En el Capítulo VI, último peldaño de nuestro trabajo, ofreceremos una prospectiva del pensamiento de Escoto, desde la generación posterior hacia la modernidad. Pensamos que es fundamental detenernos en la recepción que hizo Guillermo de Ockham, por la influencia que tuvo en los siglos continuos y el interés que prestó al pensamiento del Doctor Sutil. Por su parte, el Venerabilis inceptor criticará la noción de contingencia sincrónica, lo que nos implicará evaluar su posición y la efectividad de sus argumentos. De la misma manera, estudiaremos la propuesta que Ockham ofrece para justificar la acción libre. A continuación, nos avocaremos a comparar las doctrinas de la causalidad concurrente entre Escoto y Ockham, sus modos de entender cómo actúa una causa total y el campo de la posibilidad que abre la potentia Dei absoluta para ambos autores. Luego, pasaremos a valorar la asunción que hacen Luis de Molina y Francisco Suárez sobre las tesis de Escoto acerca de la causalidad y contingencia. Nos parece oportuno fijar la mirada en estos autores, que florecen intelectualmente casi dos siglos después que Ockham, porque gracias a ellos las ideas de Duns Escoto han llegado a ser conocidas y han influido en muchos autores modernos, como R. Descartes o G. W. Leibniz. Podemos decir, entonces, que ciertas tesis originales elaboradas por el Doctor Sutil hacen su aporte a la configuración de la modernidad. Veremos, por un lado, hasta qué punto Molina y Suárez adoptan la idea de contingencia sincrónica. Si bien se inclinan por la solución de Escoto, es problemático saber si lo hacen asumiendo todas las consecuencias. Finalmente, analizaremos sus doctrinas causales para comparar, nuevamente, cómo entienden la actividad causal y la influencia divina en el mundo físico.
Muchos trabajos de investigación, sobre todo en idioma español, han optado por dedicar varios apartados o capítulos a explicitar las grandes tesis de Juan Duns Escoto, como la univocidad del concepto de ens o la distinción formal, por nombrar algunas. Por nuestra parte, hemos decidido no explicarlas en detalle, sino mirar cómo funcionan en relación con la doctrina de la causalidad y en el marco de una ontología de la contingencia. Por ello, solo haremos las referencias necesarias para recordar al lector en qué consisten, esperando que nuestro estudio pueda contribuir a obtener una visión integral de las causas físicas en relación con el pensamiento metafísico y lógico que tan conocido hizo al Doctor Sutil.
Capítulo 1
La configuración de la substancia física
Un camino adecuado para abordar el estudio de la causalidad en el mundo físico de acuerdo al pensamiento de Escoto, consiste en caracterizar al sujeto del movimiento, esto es, al ente físico, o en términos aristotélicos, a la substancia corpórea. Este primer objetivo sirve no solo como una introducción a su filosofía natural sino también a la percepción de cómo actúan diferentes doctrinas fundamentales defendidas por el Doctor Sutil y ampliamente atribuidas como propias de su pensamiento, en una temática concreta. Será imprescindible inaugurar el capítulo con la original formulación del hilemorfismo, donde veremos interactuar la univocidad del concepto de ser, la distinción formal ex natura rei y el principio de individuación a partir de un elemento formal y positivo en la cosa misma. En un segundo apartado estudiaremos su adhesión a la pluralidad de formas substanciales, especialmente respecto a los seres vivos, teniendo en cuenta el modo en que asume la doctrina de las rationes seminales en la generación de los vivientes. Una vez presentada la substancia física, analizaremos la doctrina propuesta sobre los accidentes, particularmente la posibilidad de que ciertos accidentes puedan existir separados del sujeto de inherencia, que la perspectiva teológica aporta a una nueva explicación del mundo natural. Con ocasión del estudio acerca de la inherencia de los accidentes podremos comenzar a perfilar la manera en que Duns Escoto formula su filosofía natural.
