Los albañiles que presenciaron esta escena bochornosa protestaron, pero de una manera demasiado débil, pues se limitaron a manifestar su indignación verbalmente.
Los verdugos contestaron con el mayor desparpajo que al loco en cuestión era bueno para darle “el aguardiente” de vez en cuando.
Sin más comentarios el hecho que narramos da una prueba más del trato que reciben los que tienen la desdicha de hallarse recluidos en cárceles, hospitales y manicomios.
La caridad y la justicia burguesa son una manifestación de la crueldad contra los indefensos. 11
De ser verdad esos acontecimientos, cosa que por habitual no dudamos, reflejan la pervivencia de viejas prácticas bajo nuevo formato, incluso por encima de lo sugerido por Michel Foucault que nos informa que se trata de un proceso de sustitución donde nuevas y sutiles formas de violencia regladas remplazaron a los más burdos y brutales métodos del pasado, abriendo paso a la idea de la sobrevivencia solapada de esas mismas prácticas represivas, todavía enquistadas en la vida cotidiana de las nuevas instituciones y encarnadas en las personas de guardianes y enfermeros, comúnmente intérpretes repetidos de esas malsanas experiencias. ¿Cómo conciliar entonces el discurso progresista de los profesionales médicos e intelectuales muchas veces directores de esos establecimientos y la persistencia de esas formas de proceder entrevistas como anacrónicas? Emil Kraepelin nos recuerda:
El enfermo mental ha sido tratado a menudo como una persona peligrosa, que inspiraba miedo y obligaba a la sociedad sana a defenderse de él. Un paso más allá estaba la necesidad que sentía mucha gente, por miedo unido a la ignorancia, de librarse de un peligro potencial. Para ello se recurría a cualquier medio –el miedo todo lo justificaba– y no se reparaba en la situación en que se colocaba al alienado o demente. A menudo, incluso los propios familiares y allegados se quedaban tranquilos cuando podían situarle lejos y se podían liberar de la preocupación que les causaba […] El loco estaba atado, casi inmóvil, a veces azotado, mal nutrido, en locales sin ventilación, llenos de suciedad, golpeado. Esto prácticamente en todas partes. Las descripciones médicas sobrepasaban la imaginación de los novelistas. 12
¿Se trataba realmente de manejos, como insinúa el periódico anarquista, apañados por los propios directores de los institutos, o eran un conjunto de comportamientos fuera de lugar que perduraban inmutables en el comportamiento de un personal poco preparado y por lo tanto reticente a las nuevas formas de cómo se aconsejaba tratar a la enfermedad, y a sus portadores los enfermos, y por lo tanto más dispuestos a continuar ejerciendo las modalidades cuasi carcelarias dominantes en el pasado? A favor de la primera hipótesis parecen apuntar las reiteradas experiencias de Guillaume Duchenne y el indiscriminado uso del electroshock o la electroterapia como métodos de curación. A favor del segundo, atestiguan los Libros de Empleados de la Colonia Nacional de Alienados, cuando mencionan la rutinaria predisposición de Domingo Cabred para despedir al personal que se comprobaba que maltrataba a los pacientes. 13También su insistencia en la necesidad de formar personal preparado, nuevas enfermeras y guardianes, instruidos en la renovada línea de procedimientos predicados. A mitad de camino, parece más sensato pensar que se trataba de ejercicios a veces institucionalizados, como la hidroterapia, 14pero a los que se podía echar mano para casos individuales de reincidencia o de insolencia manifiesta, o de acciones nada aisladas de quienes debían velar por la salud de los enfermos pero que de todas maneras, sin consentimiento, solían apelar con demasiada habitualidad a las viejas y más fáciles prácticas de control y disciplinamiento que a la incorporación de nuevos conocimientos. Habría que saber qué porcentaje de ese personal era analfabeto. Pero lo que no se puede argumentar seriamente es que fueran usos totalmente ignorados que escaparan al conocimiento de los directores de los asilos, actuaran o no sobre ellos. De una u otra manera, sea como fuera, estos hechos suponen severas disonancias entre prácticas y discursos, que no pueden ni deben ignorarse de ninguna manera.
