Ángeles Finque Jiménez - La intervención del socialismo en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

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La intervención del socialismo en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930): краткое содержание, описание и аннотация

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La distancia temporal de la actuación de los socialistas españoles en el régimen dictatorial de Primo de Rivera (1923-1930) permite a Finque Jiménez analizar no solo las razones esgrimidas, sino el impacto y consecuencias de esta participación en la España contemporánea.
Entre la oposición ideológica de unos y el pragmatismo de otros, los socialistas españoles aportaron a las políticas sociales, económicas y laborales, y se consolidaron como fuerza política influyente.
Sin juicios, esta obra es una exposición de hechos extraída del análisis de fuentes documentales que llevan al lector a un momento histórico que se caracterizó por dos posiciones básicas de los dirigentes socialistas ante la sustitución de la Restauración por una dictadura militar:
la negativa a participar en un régimen represor de los derechos fundamentales, y la participación en la Dictadura para mejorar las condiciones objetivas de los trabajadores.
¿Por qué un sector del socialismo se integró de lleno a la participación política y otro se circunscribió a la crítica? ¿Cuál de estas actitudes fue la «correcta»?, ¿o acaso estas contradicciones fueron útiles y complementarias?

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En definitiva, todos los partidos dinásticos se mantuvieron pasivos y acataron el gobierno de los militares; se produjo una aceptación generalizada. Aunque declararon lo negativo que era anular el sistema constitucional, permanecieron inactivos y no realizaron ningún acto para restablecerlo. Esta conducta de los políticos prevaleció por la insostenible situación que atravesaba el país. En cierto modo, se sintieron aliviados con el cambio de régimen, ya que ellos no supieron resolver las distintas cuestiones de Estado. Además, la preponderancia que el sector castrense ejercía en la vida política de la nación y la aprobación de Alfonso XIII ocasionaron el cambio de sistema, aunque fuese de modo transitorio. En consecuencia, estimaron preciso un nuevo horizonte para el país, ya que el proceso de degradación del «sistema canovista» resultaba incuestionable.

Posición de las fuerzas sociales

La ciudadanía percibió el golpe de Estado de modo impasible. Cada sector social desempeñó su trabajo sin alterar su vida cotidiana, todo continuó como si nada trascendental se hubiese producido. La sociedad estaba tan acostumbrada a las crisis políticas y sociales, que lo sucedido le pareció un hecho más de los acaecidos en el territorio nacional. Así, una parte de la ciudadanía respaldó a Primo de Rivera, mientras que otra permaneció expectante para ver cómo se desarrollaba el nuevo sistema autoritario.

Las clases burguesas españolas recibieron con gran satisfacción el pronunciamiento militar, en especial la burguesía industrial catalana, cansada del desorden social y de la aguda crisis económica existente en el país. El régimen dictatorial significaba la defensa de sus intereses mermados por la conflictividad obrera, venía a resolver los graves enfrentamientos sindicales y la violencia en las calles. El restablecimiento de la paz social incrementaría la producción industrial y una mayor estabilidad en las finanzas. De ese modo, el alcalde de Barcelona, el marqués de Alella, y el presidente de la mancomunidad, Puig i Cadafalch, ambos miembros de la Lliga, manifestaron su adhesión al general Primo de Rivera. Posteriormente cambiaron de postura, cuando el marqués de Estella, ya en la presidencia de Gobierno, rechazó toda concesión nacionalista, suprimiendo la mancomunidad.

La Conferencia Patronal Española se mostró también complacida. El 14 de septiembre de 1923 emitió un comunicado en el que se expresaba su simpatía y apoyo a Primo de Rivera.43 También la Confederación Gremial Española, constituida por pequeños comerciantes e industriales, recibió con entusiasmo al gobierno autoritario, cansada del viejo sistema caciquil y deseosa de acabar con las oligarquías dominantes y poder alcanzar un progresivo ascenso social. De igual modo, la burguesía industrial vasca aprobó la actuación de Primo de Rivera, agotada por la anarquía existente y deseosa de orden social.44 La Cámara de Comercio e Industria de Zaragoza declaró su respaldo al Directorio Militar y sus dirigentes se entrevistaron con Primo de Rivera para expresarle su cooperación.45 Asimismo, los pequeños propietarios rurales secundaron el pronunciamiento militar, y más cuando el Gobierno prometía dar solución a las demandas que solicitaban los campesinos.

