducción en sentido estricto. El año 1956 es un buen exponente de lo que acabamos de comentar, porque Cunqueiro dará a la prensa su versión castellana Merlín y familia y El caballero, la muerte y el diablo , que retoma un texto más relacionado —al parecer, incluso redactado casi en su totalidad— con el período literario de Historia del Caballero Rafael , con el que tiene enormes concomitancias estilísticas y en el tono bizantino del relato38. Sin embargo, sí es cierto que la década de los cincuenta verá la aparición de buena parte de la obra en gallego de nuestro autor: su obra de teatro O incerto Señor Don Hamlet, príncipe de Dinamarca (1958), cuyas dificultades con la censura para su puesta en escena son bien conocidas; los relatos basados en la retratística fantástica que son Escola de menciñeiros (1959), la obra teatral A noite vai como un río (1960) y su novela Se o vello Simbad volvese ás illas (1961). Cunqueiro retomará, además, la narrativa larga en castellano con Las mocedades de Ulises (1960). Asimismo, el año 1959 tiene importancia en la carrera de Cunqueiro hacia su reinstitucionalización como escritor en castellano, porque la traducción que Fernández del Riego realizó de As crónicas do sochantre fue galardonada con el Premio Nacional de la Crítica. Cunqueiro se convertirá en un referente novelístico en los sesenta, afirmando, eso sí, sus lazos editoriales no con Madrid, sino con Cataluña. Allí establecerá conexiones personales, culturales y profesionales de primer orden, tanto con escritores como con empresarios del sector editorial como Ignacio Agustí, quien pasará a ser el editor de referencia de sus novelas en castellano, en la editorial Destino, y con el que colaborará como articulista en la revista del mismo nombre desde 1961. Al mismo tiempo, sus amistades literarias muestran concomitancias y lazos relevantes para una obra vinculada, por encima de todo, a la exaltación de la imaginación y lo fantástico, y en un plano más prosaico, a las revistas culturales catalanas con las que colaborará intensamente. Así hay que entender su compromiso personal con autores como Néstor Luján, director precisamente de la revista Destino , o el Joan Perucho de Llibre de cavalleries (1957), también vinculado a esta misma revista y al diario La Vanguardia , autores ambos que tienen en común una manifestación cultista como rasgo literario permanente, enfrentados a la dominante y permanente tendencia de la novela social que propugnaba un canon literario caracterizado por ciertos afanes reduccionistas39.
Cunqueiro, pues, parece haber superado su ostracismo, y puede considerarse que, si bien no volverá a publicar obras de ficción con tanta asiduidad y continuidad como en los siete años que van de 1955 a 1962, su prestigio queda plenamente consolidado, además de como creador de mundos fantásticos, como articulista culto y colaborador variado en prensa gallega y nacional. Cunqueiro, que empezó como poeta y se reveló un novelista complejo y un dramaturgo innovador, se convirtió, además, en figura referente de primer orden para la cultura gallega dentro y fuera del país, como recoge el número extraordinario de la revista Ínsula de julio-agosto de 1959, titulado Letras gallegas .
ÉXITO Y CANONIZACIÓN, 1961-1981
Tal vez 1961 sea el año más señero en la trayectoria profesional y literaria de Álvaro Cunqueiro. El 23 de abril, en Mondoñedo, es nombrado Académico de Número de la Real Academia Galega. Pocas semanas antes ha tenido lugar un multitudinario homenaje en Lugo acompañado de un seguimiento especial en el diario El Progreso . Al mismo tiempo, obtiene un puesto fijo como redactor en Faro de Vigo. Es la primera vez, al menos desde 1938, que Cunqueiro tiene una estabilidad laboral garantizada. Los años siguientes le obligarán, paradójicamente, a centrarse en gran medida en su labor de redacción periodística en Faro de Vigo, en diversas series de artículos como «El envés», que mantendrá hasta el final de su vida. La elección para la Real Academia Galega no fue unánime, y mostró en sus interioridades un hecho que le acompañaría durante toda su vida: su consideración de escritor complejo, esteta y evasivo, que en el contexto de la valorización de la literatura social en la segunda mitad del siglo XX le obligó a lo largo de los años a defender su obra de ataques injustificados que la consideraban estéticamente relevante, pero de tono e importancia menor por no poseer un carácter social y políticamente comprometido. Al mismo tiempo, el hecho de que Cunqueiro, conscientemente, se moviese de manera bidimensional en el sistema literario gallego y en el castellano fue colocando su literatura en posiciones periféricas en ambas lenguas, que a la postre es una de las razones que ha motivado su postergamiento en los últimos años en el ámbito de la literatura en lengua española. Los choques en el ámbito del sistema literario gallego se patentizaron en el enfrentamiento público que con Cunqueiro mantuvo Celso Emilio Ferreiro, poeta fundador del marxista Unión do Povo Galego y adalid canónico de la literatura social en lengua gallega. Ferreiro se vio obligado a exiliarse a Venezuela en 1966, y allí, en un viaje que Álvaro Cunqueiro realizó a Caracas en 1968, mantuvieron ambos un agrio enfrentamiento que continuará con ataques poéticos de Celso Emilio a la labor periodística y literaria de Cunqueiro40.
En 1965 Cunqueiro es nombrado director de Faro de Vigo, cargo que ocupaba in pectore desde el año anterior y en el que se mantendrá hasta 1970. El trabajo en ambas lenguas, su carácter de burgués liberal con conexiones sociales amplias, la perspectiva literaria no comprometida, el culturalismo complejo, su temática abstracta y sus posiciones políticas, que en Cunqueiro eran fieramente antimarxistas y de un pronunciado cariz liberal, marcaron las diferencias de posiciones entre ambos autores. En cierto sentido, Cunqueiro y Ferreiro eran las cabezas visibles de los dos polos intelectuales que se estaban gestando en el sistema cultural gallego y que evolucionarán hacia posturas políticas enfrentadas a partir de mediados de los setenta. Asimismo, Cunqueiro ocupaba desde la década de los sesenta un importante relieve social vinculado a sus posiciones profesionales e intelectuales, que tendrán concreciones en su afianzamiento institucional por parte del Estado, como el premio Conde de Godó de periodismo que obtiene en 1966, o anteriormente, en 1962, el Juan Palomo, concedido por la relevante personalidad que seguía siendo Manuel Halcón41. Igualmente, es notable su cada vez más afianzada posición en el sistema literario español a nivel oficial, con reconocimientos informales que se unen al éxito de público y de ventas durante su firma de libros en la celebración del San Jordi en Barcelona en 1964, donde además el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, citó elogiosamente al propio Cunqueiro en su discurso de inauguración de la Feria del Libro, en un acto que remató posteriormente con la imposición de la Gran Cruz del Mérito Civil a Ignacio Agustí, presidente a la sazón del Ateneo:
«Esto pensaba hace algunos días, al leer el precioso libro que don Luis O. Manegat acaba de dedicar, en exhaustivo estudio, a La Barcelona de Cervantes . Y me fijaba especialmente en un pasaje que también, según tuve ocasión de ver después, ha llamado la atención a mi amigo y paisano Álvaro Cunqueiro, que es uno de los “raros” de nuestras letras, dando a ese adjetivo el justo valor admirativo que le otorgaba Rubén Dario»42.
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