Como este breve repaso permite advertir, coinciden en este volumen miradas provenientes de diferentes disciplinas y cronotopos de lo más variados que se inscriben en el campo de los Estudios Latinoamericanos. Una lectura transversal del libro podría reparar en determinados hitos que, como nudos en un telar, van conformando una historia cultural desde la colonia hasta nuestros días, abrevando en los imaginarios literarios y sociales, las creaciones del arte y los usos de la memoria que signan tanto el pasado como el presente de nuestras sociedades. Es nuestro deseo que quien se acerque a sus páginas se vea confrontado/a por interrogantes, problemas y textos claves para pensar América Latina en el cruce teórico y vivencial de los espacios y las emociones que la conforman. En este sentido, creemos que las duras realidades que nos interpelan como investigadores/as nos reafirman “en el proyecto colectivo de pensar conceptos, de inventar objetos de estudio, de idear dinámicas para entender mejor el mundo donde vivimos, para imaginar un mundo más justo y habitable” (Cámpora y Puppo, 2019: 17).
Un libro colectivo es siempre el resultado de una conjunción de mentes, voluntades y afectos. Este, en particular, se sabe en deuda con los autores y las autoras que, primero, aceptaron participar del Coloquio y, después, cedieron los textos que recogen importantes avances de sus investigaciones en curso. Mi agradecimiento va ante todo para ellos, queridos y queridas colegas de distintas generaciones y procedencias institucionales que con su inteligencia y entusiamo nos alientan a trazar redes y confirman la importancia de las comunidades intelectuales que nos dan fuerza y animan en nuestro trabajo, que a veces puede resultar tan solitario. En segundo lugar, corresponde agradecer a las autoridades que desde un principio brindaron su apoyo y colaboraron, en diversas instancias, para que fueran posibles la consecución y el financiamiento de este proyecto: Dra. Clara Zamora, Vicerrectora de Investigación e Innovación Académica de la Universidad Católica Argentina; Dra. Olga Lucía Larre, Decana de la Facultad de Filosofía y Letras; y Dra. Magdalena Cámpora, Directora del Centro de Estudios de Literatura Comparada “M. T. Maiorana”. Debo agradecer también a Gerardo Miño y todo el equipo de editorial Miño y Dávila por su atenta e impecable labor. Y, last but not least, llega acaso lo más obvio, mi agradecimiento profundo a las integrantes del equipo que tuve el honor de dirigir y con cada una de las cuales me une, además, una amistad que atesoro: María José Punte, Dulce María Dalbosco, Laura Gherlone, Rossana Scaricabarozzi, Marina di Marco y Maira Scordamaglia. Es mi deseo que en futuras actividades tengamos la oportunidad de seguir investigando juntas sobre espacios y literaturas, en la encrucijada incómoda pero necesaria donde los saberes se topan con la impredecibilidad de la vida.
Referencias bibliográficas
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PARTE 1 Derroteros teóricos: atmósfera, milieu , fronteras
Atmósferas y emociones colectivas: descolonizar los espacios emocionales
Laura Gherlone
Universidad Católica Argentina
Introducción2
La centralidad de las emociones para el ser humano y, posiblemente, para algunas especies animales no es un descubrimiento del actual “giro afectivo”; por el contrario, tiene una trayectoria mucho más larga: basta pensar en los antiquísimos rituales de luto. Lo que este horizonte de pensamiento ha puesto de manifiesto es que, en un mundo moldeado por la acción colectiva de los individuos –una acción a menudo depredadora y maléfica para el viviente y la materia inerte (tanto que hoy se habla de “antropoceno”, véase Coughlin y Gephart, 2020)–, es urgente entender el papel activo asumido por las emociones en nuestra historia. Lejos de ser un apéndice de la razón, los estados afectivos3 son ellos mismos una forma de inteligencia con una fuerte agentividad que puede afectar concretamente nuestras acciones, tanto a nivel individual cuanto a nivel comunitario, más aún si dichos estados se convierten en formas culturales (es decir, altamente codificadas y consolidadas) de descifrar el mundo. En las ciencias políticas-internacionales se está incluso comenzando a reinterpretar enteros períodos históricos (como la Guerra Fría) en clave emocional (Clément y Sangar, 2018), desvelando cómo este aspecto ha sido tradicionalmente subestimado, en detrimento de una compresión profunda de ciertos eventos.
El presente capítulo pretende ofrecer una mirada sobre el giro afectivo en su estrecha relación con el “problema del espacio” –fundamental para entender la acción del ser humano sobre el ambiente que lo hospeda y viceversa–, sin dejar afuera el tiempo en su dimensión mnemo-imaginativa. En el primer apartado abarcaré el concepto de “sociedad afectiva” mientras que en el segundo me enfocaré en dos nociones claves de la teoría de los afectos culturales: la de “agentividad” y la de “reproducción”. En el tercer apartado trazaré brevemente el estado de arte de los estudios enfocados en la indagación del espacio en estrecha relación con la cuestión de las emociones, lo que me llevará a hablar, en el cuarto apartado, de la “atmósfera”: un campo de investigación incipiente que, como veremos, podría representar un instrumento heurístico útil para la reflexión sobre la llamada “opción decolonial”.
1. Sociedades afectivas y afectadas
A partir del comienzo del siglo xxi en las ciencias sociales y las humanidades se ha empezado a hablar de “giro afectivo”, es decir, una inédita manera de interpretar y explicar la acción individual, colectiva y espacio-temporal del ser humano a través de la circulación discursiva-material de símbolos, estilos y repertorios emocionales que se depositan consciente e inconscientemente en la cultura. El creciente interés hacia este campo de reflexión reside no solo en una atención sin precedentes prestada al cuerpo y la sensibilidad (a la luz del problemático dualismo mente-cuerpo, donde el segundo término ha permanecido durante mucho tiempo inexplorado y subvalorado), sino también en un fenómeno emergente: el hecho de que las narraciones4 que vehicula la cultura contemporánea recurren extensamente a los estados afectivos para ser creíbles, persuasivos y eficaces. Hoy en día esto ocurre de manera aún más marcada a través del ciberespacio generado por los medios de comunicación social –un lugar real-inmaterial de interacción (Molina y Gherlone, 2019) que fomenta “sentimientos mediatos de conectividad” (Papacharissi, 2016: 308), generando micro y macro audiencias de carácter principalmente afectivo–. Si, por un lado, esto facilita nuevas formas de agregación y expresión colectiva (piénsense en las protestas sociales en línea), por otro lado fomenta sentimientos como el odio o el desprecio, es decir, la base afectiva de los discursos orientados a disminuir la capacidad cívica y la empatía (Wagner, Marusek y Yu, 2020). Como han señalado recientemente las historiadoras Piroska Nagy y Ute Frevert, “las sociedades occidentales contemporáneas están intensamente impregnadas de emociones” (2019: 202).5 Por lo tanto, es urgente comprender en profundidad la función (y lo que parece ser una necesidad social) de las narraciones “apasionadas” que, en lugar de ser relegadas al universo de la intimidad, se convierten en una especie de ego-documentos fragmentarios, expuestos y difundidos públicamente.
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