Los tamaños mencionados, como vemos, demostrarían que un pene erecto largo podría quizás tener más chances de embarazar que uno corto, al poder depositar semen directamente en el cuello del útero, sin que los espermatozoides deban realizar una arriesgada travesía trans-vaginal. Pero –como anticipamos– este acortamiento de la distancia pene-útero en nada se relaciona con el placer: de hecho, el fondo de la vagina carece de toda sensibilidad y por lo tanto no supone un lugar de goce para la mujer . Mientras tanto, la zona de mayor sensibilidad placentera (la vulva y el clítoris) se mantiene bien indiferente ante el tamaño del pene.
De todos modos, aunque es cierto que la longitud no constituye una ventaja, el grosor del miembro viril sí tiene (cierta) incidencia a la hora de satisfacer (algunas) necesidades sexuales de las mujeres . Como dijimos, la zona externa femenina es la que causa el verdadero éxtasis, por lo que –cuanto más gordo sea el pene– más estimulación sentirá la mujer en la entrada de la vagina y en sus alrededores. Aunque esta estimulación rara vez alcanza para lograr un orgasmo en ella, al menos le puede resultar muy placentera.
Volvamos entonces a la matemática. ¿Qué tan ancho debe ser el pene para excitar a la vulva y alegrar a la mujer ? Las encuestas disponibles (muy poco fiables, por cierto) indican que la circunferencia promedio del pene erecto es de unos 11 centímetros. Sin embargo, del mismo modo en que se suele exagerar el largo peneano deseable, los 11 centímetros de circunferencia que la oficialidad promociona parecen ser insuficientes si los comparamos con la vivencia empírica. Ante este escenario, sería interesante averiguar por qué los sexólogos (que históricamente siempre fueron varones ) deciden hacer pública una cifra menor a la real y si este "ir a menos" no es una forma de ofrecer consuelo a aquellos machos que no alcanzan las longitudes establecidas como ideales. Dado que esto es sólo una especulación, serán las estadísticas matemáticas las que deban dar respuestas fehacientes al asunto.
En cualquier caso, basándonos en el discurso de todos los días, parece evidente que los hombres siguen preocupados por alargar su alter ego y no por engrosarlo. En verdad, existen numerosas técnicas y tratamientos médicos, e incluso intervenciones quirúrgicas (aunque de dudoso resultado), que prometen agregar centímetros tanto al largo como al ancho del pene. Pero, según la información disponible, los hombres sólo acuden a los consultorios para pedir un alargamiento del preciado miembro, de modo que el ancho –y el consecuente goce femenino– no parece ser una preocupación masculina.
Cabe recordar acá que, en momentos de (mucho) ocio, los varones suelen disfrutar de una atávica competencia que consiste en hacer pis al aire libre y tratar de que el chorro llegue lo más lejos posible. Por desgracia, el objetivo de esta práctica no es orinar sin salpicar (¡habilidad que contribuiría a una mejor convivencia!), sino reforzar la idea de que lo importante en el plano cartesiano es dominar el eje “ y” vertical y no el “ x” horizontal. Curiosamente (o no), en matemática el eje vertical es el "eje de las ordenadas", y en materia sexual parece confirmarse que "la orden", el mandato ancestral, es llegar lo más lejos posible. Resulta también apropiado recordar que, en materia de cromosomas, el macho se referencia con las letras XYy la hembra con las letras XX, de modo que la Ydistingue lo masculino, erecto y vertical, mientras que la Xsimboliza lo femenino, inerte y horizontal, incluso cuando hablamos de una fría ciencia matemática o de una biológica composición genética.
Si de números, medidas y tamaños se trata, resulta inevitable revisitar el más arraigado mito sexual argentino: la famosa " ley de la L ". Como si el rol de la naturaleza fuera satisfacer las fantasías eróticas de los varones , existe la creencia de que los hombres bajitos verían compensada su corta talla con la portación de un importante miembro viril. A falta de centímetros en altura, los varones tendrían la supuesta ventaja natural de ostentar centímetros extra de largo. Ahora bien: dado que las personas latinoamericanas no nos caracterizamos por una gran estatura física sino todo lo contrario, y dado que en materia de educación sexual sufrimos la prescripción histórico-católica de sexo-exclusivamente-reproductivo , este absurdo mito de la Lno hace más que naturalizar la idea de que los penes en nuestra región deben ser largos y potentes, en el doble sentido de que “seguro que son largos y potentes” y que “tienen la obligación de ser largos y potentes”.
