En lugar y sustitución de lo que no cesa de no escribirse, de lo imposible de escribir, en el centro del inconsciente en tanto agujero, dice Lacan, “están los impasses engendrados por la función del goce sexual”. (8) Como tomé en la primera clase, desde lo que conocíamos como “El saber del psicoanalista”, agrega: “nada indica especialmente que sea hacia el partenaire del otro sexo hacia donde deba dirigirse el goce”. (9) Como la cuestión se sitúa al nivel del goce, es decir la relación del ser hablante con su propio cuerpo, si bien la interpretación apunta a que se puedan recortar ciertas ‘proposiciones’ respecto de ese goce y si bien Lacan proponía el discurso analítico como el único que puede situar ese real inabordable, el analista debe saber que mediante la palabra “… se hace algo con eso, pero no se puede decir casi nada”. (10)
Por momentos nos llama la atención que no haya podido imaginarlo casi todo. En el apartado “De uno y otro sexo”, sigo en El Seminario 19 –ni siquiera llegando al tercer y último apartado que se titula “El uno: que no accede al dos” pero ya con un espíritu que es una introducción a la época que continuará–, si bien Lacan plantea que ese ‘valor’ –o semblante– de partenaire diferente que designó como ‘el hombre’ y ‘la mujer’, “es inabordable por el lenguaje”, porque el lenguaje viene allí a suplir –o taponar– el goce sexual. Intentando poner orden a la intrusión de goce en el cuerpo, funcionan aún o justamente, dichos valores, como “principios de funcionamiento del género”. Siendo para todos ‘él’ o ‘ella’ y agregando aun incluir la posibilidad del hermafrodita, dice: “No se lo llamará eso en ningún caso” –en bastardillas resalta el ‘eso’ Miller– “No se lo pondrá en neutro”. (11)
Bueno, parece que hay algunas novedades de nuestra época que no se pudo imaginar. Ahora bien, del lado llamado femenino –ya se introdujo bastante la cuestión en el encuentro pasado–, y del que con Lacan nos retoma Bassols explicando por qué no puede reducirse a un género, me interesa situar un solo punto que me parece importante repensar y aggiornar a nuestra contemporaneidad. Pienso que será clave cómo le propongamos, en principio a un nivel social, o cómo se difunde o cómo llega el psicoanálisis respecto del empuje al goce –la deriva o el enorme sufrimiento por no alcanzarlo, por la falta en gozar–, cómo le propondremos la no relación sexual. Pero también porque aún los mejores teóricos de los discursos de género, como por ejemplo Rita Segato –como vengo situando–, se encuentran con el escollo que podríamos llamar tortuguero dentro de los movimientos de mujeres. Y este punto que quiero situar está sobre todo trabajado en El Seminario 20 . Ellas son únicas, siempre, por su estar, cuando están allí, entre centro y ausencia . Es en eso (también o especialmente) que son excepcionales. Pero lo que definiría el campo de lo femenino es justamente la inexistencia de una excepción. No hay ninguna que no esté de algún modo, aunque sea de un modo no-todo, relacionada con el goce fálico, y en ocasiones no hay ninguna que esté allí –nunca del todo verdadera mujer o La mujer– que no esté no toda relacionada con la vía infinita del goce. Entre centro y ausencia. Pero esta ausencia de excepción no sólo entra en tensión con su unicidad , la del una por una, problema que las mujeres conocen y mucho mejor creo que los varones o que lo que yo podría transmitirles, sino que es lo que impide formular el “todas” mujeres o cualquier proposición que se refiera a “todas las mujeres …” tal cosa, lo que sea.
