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Sinopsis Sinopsis Ocho - Dos viejos amigos se reencuentran quince años después de separarse abruptamente y deciden salir de viaje al interior del país para visitar a su antiguo jefe, al que daban por muerto. Durante el trayecto se va desvelando un pasado conjunto de alcohol, traición y conspiraciones. Claudio Colina construye un relato caleidoscópico en el que se van intercalando, casi estroboscópicamente, secuencias de distintas etapas de la vida de Víctor, un periodista aficionado a la pintura cuya vida queda marcada por su breve amistad con un excompañero de facultad, Óscar Jaramillo. Este lo introduce en una turbia trama de tejemanejes políticos que cambiarán el rumbo apacible de su vida: una mezcla de alcohol, sexo y desapego junto a una renombrada pintora veinte años mayor que él, quien lo ha tomado como pupilo.
Ocho
Agradecimientos Agradecimientos A Luis Aguilera, Román Delgado, Cristi Melián y Quique Quintero
Datos de autor Índice de contenido Sinopsis Sinopsis Ocho - Dos viejos amigos se reencuentran quince años después de separarse abruptamente y deciden salir de viaje al interior del país para visitar a su antiguo jefe, al que daban por muerto. Durante el trayecto se va desvelando un pasado conjunto de alcohol, traición y conspiraciones. Claudio Colina construye un relato caleidoscópico en el que se van intercalando, casi estroboscópicamente, secuencias de distintas etapas de la vida de Víctor, un periodista aficionado a la pintura cuya vida queda marcada por su breve amistad con un excompañero de facultad, Óscar Jaramillo. Este lo introduce en una turbia trama de tejemanejes políticos que cambiarán el rumbo apacible de su vida: una mezcla de alcohol, sexo y desapego junto a una renombrada pintora veinte años mayor que él, quien lo ha tomado como pupilo. Ocho Agradecimientos Agradecimientos A Luis Aguilera, Román Delgado, Cristi Melián y Quique Quintero Datos de autor
Ocho -Dos viejos amigos se reencuentran quince años después de separarse abruptamente y deciden salir de viaje al interior del país para visitar a su antiguo jefe, al que daban por muerto. Durante el trayecto se va desvelando un pasado conjunto de alcohol, traición y conspiraciones. Claudio Colina construye un relato caleidoscópico en el que se van intercalando, casi estroboscópicamente, secuencias de distintas etapas de la vida de Víctor, un periodista aficionado a la pintura cuya vida queda marcada por su breve amistad con un excompañero de facultad, Óscar Jaramillo. Este lo introduce en una turbia trama de tejemanejes políticos que cambiarán el rumbo apacible de su vida: una mezcla de alcohol, sexo y desapego junto a una renombrada pintora veinte años mayor que él, quien lo ha tomado como pupilo.
Ocho
© 2021, Claudio Colina Pontes
© 2021, La Equilibrista
info@laequilibrista.es
www.laequilibrista.es
Primera edición: 2021
© Diseño y maquetación: La Equilibrista
Imprime: Ulzama Digital
ISBN: 9788418212932
ISBN Ebook: 9788418212949
Depósito legal: T 894-2021
Queda prohibida la reproducción total o parcial de cualquier parte de este libro, incluido el diseño de cubierta, así como su almacenamiento, transmisión o tratamiento por ningún medio sea electrónico, mecánico, químico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin el permiso previo por escrito de: NOCTIVORA, S.L.
A Luis Aguilera, Román Delgado, Cristi Melián y Quique Quintero
Este libro está basado en lechos reales.
Entramos con el coche de Jaro en la explanada del gran aparcamiento. Aquí, dije: Aquí estará bien, señalándole un espacio en sombra. Pero Jaro, rastreador silencioso, condujo más allá. Echó el freno en una plaza a pleno sol. Lo miré de hito en hito: ¿Aquí lo vas a dejar? Se rascó los ojos, se apeó. Anduvimos hasta la oficina de alquiler, que era una especie de contenedor verde acristalado posado ahí, en medio del asfalto. En cada uno de sus ángulos, cámaras de seguridad como pichones posados, curiosos. Murmuró: ¿Se puede fumar aquí? ¿Eh? Y se respondió a sí mismo: Venga, sí; yo digo que sí, que a lo mejor dentro no nos dejan. ¿Dentro de la oficina? Es obvio que no. No, amigo, me refiero a dentro del área, de la región.
