SEXUALIDAD Y VIOLENCIA
Una mirada desde el psicoanálisis
LUIS SEGUÍ
Prólogo de Rosa López
Epílogo de Vicente Palomera
CONE XIONES
Colección CONEXIONES
Título:
Sexualidad y violencia – Una mirada desde el psicoanálisis
© Luis Seguí, 2021
© Del Prólogo: Rosa López, 2021
© Del Epílogo: Vicente Palomera, 2021
© De esta edición: Pensódromo SL, 2021
Diseño de cubierta: Lalo Quintana
Esta obra se publica bajo el sello de Xoroi Edicions.
Editor: Henry Odell
e–mail: p21@pensodromo.com
ISBN ebook: 978-84-124690-8-0
ISBN print: 978-84-123372-4-2
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Para Gloria
Rosa López
El lector que se aproxime a estas páginas dispondrá de elementos que le permitirán tener una visión amplificada del momento actual: el discurso psicoanalítico, las aportaciones de la historia, la incidencia del movimiento feminista y la doctrina jurídica. Todo ello convierte a este ensayo en un instrumento muy útil para entender las claves de los impases de nuestra época.
Freud nos advirtió que si empezamos cediendo en la palabra acabaremos cediendo en la cosa misma. Siguiendo esta lógica es crucial tomar partido en la elección de los significantes con los que nombrar los actos violentos, y especialmente aquellos que guardan una relación con la sexualidad, aunque desde el psicoanálisis nos preguntaríamos si es que hay algún acto que no surja directa o indirectamente de la perversión intrínseca a la sexualidad humana. Porque somos seres hablantes, lo sexual se aparta de la regulación natural que le proporciona el instinto y se hace inevitablemente sintomático. No hay normalidad sexual ni proporción entre los sexos, y es sobre esta ausencia que se originan todos los goces y también todos los saberes que, en vano, intentan definir una sexualidad imposible de representar.
Cuando Jacques Lacan fue invitado a impartir su enseñanza en la Facultad de Derecho inició la primera intervención del seminario Aún , ante un público de psicoanalistas y juristas, diciendo que para transmitir su discurso iba a suponerlos en una cama de pleno empleo, es decir, una cama ocupada por dos que gozan, afirmando que tanto el psicoanálisis como el derecho tratan de saber cómo hacer con el goce. El psicoanálisis centra toda su investigación en el campo de ese goce que en el ser hablante está más ligado al sufrimiento que al placer y que da origen a los más diversos síntomas. Para el derecho se trata de regular, repartir o castigar lo tocante al goce. En definitiva, el goce del ser hablante nunca es el que conviene porque además de atentar contra el bienestar es completamente inútil.
Volvamos al uso de las palabras y sus consecuencias. En estas páginas el autor rechaza la expresión «violencia de género» eligiendo «violencia contra la mujer» o «feminicidio». Esta decisión disminuye la ambigüedad que disuelve en la amplitud de la categoría de género lo absolutamente particular de la violencia que se dirige a las mujeres por ser mujeres. Si apelamos a lo «absoluto» es para enfatizar la falta de relación o de comparación con las violencias que afectan a otros colectivos, tal y como defiende una ideología que encubre la negación de esta tragedia incluyéndola en la violencia general.
Por otra parte, recuperar la historia es fundamental para iluminar el presente, y cuando lo que está en juego es el lugar de la mujer a lo largo de la historia, nos encontramos con los mayores excesos del mal-decir unidos a las mayores atrocidades del mal-tratar. La filosofía de Aristóteles tomó a la mujer como un varón fallido; el cristianismo la vio como un instrumento al servicio de Satanás y la condenó a la hoguera. Son solo dos ejemplos que muestran la punta de un iceberg que perdura. La historia no cesa de darnos pruebas del rechazo a lo femenino por parte de los hombres y, lo que es más paradójico, también de las propias mujeres. Pero las pruebas históricas solo registran el fenómeno sin explicar su fundamento. Es necesaria la aportación de otros discursos que den cuenta de las causas y que traten las consecuencias. En este sentido el discurso jurídico y el psicoanalítico se dan cita ante el mismo objeto pero, en general, se desconocen profundamente. Estamos ante una relación paradójica, que podríamos definir como una suerte de unión en la diferencia o de implicación-disyunción porque, si bien convergen sobre la misma cuestión, divergen en su manera de interpretarla. El lenguaje jurídico está abierto a la interpretación aunque esta se pretenda restrictiva, y el debate sobre las sentencias judiciales acaba siendo más etimológico que ético.
Freud descubrió la fuerza incoercible de la pulsión que escapa al control del propio sujeto y que no se deja domeñar por las normas jurídicas ni adoctrinar por la educación, por eso llegó a plantear que hay tres profesiones imposibles: educar, gobernar y psicoanalizar. Educar, gobernar, psicoanalizar y también juzgar son profesiones que tropiezan inevitablemente con lo imposible de formalizar porque en el despliegue de su propio desarrollo generan siempre un resto heterogéneo que no se deja absorber y que impide que el par problema-solución se cierre limpiamente. Es por ello que la amenaza de castigo fracasa como freno preventivo para el violento, y que, en ocasiones, el goce de la víctima la lleve a aferrarse a aquello que la destruye. El psicoanalista reconoce que en su práctica tiene que operar asumiendo que siempre quedará un resto imposible de curar que no puede ser eliminado. Esta asunción de lo imposible le permite llevar al analizante a reconocer el hueso de su síntoma y a partir de eso saber hacer otra cosa que sufrirlo.
Cuando el agente que ejerce una de las praxis mencionadas no consigue asumir la imposibilidad sufre por su impotencia y se defiende abusando del poder que detenta. El educador, enfrentado a la imposibilidad de una transmisión completa del saber hace uso del adoctrinamiento, el psicoanalista de la sugestión, el gobernante de la represión policial, el juez de una autoridad excesiva.
El psicoanálisis basa su práctica en la diferencia absoluta de cada sujeto mientras que el jurista busca el «para todos igual» de la ley, excluyendo la subjetividad y, en ocasiones, esto le lleva a desentenderse de las sutilezas o a enredarse con las mismas, como queda demostrado en las páginas de este libro dedicadas a las resoluciones judiciales de crímenes contra la mujer que se han hecho famosos y que son narrados con todo lujo de detalles.
Más allá de las reglas están los principios éticos que orientan cada praxis, pero es más difícil guiarse por la responsabilidad del acto que por protocolos establecidos. A fin de cuentas, a todos nos tranquiliza tener un amo que nos dirija. Sin embargo, tanto el analista como el juez, enfrentados al acto que les corresponde, están solos y deben asumir las consecuencias.
Madrid febrero 2021
…nunca se sabe adónde se irá a parar por ese camino; primero uno cede en las palabras y después, poco a poco, en la cosa misma.
Sigmund Freud
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