1. La recepción del hilemorfirsmo en Duns Escoto
La doctrina hilemórfica pertenece a una de las grandes soluciones ofrecidas por Aristóteles al problema del cambio en el mundo natural. En diferentes textos, como los primeros libros de su Física, el segundo de Acerca de la generación y la corrupción y el octavo de Metafísica, por mencionar algunos, desarrolla la teoría que explica la composición de la substancia a partir de dos principios denominados materia primera y forma substancial. Estos elementos constitutivos le permiten dar cuenta de cómo sucede la generación de nuevos seres físicos, en la medida en que algo permanece como sujeto, la materia primera, y algo cambia configurando una nueva entidad, la forma substancial. Hasta el día de hoy se han ofrecido interpretaciones diversas, y una de ellas muestra la originalidad con que Duns Escoto lee al Estagirita, dando lugar así a muchas de sus posiciones fundamentales, como puede observarse con claridad en el caso de la materia primera. El tema es tratado específicamente en sus diferentes comentarios a Sentencias II.12, donde aborda tres cuestiones principales: la existencia de la materia primera, cuál es su entidad y su diferencia respecto de la forma substancial.
i. Materia primera, forma substancial y unidad del compuesto
Para mostrar que la materia existe, el Doctor Sutil propone varios argumentos, de los cuales le parece más eficaz el que desarrolla Aristóteles y lo resume de la siguiente manera, “todo agente natural requiere un paciente sobre el que actúa (esto es evidente a los sentidos). Aquel paciente, en que el agente actúa, cambia de un opuesto a otro. Un opuesto no se hace del otro opuesto, de tal modo que no permanece nada común a ambos (como de lo blanco no se hace lo negro). (…) Así también, es necesario que, en la generación, lo que genera cambie algo de una forma a otra, permaneciendo idéntico bajo ambas [formas], [y] aquello se dice que es la materia.”3 Este razonamiento busca salvaguardar dos elementos clave del cambio sustancial. Por un lado, que hay cierto cambio de todo en todo, en cuanto que una substancia se corrompe y otra nueva se genera, siendo ésta última distinta porque sus características esenciales difieren de la anterior. Pero, por otro lado, se busca evitar el aniquilamiento y creación de substancias, es decir, la eliminación en el ser de una con la consiguiente aparición absoluta en la existencia de otra, puesto que según nos muestran los sentidos hay una continuidad entre ambas en el mundo físico. Es esta continuidad, justamente, lo que deja entrever que el agente actúa sobre un sujeto en el cual se dan las sucesivas formas, y explica la relativa permanencia de algo a través del cambio. Escoto recurre a una analogía con los cambios accidentales, donde es más fácil observar la realidad de un sujeto en el cual los accidentes existen alternadamente. Más aún, puntualiza que ambas formas accidentales son opuestas, queriendo significar que una no proviene de la otra, sino que estamos frente a núcleos esenciales diferentes. De la misma manera, debe encontrarse un aliquid que permanezca idéntico y que haga al mismo tiempo de sujeto en la transmutación entre formas substanciales, y es a eso a lo que llamamos ‘materia primera’.
A este argumento principal, Escoto suma otros teniendo en cuenta la inestabilidad característica de las substancias corpóreas. En efecto, el primero4 apunta a que debe haber en ellas un principio en el que resida la inclinación natural hacia el término de la generación. Ahora bien, si los seres físicos estuviesen compuestos solamente por una forma substancial, sería ella la que posea dicha inclinación hacia su propia corrupción, lo que resulta absurdo e implicaría destruir la generación natural pasiva. La idea es que la corrupción que observamos en el mundo físico solo se puede explicar por una composición intrínseca a la substancia, en la cual reside un elemento potencial, a pesar de que también puedan influir en ese proceso factores externos. De la misma manera, se requiere de un sujeto privado de la forma a recibir que haga las veces de término a quo en la generación5, y el cual sea naturalmente apto para recibir sucesivamente formas substanciales diferentes. Ese sujeto es la materia primera.
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