INCOMPLETO PERO ÍNTIMO
La historia antigua viene a ser así; nos frustra porque es incompleta, pero resulta notablemente íntima. Aunque, por ejemplo, disponemos de relatos biográficos formales de Tiberio, así como de monedas e inscripciones que llevan su nombre y su título, no tenemos ni un solo ejemplar de la correspondencia personal del emperador. Sin embargo, de un periodo ligeramente posterior se han conservado 121 cartas de Plinio el Joven (sobrino del Plinio mayor) dirigidas a diversos amigos y colegas, incluyendo un buen número de respuestas del emperador de su época (Trajano). Esas cartas son un valioso tesoro de imágenes entresacadas de los pensamientos, el trabajo, las cacerías, los hábitos de lectura, las vacaciones, los amores, las esperanzas y los temores de un aristócrata romano.
Por poner un ejemplo más cercano a los primeros cristianos, disponemos de una sólida evidencia general de que el rabino judío más influyente en la Judea romana fue un erudito llamado Hillel. Lamentablemente, no contamos con ninguna carta de este hombre, que fue, a decir de todos, un gigante intelectual del movimiento conocido como los fariseos.
Por el contrario, tenemos cerca de 30 000 palabras de la correspondencia de un joven fariseo (solo unas pocas décadas posterior a Hillel) llamado Saulo de Tarso. Es más conocido como “el apóstol Pablo”, autor de numerosas cartas contenidas hoy en el Nuevo Testamento. Estas cartas, aunque hoy se leen principalmente por su contenido teológico, nos ofrecen una enorme cantidad de información aleatoria sobre el lenguaje, la retórica, la religión, la historia social, los viajes y las costumbres (judías, griegas y romanas) del siglo I, además de sobre la vida interior de un hombre nacido judío, educado como griego, y responsable de propagar el mensaje cristiano por toda Asia Menor (Turquía), Grecia y más allá.
Podríamos añadir muchísimos más ejemplos como este durante el resto del libro, pero seguramente la idea ya ha quedado lo bastante clara. El pasado histórico es un lugar auténtico en el mapa de la experiencia humana, tan real como la moneda que pende de mi cuello, y aunque hay muchas cosas que nunca sabremos de la antigua Roma o Jerusalén, han sobrevivido suficientes documentos y objetos de aquel periodo como para proporcionarnos juicios firmes sobre muchas cosas del siglo primero, incluyendo aquellas que constituyen el epicentro de este libro.
CÓMO SABEMOS LO QUE SABEMOS
De la misma manera que los escritores Tácito y Suetonio nos legaron un estupendo material biográfico sobre Tiberio, al menos cuatro individuos escribieron la biografía de Jesús de Nazaret. Una vez más, igual que las numerosas cartas en latín de Plinio el Joven nos ofrecen una visión excelente de la vida y el pensamiento de un romano bien relacionado y de sus amigos, un puñado de cartas en griego que redactó Saulo (convertido en Pablo) ofrece evidencias detalladas de los inicios de lo que llegaría a llamarse “cristianismo”.
Por lo que respecta al método y al juicio históricos, no existe diferencia alguna entre estos dos ejemplos. La diferencia estriba simplemente en que las afirmaciones históricas sobre Plinio no vienen cargadas con un equipaje psicológico o emocional. Por ejemplo, ¿a quién le importa que Plinio recomendase llevar libros a las cacerías en el bosque por si el cazador se aburría? Por el contrario, los juicios históricos sobre la persona de Jesús, aunque sean igual de fáciles de emitir que los juicios sobre Plinio, vienen lastrados por un incómodo bagaje sobre Dios, la vida auténtica, el cielo y el infierno, y todo lo demás.
El truco consiste en realizar una evaluación histórica sin permitir que nuestras sensibilidades psicológicas o morales se interpongan en nuestro camino o nos desvíen del rumbo. El mero hecho de que no creamos, por ejemplo, en “el pecado” o “Dios”, no quiere decir que debamos dudar de la evidencia de que Jesús habló sobre el pecado y enseñó que Dios nos ofrece el perdón.
UN LIBRO DE HISTORIA
Este es un libro de historia; es un intento de explicar cómo sabemos algo sobre un personaje histórico como Jesús o Pablo, y también algo de lo que sabemos. Utilizo el verbo “saber” deliberadamente. Las conclusiones de la historia, incluyendo la historia de Jesús, son sabidas . Por eso a la historia se la solía llamar “ciencia”, procedente del latín scientia o “conocimiento”. Es un hecho evidente que quienes se especializan en este periodo, sea cual sea su afiliación religiosa o falta de ella, están aplastantemente de acuerdo en que sabemos bastantes cosas de Jesús. La conclusión de E. P. Sanders, de Duke University, en su obra clásica La figura histórica de Jesús , sería aceptable para la mayoría de los expertos seculares que trabajan actualmente en este campo:
No existen dudas sustanciales sobre el curso general de la vida de Jesús: cuándo y dónde vivió, aproximadamente cuándo y dónde murió, y el tipo de cosas que hizo durante su actividad pública. 3
A Sanders no le gusta la apologética cristiana ni la teología disfrazada de historia. Este erudito, que durante los últimos treinta años ha sido uno de los líderes seculares en el estudio de Jesús, no tiene ningún reparo en rechazar esta o aquella porción del Nuevo Testamento. Sin embargo, piensa acertadamente que los Evangelios y las epístolas de Pablo son fuentes humanas importantes, cruciales para la comprensión correcta de los sucesos que tuvieron lugar en Galilea y en Judea bajo gobierno romano durante la segunda y tercera décadas después de Cristo, la época en que gobernaba Tiberio, cuando falleció su madre, Livia, cuando Plinio (el Viejo) estaba aprendiendo a leer y cuando alguien acuñó la moneda que llevo colgada al cuello.
En resumen
Los acontecimientos históricos fueron en otro tiempo tan reales como las experiencias que tenemos hoy. Lo cierto es que no difieren de los eventos de ayer. Esos sucesos ya no están aquí (en cierto sentido, “aquí” no hay nada excepto el presente inmediato), pero son hechos sólidos dentro del mismo mundo en que vivimos. La investigación histórica es la ciencia y el arte de discernir cuántos de esos sucesos tangibles del pasado se pueden saber hoy.
Lecturas
Jesús y el denario, del Evangelio de Marcos
Y le enviaron algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le sorprendiesen en alguna palabra. Viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos? Mas él, percibiendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme la moneda para que la vea. Ellos se la trajeron; y les dijo: ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Ellos le dijeron: De César. Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de él.
MARCOS CAPÍTULO 12, VERSÍCULOS 13 AL 17.
(MARCOS 12:13-17).
El entorno histórico del Evangelio de Lucas
En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y él fue por toda la región contigua al Jordán, predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados.
LUCAS CAPÍTULO 3, VERSÍCULOS 1 AL 3.
(LUCAS 3:1-3).
Carta del gobernador romano Plinio el Joven a su esposa, Calpurnia
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