Ya en aquel momento fundacional estudiamos, enseñamos y publicamos la diferencia entre el paratodeo , el empuje al “para todos” del lado masculino respecto del paradojal o poco frecuente conjunto abierto que representa la posición llamada “femenina”. Sabemos que la misma está sólo ocupada y por momentos, uno por uno o más bien una por una , y tal vez no sólo por algunas mujeres sino que también puede ser en algún momento ocupada por algunos muchachos de coraje o que en la historia han sido llamados “místicos”. ¿Pero podemos hoy sostener aún esta misma “repartición sexuada” o en cambio la cuestión será si para una cada vez más creciente cantidad de sujetos no sea ya tan sencillo orientarnos desde esta perspectiva?
No sólo avanzó Lacan hacia el Uno y el sinthome , bricolados por fuera del sentido fálico y podríamos decir directamente del sentido, y hacia nuevos abordajes para pensar el goce –sobre lo que hablarán tanto Mónica como Fabián–, hacia otra organización nodal, topológica, para los modos de gozar, parte de lo cual –tratando de no avanzar por ahora de donde me propuse situarme– Lacan ya avizoraba en algunos pasajes de este momento de su enseñanza. Algunos de dichos pasajes ya tomé en el primer encuentro, algunos voy a tomar hoy, y seguiré con mi hilo de trabajo, de todos modos pienso que debemos repensarlos hoy mucho más que hace 50 años y no sólo por las novedades variables que nos han aportado los testimonios de fin de análisis de analistas, no sólo por las producciones de los artistas ni sólo por la diversidad de los nominalismos sexuales que Eric Laurent en ocasiones nos propone leer, con mucho optimismo y más allá de la estructura de cada caso, como un intento de alcanzar o atrapar algo de ese Otro goce; por fuera del ordenamiento pero también del obstáculo fálico.
Más allá de las novedades que han ido surgiendo en este tiempo, en el campo llamado del género, me parece que se nos presentan hoy una serie de fenómenos sobre todo en los adolescentes, por nombrar algunos: de tribus de goces, de “identidades sexuales” llegando a caracterizarse de fluidas o a-sexuales, de enormes encierros, de lazos líquidos o lo que se viene a proponer en la época como del “poliamor”. Experiencias de tanteos o investigaciones sexuales que no se reservan al campo del fantasma, empuje a incluirse en alguna de la lista de identidades o “tendencias” para los modos de gozar cada vez más amplia y diversa, etcétera. Fenómenos que, me parece, nos cuestionan y hacen temblar nuestras herramientas conceptuales tradicionales.
Si bien –incluyendo esta idea que a mi modo de leer ya tenía Lacan con su uso de la lógica hacia lo real o para atrapar un real en el hueco, en el impasse – las fórmulas eran abiertas, eran descompletadas, no eran complementarias… se puede tomar lo que por ejemplo Miquel Bassols plantea en su libro, que ya fue tomado, Lo femenino, entre centro y ausencia , en tanto que ya se puede leer en ese momento lo femenino –y desde su vecindad con el fin del análisis y la posición del analista– del lado del Uno solo… De todos modos, como decía respecto de los adolescentes, hay cada vez más y más variadas ‘presentaciones’ o mostraciones de la subjetividad sexuada en lo social y en la clínica, y no sólo más acá o más allá del falo, sino quizás más acá o más allá de aquéllas fórmulas, o que no se dejan atrapar bien con los instrumentos que ellas brindaban. Todo lo cual debe hacernos reflexionar –y creo que algo de esto también tomarán mis amigos– sobre la actualidad de esta clasificación posible de las sexuaciones sobre la que Jacques-Alain Miller comenzó a orientarnos para una renovación desde su Curso El partenaire -síntoma .