Unos cigarrillos en aquel gran aparcamiento, donde los charcos empezaban a evaporarse como en un cuadro de Constable. Una pausa de humo en la que barajé todos los significados de la palabra «dentro». ¿De dónde saldría aquel olor a aceite quemado? Jaro con su maletín colgando de la mano y yo con una mochila pequeña al hombro. Nada más. Se puede decir que no llevábamos equipaje. Se puede decir, casi, que no íbamos de viaje. Pero sí. Miré atrás. Allí quedaba el coche de mi amigo como una máquina vetada, entre otros cientos de vehículos con motor de explosión.
Nombre, apellidos, dirección, preguntó el agente. Dirección real , insistió. Y después: ¿Estado civil? Miré a Jaro de reojo. ¿Motivo del viaje? Turismo, aventuré. Iba a decir Visita, sí, eso iba a decirle, pero me pareció que «turismo» encajaba mejor. Turismo, repitió el agente, revisando minuciosamente nuestros documentos, comprobando fechas. ¿Un viaje turístico de solo día y medio? Nos miró por encima de las gafas. Y Jaro respondió, alzando el índice: Dos días, en realidad. Dos días. El tipo prosiguió: ¿Itinerario? ¿Recorrido previsto? ¿Paradas programadas? Fuera de aquella pecera verde y acristalada las nubes parecían adensarse de nuevo para descargar otro chaparrón. Dentro, aquel protocolo inatajable. Un protocolo que ya no me irritaba, solamente me aburría hasta el infinito. ¿Profesión? Dejé de nuevo que Jaro hablara: Periodistas. Y una alarma interna, un vuelco de vísceras en forma de Tengo la acreditación caducada, demonios. Por supuesto, la voz mecánica, burocrática, del agente: Permítanme los carnés profesionales. Dudé aposta con la cartera, me hice el torpe, me hice el miope hasta que Jaro plantó sobre el mostrador los dos documentos. El suyo y el mío.
Chupatintas de pacotilla, escupió Jaro al salir de allí. Apretaba en el puño la llave del coche alquilado. Sí, secundé: A lo mejor se cree policía, el tipo. Y mi amigo: Lo peor del caso es que quizá lo sea, ¿eh?; esto de la zona azul es así. ¿Cómo así? Así, Víctor, control sobre el control y me llevo una. Controla el control. No hay quien se tire un pedo dentro de la zona azul. Que te precintan el culo. Yo hasta el otro día tenía mis dudas, ¿sabes?, sobre la prohibición de circular dentro de la zona azul con el coche normal. Pensé que sería algo relativo. Pues no, relativo, no. Ni más ni menos, Víctor, que dejar el coche de gasolina en el aparcamiento habilitado y coger, si quieres circular por aquí, uno eléctrico. Uno de esos que ellos llaman de «cero emisiones». Repliqué: ¿Por qué, ya que estabas en ello, no alquilaste uno autoguiado? Ahora le meteríamos en el GPS la dirección exacta del sitio y nos olvidaríamos; nos llevaría tan tranquilamente, sin conducir, sin tocar el volante. ¿Estás loco, Víctor? Esos son mucho más caros.
Jaro cogió el cruce de un volantazo. Encendió la radio. Te acordaste, dije: Te acordaste, menos mal, tío, gracias. ¿De renovarte el carné profesional?, preguntó. Bueno, me acordé…, me acordé de falsificarlo. Los dos, el tuyo y el mío son falsificados. ¿Qué es eso de superar obligatoriamente un cursillo de lenguaje inclusivo para poder seguir ejerciendo el periodismo? ¿En serio, señora ministra? Soplapolleces. Falsificación al canto, Víctor. Respondí: Me lo temía; como nos pillen, multa al canto.
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