En ese entramado institucional, completando el cuadro, se debe recordar que más o menos al mismo tiempo, en el Hospital General San Roque, el doctor José María Ramos Mejía inauguraba un consultorio de enfermedades nerviosas que funcionaba de acuerdo con los principios de Jean-Martin Charcot. 15Ese servicio se complementaba con el Observatorio Clínico-Criminológico creado por el mismo José María Ramos Mejía y por José Ingenieros que funcionaba, no por casualidad, en el edificio anexo y se conectaba con el Instituto de Criminología, la cátedra de la materia que allí tenía sede y los vecinos Archivos de la Policía Federal. Una demostración más, por si fuera necesario, de la asociación indisoluble que en ese momento se pensaba existía entre locura y delito, como si fueran expresiones distintas de una misma patología. El cuadro se completa con la creación en 1897 del hospital de la provincia Melchor Romero, cuya dirección fuera confiada por su amigo y compañero de estudios, el gobernador Guillermo Udaondo, a Alejandro Korn, que en paralelo con Meléndez y Cabred, introdujo en ese “depósito de locos” las premisas del método Open Door. La trayectoria previa de Korn, como la de muchos de sus colegas como Ingenieros, comenzó en la policía. Médico de la policía en La Plata, cargo que desempeñó nueve años, su tesis doctoral Locura y crimen anticipa desde su título lo que después confirmaran sus Estudios médico-forenses : la alienación mental es una respuesta a las tensiones provocadas 16por los avatares de la experiencia migratoria y la necesidad de nacionalizar ese conglomerado humano en busca de una más clara identidad. Esa asociación entre alienación y delito también está presente en los nuevos edificios de material del Melchor Romero, que remplaza a los originales y precarios del instituto inaugurado en 1884: sobre la sala Charcot se superpone el pabellón Lombroso. Dos personalidades opuestas, que en nada se tocan pero que aquí se complementan. Todo está dicho. Por último, anticipando el proceso de derivaciones y/o transferencias que luego constantemente se darían entre el Hospicio de las Mercedes y la Colonia Nacional de Alienados se crea el Asilo de Alienadas de Lomas de Zamora (hoy Hospital Interzonal José A. Estevez) como un desprendimiento donde se vuelcan los excedentes de pacientes del Hospicio de Alienadas. 17
1. Rosa Falcone, “Breve historia de las instituciones psiquiátricas en Argentina, del hospital cerrado al hospital abierto”, 2012.
2. Irina Podgorny, “Los cirujanos y la guerra: la Revolución de Mayo y la medicina”, Ciencia Hoy , vol. 20, núm. 118, 2010.
3. Marcial Quiroga, La Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, 1822-1872 , Buenos Aires, Facultad de Medicina de la UBA, 1935.
4. Paul Krugman, El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual , Madrid, Crítica, 2012; Joseph Stiglitz, Caída libre , Madrid, Penguin Random House, 2008, y El precio de la desigualdad , Madrid, Taurus, 2012; Samuel Sosa Fuentes, “Otro mundo es posible: crítica del pensamiento neoliberal”, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales , núm. 234, 2012, pp.66-86; Federico Bernal, Critica al neoliberalismo argentino , Buenos Aires, Planeta, 2016.
5. Tal el caso del en su momento célebre bufón de las clases altas porteñas, el “Negro” Raúl Grigeras, que terminó su vida como interno de la Colonia Nacional de Alienados de Open Door, después de vivir más de dos décadas en ella. Cfr. Paulina Alberto, “Títere roto: vidas posibles y vidas póstumas del «Negro Raúl», 1886-2011”, en Alejandro Frigerio, Lea Geler y Florencia Guzmán, Cartografías afrolatinoamericanas II : perspectivas situadas desde Argentina , Buenos Aires, Biblos, 2016, pp. 135-160. También, Dedier Norberto Marquiegui, “¿Te acordás hermano del Negro Raúl? Desmesura e infortunio en la vida de un afrodescendiente en la cosmopolita Argentina del Centenario”, en Otras memorias: memorias de África y los afrodescendientes en América , Buenos Aires, Asociación Otras Memorias, 2016, vol. 6, pp. 11- 22.
Читать дальше