Hace poco vi la serie Mrs. América , que me pareció muy interesante para nuestros temas. (12) Se sitúa en los comienzos de los años 70 en todo Estados Unidos. Es la época de Nixon, de Vietnam, de los Panteras Negras frente a los retornos del racismo, de la revolución sexual y a la vez del rechazo que produce –incluso en algunas mujeres–, todo eso está pasando a la vez en ese momento en Estados Unidos y hay unos movimientos enormes de género, especialmente feministas con reivindicaciones muy de avanzada. Se imaginan la posición de los republicanos más acérrimos e incluso de sus esposas que armaban grupos de amas de casa conservadoras que se oponían a la igualdad entre el hombre y la mujer respecto de cualquier espacio social o laboral y a esas reivindicaciones que llegaban a la legalización del aborto –y que aún hoy en varios lugares del mundo aún no existe. Estas feministas eran muy de avanzada y lograron muchísimas cosas, recibiendo oposición y rechazos misóginos, homofóbicos, antiabortos, antilesbianas o directamente racistas. Y la serie no tiene ningún prurito en presentar una serie de divisiones al interior de ambos bandos, las feministas revolucionarias o más radicales y otras más conservadoras, las negras y las blancas, las heterosexuales y las lesbianas, las que no llegan hasta aceptar el aborto o las que posicionan diferencias de clase, así como entre las conservadoras que tienen un matrimonio muy machista que las aplasta y ven con ojos de deseo el clima libertario que observan fascinadas en algunas feministas que conocen, o que hay algunas reivindicaciones que se verían tentadas de votar aunque de ninguna manera otras –las más radicales–, algunas dicen: “si yo quiero tener el derecho a decidir quedarme en casa y ser una buena esposa por qué no estaría de acuerdo con el derecho a decidir sobre el aborto” y otras reaccionan horrorizadas. Y así, una serie de combinaciones muy interesantes, las que tienen ambiciones políticas pero son negras y lesbianas, y así, y empieza a haber múltiples pequeños movimientos, fracturas, cambios, luchas, dentro de ambos movimientos.
Es decir entonces que se verificaría un poco el pesimismo o el problema que aquel Lacan de Hablo las paredes anticipaba respecto a la sororidad y la soledad compartida, tomando una referencia literaria que abriría la posibilidad de que las chicas se unieran y se dieran la mano, lo que hasta entonces –según el mismo Lacan– era algo que hacían los varones. (13) La cuestión hoy, además de sostener que no hay relación sexual, será quizá contribuir a lo siguiente: cómo podrían convivir y consensuarse en ellas, en los colectivos llamados o que prefiero llamar “de mujeres”, una construcción de un colectivo organizado alrededor de un no-todo. No es para nada fácil, la idea misma parece una contradicción, como la de ‘conjunto’ y ‘abierto’.
Justamente ayer asistí virtualmente a una conversación que dio Rita Segato. En la diferencia entre Freud y Lacan que pensaban que las mujeres se oponían a los semblantes culturales pero eran las garantes de las relaciones sexuales, planteaba, y hoy más que nunca, lo que ella llama “lo femenino” como lo que teje los nudos del tejido social. Pero también, y en estos detalles me parece que es de las mejores pensadoras del feminismo, piensa los feminismos, en tanto que un plural, nunca dice el feminismo, dice “son los feminismos que hay, diferentes y hay diferencias entre los movimientos y los grupos, no somos todas iguales”, planteando que nunca hay que desconocer y borrar esas diferencias, sino que además lo único que a nivel global tendrían de común en sus luchas todos esos grupos diferentes de mujeres sería la violencia. Lo cual desde su campo es muy entendible. Pero aun arriesgaba y advertía que eso mismo podría conservar o conducir a un riesgo para los mismos movimientos. El de cierto retorno, incluso fascista, del binarismo o de la segregación. Es decir volver a situar el enemigo común en el hombre y reducir a todo varón a un violento o abusador o violador, y a toda mujer a una víctima. No pudiendo comprender, según Rita Segato, que todos, ellas también, deberían desterrar eso que en su conceptualización llama el patriarcado de sus subjetividades y de sus conceptos. Finalmente le preguntaron entonces cómo piensa la mejor solución, el avance, el futuro y ella allí planteó que lo que elije para estos movimientos y para la sociedad toda en el futuro, incluso más aún después de este momento tan particular, sería la heterogeneidad. Conservar lo plural. Y además, agregó, desde su mirada, cualidades femeninas a preservar, la dimensión del cuidado, de la amistad y de la ternura. Todos rasgos en o con los cuales quizás podamos conversar o a los cuales decirles algo.
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