En cualquier caso, y como ya anticipamos, todo lo anterior parece reforzar que –para el hombre heterosexual promedio– el objetivo de las relaciones sexuales no sería precisamente el de dar y recibir placer en un plano de equidad. Si este fuera el caso, los varones considerarían masivamente engrosar su pene e, incluso, preferirían dar sexo oral (con estimulación directa de la zona erógena) o sexo anal (con mayor fricción y sensibilidad) antes que sexo vaginal (que no supone una estimulación directa del clítoris ni es suficientemente apretado en la vida adulta). Lamentablemente, las prácticas vigentes desestiman al placer femenino y simplemente promueven en los hombres el mandato del pene largo para que lleguen con su semen lo más profundo posible, se estiren hasta el cuello del útero e intenten en cada encuentro sexual el onto-programado embarazo.
Por este motivo, el macho argentino se ofende si alguien se refiere a él como chizito o ñoqui (alimentos cortos, aunque anchos), pero se enorgullece si lo llaman manguera o trípode (herramientas largas, aunque delgadas). Notemos, asimismo, que tanto el chizito como el ñoqui son materia orgánica de corta vida útil (¿podríamos decir “descartables”?), mientras que la manguera sirve para transportar fluidos vitales y junto al trípode son elementos duraderos y útiles, tales como un heredero. Parece evidente, entonces, que –para el patriarcado– dar placer sería una práctica descartable, a la vez que embarazar sería una práctica útil. ¿Por qué? ¿Para beneficio de quién?
La preocupación por el gran tamaño siempre se asocia a lo masculino, pero existe también la contrapartida femenina de este asunto: la cuestión del tamaño del busto de la mujer . Durante la pubertad, apenas las hormonas empiezan a bullir, el establishment sexista empuja a las chicas a inquietarse por el pronto desarrollo de las incipientes lolas. El mercado de la ropa interior les ofrece corpiños con relleno, tasa soft, push-up y/o aro para que sus cuerpos todavía infantiles se eroticen lo antes posible y se presenten al mundo como objetos deseables para la platea masculina. En nombre de una supuesta femineidad ideal que valoriza “ las curvas ” de la mujer por encima de su personalidad y sus deseos subjetivos, las niñas son instruidas desde temprana edad para construir identidad a partir de su rol en tanto portadoras de un cuerpo penetrable y con capacidad incubadora. De esta forma, pechos, cinturas y caderas se moldean prematuramente en función de un imposible ideal 90-60-90 al que –convenientemente para el patriarcado– ninguna mujer alcanza.
El marketing cultural sexista es tan fuerte que, ya en la escuela primaria, los varones suelen hacer rankings de sus compañeras con relación al tamaño de los pechos, y a mediados del secundario muchas adolescentes se consideran frustradas si su delantera no es lo suficientemente llamativa. Tanto es así que existe el mito de que en los sectores sociales más pudientes de la sociedad se estila el regalo de implantes mamarios para los 15 o los 18 años de las jóvenes. Si bien la corporación médica desmiente esta práctica tan temprana, el solo hecho de que circule la idea nos confirma que nuestra sociedad tiende a ver las delanteras prominentes como algo positivo. Por eso, cuando los pechos no son los protagonistas principales de la identidad femenina, tildamos a la persona de chata , un adjetivo cuyo sonido inicial /ʧ/–como vimos– pronostica negatividad. De este modo, aunque sabemos que las prótesis mamarias hacen que la mujer pierda sensibilidad en la zona, además de conllevar un riesgo quirúrgico, sentimos gran ansiedad colectiva por que el busto femenino se vea grande. ¿Será una cuestión estética? ¿Son realmente bellas las mamas abultadas?
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