La banca española —el Banco Español de Crédito, el Central, el Urquijo, el de Bilbao, el de Vizcaya, el Hispanoamericano— ofrecieron su colaboración al Dictador contribuyendo con sus préstamos financieros a la proyección de las obras públicas que el gobierno dictatorial realizó, alcanzando buenos resultados.46 Primo de Rivera se mostró satisfecho ante la actitud de los banqueros españoles porque con la política financiera se logró reactivar la economía española, modernizando las industrias y servicios.

De modo inequívoco, los sectores eclesiásticos elogiaron la actitud de Primo de Rivera, aceptando con entusiasmo la nueva legalidad. El Debate, periódico relacionado con esta colectividad, en su editorial del 14 de septiembre de 1923, señaló su complacencia a la actuación realizada por el Ejército y mantuvo una clara disposición de afianzar al Directorio Militar. 47

Por el contrario, las fuerzas obreras rechazaron la sublevación militar, pero de modo pasivo; apenas se enfrentaron. La Confederación Nacional de Trabajadores (CNT) y el Partido Comunista propusieron una huelga general como repulsa al pronunciamiento, pero no fue secundada por el Partido Socialista —con la única excepción del sector regional de Vizcaya—. Por ello, dicha huelga no alcanzó repercusión. En aquel periodo la estructura del movimiento obrero era frágil y se encontraba dividida, y no pudieron perturbar el sistema autoritario.

La CNT sufría una crisis debido a las divergencias existentes entre las fracciones. El origen del enfrentamiento, más que ideológico, era de estrategia.48 Había un sector partidario del terrorismo para suplantar la acción sindical, y otro opinaba que esa táctica no era eficaz para alcanzar los objetivos previstos. La doctrina anarquista rechazaba toda acción que no fuera revolucionaria, consideraban que el sistema político existente (partidos, elecciones, Parlamento…) debía de ser destruido mediante huelgas y movimientos revolucionarios. Se resistían a cualquier autoridad impuesta, como el Estado, el Ejército y la Iglesia; el anticlericalismo era patente. Pese a denegar el juego político, estimaron necesario intervenir en cuestiones laborales, sobre todo en la lucha social proclamando la unidad de acción del proletariado. La máxima actuación de la Confederación Nacional de Trabajadores se desarrolló en Barcelona, realizando una fuerte agitación huelguística que ocasionó un endurecimiento de los empresarios hacia este sindicato. El terrorismo fue utilizado por parte de la CNT como arma para controlar las relaciones laborales y como represalia hacia la clase patronal. Uno de sus dirigentes, Ángel Pestaña, que evolucionó a posiciones más moderadas dentro de la Confederación, señaló que el aumento del terrorismo se debió a tres motivos principales: el primero, a la propia tradición anarquista, pues esta acción se encontraba entre sus postulados; el segundo, a la dura actitud de los empresarios hacia el sindicato; y el tercero, por la influencia ejercida por la Revolución rusa.49 El objetivo principal del anarquismo consistió en alcanzar una sociedad descentralizada, confederada de cooperativas y comunas libres, rechazando la propiedad privada en defensa del colectivismo. Los sindicalistas revolucionarios consideraban la organización sindical como medio para lograr mejoras sociales a través de la huelga agresiva. Otro dirigente, Salvador Seguí, destacado anarcosindicalista, abogó por la unidad sindical de las fuerzas obreras y se opuso a las acciones más exaltadas de sectores de la confederación. Pese a ello, no quería la ruptura del sindicalismo revolucionario con el anarquismo de la CNT, pero insistió en diferenciar el ideario ácrata de la acción sindical. Posteriormente, su muerte por asesinato, cometido por pistoleros del Sindicato Libre como represalia por la ejecución de un afiliado de dicha agrupación, debilitó aún más a la organización sindical. Ante el pronunciamiento militar, la CNT mostró su repulsa e impotencia, ya que la huelga general planteada fracasó, y pasó a la clandestinidad.

El Partido Comunista se constituyó en abril de 1921, tras la escisión de un sector del socialismo, para sumarse a la III Internacional fundada en Moscú en 1919. Siguiendo las directrices del régimen soviético, su ideario de acción fue:

1.Lucha de clases sin ningún compromiso ni pacto con los partidos burgueses o con socialistas reformistas.

2.Acción directa de las masas con el fin de apoderarse del poder.

3.Dictadura del proletariado.

4.Sistema de consejos obreros (soviets) como órganos de la democracia proletaria.

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