Ya desde la segunda mitad del siglo XIX, el poder de la información se constituye en un actor imprescindible utilizado a través de una de sus principales herramientas: el periodismo. Con la expansión del capitalismo, la Revolución Industrial, las innovaciones tecnológicas y el avance en todos los órdenes de la sociedad, la opinión pública demanda mayor información y surgen las agencias de noticias, aquellas organizaciones que a través de sus corresponsales recogen la información in situ y la procesan para distribuirla en los distintos medios de comunicación que la soliciten, previo pago, por supuesto. De aquel período provienen la Agence France-Presse (1835, Francia), la Associated Press (1846, Estados Unidos) y Reuters (1851, Gran Bretaña); ya en el siglo XX, la United Press International (1907, Estados Unidos), EFE (1939, España), Télam (1945, Argentina), la Agenzia Nazionale Stampa Associata (Italia, 1945), la Deutsche Presse Agentur (1949, Alemania) y en los últimos años, Prensa Latina (1959, Cuba), o las más recientes Telesur (Venezuela), Xinhua (China), Sputnik (Rusia) y la cadena Al-Jazeera (Qatar), la más importante del mundo árabe, entre otras.
En las últimas décadas, con la incorporación a la vida cotidiana de los satélites, internet, la telefonía celular, la fibra óptica y las computadoras, se han constituido de forma ya más perceptible las denominadas “corporaciones mediáticas” que aglutinan múltiples radios, periódicos, revistas, televisoras y portales digitales. Estos grupos son muy cuestionados actualmente por imponer su “línea editorial” que aporta información sesgada según sus propios intereses. Así, a través de la manipulación de la información y de una interferencia insidiosa se pueden derribar o ensalzar gobiernos. “Hoy en día la verdad es cualquier cosa que pueda atrapar la atención de la gente”, dice el autor Evgeny Morozov, citado por Sifuentes (2018). “De esto han sabido sacar provecho los titulares de los noticieros y notas en redes sociales, políticos y líderes de opinión, con frecuencia sin importar realmente lo que se diga (…)”. “La historia dice mucho sobre cómo sacar provecho de eso, y las falacias y mentiras para manipular la voluntad popular han sido tan solo una herramienta más para alcanzar objetivos políticos o vender cualquier clase de producto” (Sifuentes, 2018).
Destaca el caso de la empresa consultora Cambridge Analytica (2013-2018), especializada en la recopilación y análisis de datos para la creación de diversas campañas publicitarias y políticas, actividades en las que ejerció notable influencia sobre la opinión pública y los votantes, y por las cuales también enfrentó acusaciones criminales, entre otras, por la filtración y uso indebido de datos personales de Facebook para campañas electorales, violando las políticas de privacidad de la información.
Investigaciones del Parlamento británico revelaron que la compañía diseñó campañas de desprestigio en algunos procesos electorales (por ejemplo, en la Argentina) e influyó en la campaña para la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Sus prácticas incluían la selección parcial y distorsionada de la información, la difusión de noticias falsas (“fake news”), la utilización del periodismo de guerra (o guerra informativa), la manipulación psicológica de la audiencia, la desacreditación de personalidades públicas, las falsas denuncias por corrupción (“lawfare” o guerra jurídica) y el empleo de agentes de inteligencia.
Fuente: https://es.statista.com/grafico/amp/11853/la-manipulacion-online-mas-presente-que-nunca/
(“La paja se quemará con el fuego que no se apaga”, Lucas 3, 16)
La crisis y posterior guerra del Golfo de 1990-1991 incluye lo que puede considerarse un hito en las guerras de nueva generación posteriores a la Guerra Fría: el despliegue mediático llevado a cabo por la cadena CNN sobre dicho conflicto, transmitiendo “en vivo y en directo”. Ese momento histórico crucial y el desarrollo de las nuevas redes precipitó aún más el auge del terrorismo internacional, ávido de puestas en escena espectaculares y golpes publicitarios.
Un caso emblemático es el del pretendido Estado Islámico o simplemente ISIS o DAESH, que en las zonas donde ejerció el control fue brutal a nivel represivo con la instauración de la Sharía, como también destacó por su despliegue mediático y propagandístico a través de las nuevas tecnologías de la comunicación y las redes informáticas: “(…) Internet, el medio de comunicación por excelencia, tiene la capacidad de distorsionar la realidad y minar la confianza en las instituciones (…)”. (Sifuentes, 2018).
Un ejemplo concreto es el del periodista y fotógrafo profesional inglés John Cantlie, colaborador en el aparato propagandístico de Daesh con algunos artículos y videos, entre ellos, la serie Préstame tus oídos , así como el diseño de impactantes “puestas en escena” (plagios incluidos) por parte de aviesos productores de Hollywood cuya participación ya está harto comprobada en las películas filmadas en Raqqa, otrora capital siria del grupo terrorista ( Los estudios del terror , 2020).
Sostiene Chamorro (2015) que “el éxito del entramado propagandístico de Daesh se cimienta en el carácter viral de las redes virtuales”. La creación del llamado Cibercalifato, un grupo de crackers afines a la causa del Daesh, ha permitido potenciar las principales actividades de las organizaciones terroristas (captación, reclutamiento, adoctrinamiento, adiestramiento, formación o financiación), para lo cual el Estado Islámico parece estar “priorizando la captación de jóvenes europeos con conocimientos y formación en nuevas tecnologías con el objetivo de alimentar su propio ciberejército” (Chamorro, 2015). La idea del actual Ciber Califato Unido es profesionalizarse en el uso del malware y otras herramientas para realizar ataques más complejos a bancos, empresas, gobiernos y medios de comunicación, así como, en un posible y no lejano futuro, los sistemas que proveen de electricidad, agua, controlan el tráfico o las centrales nucleares, es decir, las actualmente llamadas “infraestructuras críticas”.
Aquella situación ha sufrido un vuelco considerable a partir de la derrota militar de la organización en los distintos teatros de operaciones en los cuales participó (Siria, Irak) y que, socavada toda su estructura, actualmente apenas subsiste dispersa, y más aún después de la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil española, y en el marco de una colaboración global de la información obtenida que se compartió con otros siete países, que logró desbaratar en abril de 2018 una de las más extensas redes informáticas de propaganda terrorista del mundo. Con la coordinación de Europol (policía de Europa), intervinieron también las fuerzas policiales de Bélgica, Bulgaria, Canadá, Estados Unidos, Francia, Países Bajos y Reino Unido. De esta manera fueron desmanteladas la agencia de noticias Amaq, la radio Al-Bayan y dos medios digitales, destruyendo en su (casi) totalidad la capacidad propagandista de Daesh. Se suma a todo esto la muerte en 2019 de su líder, el autoproclamado califa Abu Bakr al-Baghdadi.
Señala el periodista Eric Schmitt que para julio de 2018, “ISIS ha perdido casi todo el territorio que tomó en 2014 en Irak y Siria. Muchos de los líderes de alto rango han sido abatidos, pero los funcionarios advierten que el grupo aún puede recurrir a las redes sociales en busca de adeptos para perpetrar ataques donde quiera que estén”.
Читать дальше