Podría entonces –retomo– aún decirse que a los varones de hoy se les ha quitado algo que los deja limitados, que viven un poco en una cuarentena de goce, limitados en tanto que varones pero permaneciendo en parte “seguros” de que no se les quitará más o en sus acotadas experiencias de goce, pero a la vez siempre amenazados por la posibilidad de perder. Así como amenazados desde ese más allá que prefieren continuar rechazando. Quizás más que nunca estamos ante la presencia, en los varones, de goces cada vez más ilotas, más solitarios, o ese goce que Lacan llamaba “el goce idiota” o “del idiota”. Pero también aun en novedosos y cuestionadores colectivos de goce sexual uno puede reencontrar aquel rechazo de la otredad, de lo hetero, de lo diferente , de lo femenino –o del lado femenino de Aún .
No me queda para nada claro que a nivel social los enfoques actuales sean hacia el “no todo”, pero sí que ya tanto Freud como Lacan plantearon frente al misterio insondable de la diferencia sexual lo que llamaban una “desautorización de la feminidad” o el franco “rechazo de lo femenino”. (2) Rechazo que Miquel Bassols –en el libro mencionado y en la conferencia que dio en unas jornadas de la EOL– definió y para todos, tanto hombres como mujeres, el rechazo de ser tortuga para sí mismo . Como recordarán lo hace retomando el primer capítulo de El Seminario 20, A ún, lo que ya anticipó Blanca la vez pasada (3) con la hipótesis de la compacidad del goce y su planteo de la paradoja de Aquiles y la tortuga –todas cuestiones que hemos tomado también en aquellas tempranas y jóvenes épocas. Bassols arriesgaba incluso a situar “… la tortuga que habita en cada uno de nosotros, en cada sujeto de la experiencia analítica […] se sepa o no tortuga para sí mismo, (pues) uno siempre lo es cuando se trata de lo real del goce, más allá o más acá del goce ordenado por el significante del falo”. (4)En todo caso seguramente constatamos, para ellos, me parece, los llamados ‘varones’, en la sociedad del empuje al goce, una mayor vivencia de… ¿cómo llamarlo?, yo diría al menos de impotencia, lo cual en algunos casos puede conducirlos a lo peor.
Bien, a este par sobre el que seguimos sin saber, el de “hombres y mujeres”, es interesante constatar que Lacan los definía en aquella época como “valores”, como semblantes que incluso adjetiva de “establecidos” en tanto inscripción significante de la relación a un tipo de goce. Pero no solo habría un modo Otro o no-todo de situarse en el asunto, que les permite, en general a ellas , otro modo no tan ligado al significante y por lo tanto tampoco a la castración, por lo cual no se las atrapa ni en un genérico ni en un género, sino que justamente lo real del sexo o del goce sexual y la relación con el propio cuerpo –que goza o se goza– introducen para todos, para hombres y mujeres, un embrollo con el que Lacan también con su lógica tropieza.
De todos modos, entiendo que además de decir que son valores y sobre los cuales –más allá del uno por uno y sobre todo del otro lado– no podemos decir mucho, Lacan avanza un poquito más cuando piensa que una relación complementaria entre los sexos –y los definamos y entendamos como quisiéramos– no puede escribirse , puesto que es imposible. Y esto porque se afirma que ex-siste un no-todo, porque no sólo obstaculiza tanto o más que el falo la posibilidad de relación sino que “torna imposible el acceso a ella”. (5) Lo cual a la vez abre la chance a la contingencia. Pero además es por ese existir fuera de dicho imposible –que no hay todo de las mujeres – que “existen hombres y mujeres”. Pero agrega y anticipa que “… hay en el ser hablante, en torno a esta relación en tanto (que) basada en el goce, un abanico con un despliegue absolutamente admirable”. (6) Y algo de esto añade en la misma dirección, en Hablo a las paredes : “El psicoanálisis da su paso decisivo porque puede articular el abanico de los goces sexuales […] demuestra justamente que el goce que podría llamarse sexual, que no sería semblante de lo sexual, se manifiesta con la marca […] de lo que solo se enuncia, de lo que solo se anuncia, con la marca de la castración”. (7)
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