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In memoriam Ronny Loewy
In memoriam David Cesarani
Introducción
¡Beth Mishpat!
Lo que fue el juicio
de Adolf Eichmann
Sylvie Lindeperg y Annette Wieviorka 1
El juicio de Adolf Eichmann, como toda causa judicial, fue una construcción jurídica regulada por la ley. Pero esa “causa” no se convirtió en un “caso” hasta que su contenido no fue difundido, o mediatizado, como se dice en la actualidad. Cuando esa mediatización no está dirigida exclusivamente a la población del país donde se desarrolla el hecho —en este caso, Israel—, sino al mundo entero, lo que se genera es un global media event 2, un acontecimiento mediático global. Este, por lo tanto, se construye a medida que se desarrolla. Y ese fue el caso del juicio de Adolf Eichmann. Hubo un “momento” Eichmann que dejó instalado un primer relato y que marcó un antes y un después.
Cuando un acontecimiento es revisado y reexaminado regularmente, se convierte en un “lugar de memoria”, según la definición de Pierre Nora recogida por el diccionario de la lengua francesa Grand Robert en su edición de 1993: ‘Unidad significativa, de orden material o ideal, que por voluntad del hombre o por el paso del tiempo se convierte en elemento simbólico de cualquier comunidad’. Solo dos procesos judiciales contra el nazismo alcanzaron esa posteridad y pueden adjudicarse incontestablemente el estatus de “lugar de memoria”: los juicios de Núremberg y el proceso de Adolf Eichmann. Cada uno de ellos, por su parte, tiene su propio memorial. El de Núremberg fue inaugurado en noviembre de 2010 en los tribunales de esa misma ciudad, mientras que el Museo del Juicio a Eichmann abrió sus puertas en 2015 en la localidad de Bet Shemesh, en las afueras de Jerusalén.
Existe una amplia bibliografía consagrada a los diversos pormenores del hecho en sí: el rol de Eichmann en la “Solución final al problema judío” ( Endlösung der Judenfrage ), la “ruta de las ratas” que le permitió escapar de Alemania y refugiarse en la Argentina, las condiciones que posibilitaron su captura por parte del Mossad, los entretelones del proceso judicial y el juicio en sí mismo. La personalidad de Eichmann ha sido objeto de análisis por parte de psicólogos, sociólogos, politólogos e historiadores. Es el único nazi cuyo nombre propio se ha convertido en sustantivo común: solemos decir, de tal o cual, que es “un Eichmann”3. Y el libro de Hannah Arendt, Eichmann en Jerusalén: Un estudio sobre la banalidad del mal , influyó mucho para que así sea4. En esta introducción, recordaremos brevemente los diferentes aspectos de esta historia y las obras que le fueron dedicadas para que el lector pueda poner en contexto los diversos aportes que componen este volumen, ya que la originalidad de este libro no es repasar el juicio de Adolf Eichmann, sino ceñirse al fenómeno de su mediatización, tanto en Israel como en el resto del mundo, y de su vigencia, así como a ciertos aspectos legales de la causa judicial que, hasta ahora, fueron mayormente soslayados.
¿Quién era Adolf Eichmann?
El 23 de mayo de 1960, “visiblemente emocionado” —según el entonces corresponsal del diario Le Monde en Israel, André Scemama—, el primer ministro israelí David Ben-Gurión tomó la palabra ante el Parlamento de su país y dijo lo siguiente:
Es mi deber informar al Knesset que, hace unos días, los servicios de seguridad israelíes encontraron a uno de los principales criminales de guerra nazis, Adolf Eichmann, responsable, junto con los líderes nazis, de eso que llamaron la “Solución final al problema judío”, o sea, el exterminio de seis millones de judíos en Europa. Adolf Eichmann ya está en Israel y en breve será juzgado conforme a lo dispuesto por la ley para el castigo de los nazis y sus colaboradores 5 .
A continuación, Ben-Gurión repitió esa declaración frente a las cámaras que se encontraban en el exterior del palacio del Knesset.
Los diputados presentes se quedaron estupefactos, al igual que la población israelí, no bien se enteró. La historiadora Hanna Yablonka, a quien debemos el relato de la preparación del juicio y de su desarrollo escrito, a partir de los archivos, señala que todo ciudadano israelí recordaría por el resto de su vida qué estaba haciendo exactamente en el momento de enterarse del arresto y traslado de Eichmann a Israel6. Día tras día, la prensa publica artículos sobre el papel de Eichmann en el nazismo, noticias sobre las reacciones que suscitaba su captura e inminente enjuiciamiento, cartas de lectores y entrevistas a sobrevivientes del Holocausto. Como dice Hanna Yablonka en su libro, para entonces, los israelíes ya conformaban una nación soberana y dueña de su destino, capaz de impartir justicia a las víctimas del pasado y del futuro. La repercusión del hecho en la prensa mundial también es significativa: largos artículos dedicados a la “Solución final” en general y a la figura de Eichmann en particular. Se publican incontables libros, a su vez traducidos a muchos idiomas7, y se ruedan películas y telefilms que eran fruto de la fantasía, como bien sabemos hoy. Resumiendo: la captura de Eichmann fue un acontecimiento de amplia repercusión en los medios, que no estaban preparados para que ocurriera y que no habrían podido anticiparlo. En Israel, donde se habían instalado unos trescientos cincuenta mil sobrevivientes de la Europa nazi —que, para 1949, representaban a uno de cada tres israelíes—, todo el mundo sabía quién era Eichmann, por más que fuera un nombre ignoto para el gran público mundial. Eichmann no era una de esas estrellas del nazismo que había logrado escapar, como Martin Bormann, el segundo de Hitler, que había escapado de sus perseguidores, o como el siniestro doctor Josef Mengele, que realizaba infames experimentos médicos en el complejo de Auschwitz-Birkenau. Eichmann no figuró entre los grandes criminales de guerra juzgados por el Tribunal Militar Internacional de Núremberg. En su obra de referencia, que se nutre de copiosos archivos y de un desmenuzamiento de la prensa de la época, Bettina Stangneth hace un relevamiento de todas las ocasiones y circunstancias en las que se lo nombra y demuestra que era un personaje bien conocido en los círculos de la SS y entre los judíos, sobre todo, los que tuvieron trato directo con él, en especial, en Berlín, Viena, Praga, Terezín y Budapest8. Los Aliados, sin embargo, no lo habían incluido entre los “grandes” criminales para ser juzgados por un tribunal internacional, no figuraba en las películas de propaganda del Tercer Reich, y su foto no aparecía en los diarios de la época. Durante los juicios de Núremberg, su nombre sale a colación cuando el tribunal aborda, de manera intermitente, el tema de la persecución contra los judíos. El testimonio de Dieter Wisliceny del 3 de enero de 1946 y luego, en la última etapa del proceso, los testimonios de Rudolf Höss, comandante de Auschwitz, y Wilhelm Höttl, que trabajaba con él, hacen tomar conciencia de la enorme importancia que había tenido aquel personaje en el exterminio de los judíos. Así fue como el rol crucial de Eichmann en el genocidio quedó al descubierto durante el juicio de Núremberg:
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