Ángeles Finque Jiménez - La intervención del socialismo en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

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La intervención del socialismo en la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930): краткое содержание, описание и аннотация

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La distancia temporal de la actuación de los socialistas españoles en el régimen dictatorial de Primo de Rivera (1923-1930) permite a Finque Jiménez analizar no solo las razones esgrimidas, sino el impacto y consecuencias de esta participación en la España contemporánea.
Entre la oposición ideológica de unos y el pragmatismo de otros, los socialistas españoles aportaron a las políticas sociales, económicas y laborales, y se consolidaron como fuerza política influyente.
Sin juicios, esta obra es una exposición de hechos extraída del análisis de fuentes documentales que llevan al lector a un momento histórico que se caracterizó por dos posiciones básicas de los dirigentes socialistas ante la sustitución de la Restauración por una dictadura militar:
la negativa a participar en un régimen represor de los derechos fundamentales, y la participación en la Dictadura para mejorar las condiciones objetivas de los trabajadores.
¿Por qué un sector del socialismo se integró de lleno a la participación política y otro se circunscribió a la crítica? ¿Cuál de estas actitudes fue la «correcta»?, ¿o acaso estas contradicciones fueron útiles y complementarias?

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A las secciones del Partido Socialista y de la Unión General las excitamos a conservar la serenidad y la disciplina, bien seguros de que el país nos hará a todos la debida justicia.

En tanto no haya acuerdos oficialmente tomados y con responsabilidad ante la organización adquiridos, ninguna Sección debe reconocer ni acatar órdenes de Comités anónimos e irresponsables.61

Mediante sucesivos comunicados, la Ejecutiva socialista insistió a los trabajadores que mantuvieran cautela y calma. Igualmente, la Casa del Pueblo, sede de la agrupación política del PSOE, solicitó el 13 de septiembre de 1923, a la clase trabajadora, una actuación serena, y que no realizara ningún conato de disturbio62. La directiva socialista no creyó oportuno emprender cualquier actuación en contra de los militares y aconsejaron a los trabajadores, en aquellos momentos, «tranquilidad» y «serenidad».63 Pese a ello, ese mismo 13 de septiembre, se publicó un manifiesto «Ante la opinión pública» realizado por Indalecio Prieto, que exponía la protesta socialista ante la realidad acaecida y solicitaba a la clase trabajadora que rehusaran a los sublevados. Señalaron que el golpe militar había sido instigado por Alfonso XIII, para asolapar el tema de la acción bélica en Marruecos y sus responsabilidades políticas contraídas tras el desastre del Annual.64 De ese modo, los socialistas denuncian los hechos, pero rechazan toda manifestación de violencia; no querían ninguna acción irreflexiva que pudiera perjudicar la organización socialista, y piden a la clase obrera, de modo reiterado, que siga en todo momento las disposiciones dadas por la Comisión Ejecutiva Socialista.

Cuando el movimiento militar triunfó y el Rey encargó la formación de gobierno a Miguel Primo de Rivera, los comités socialistas entregaron una segunda nota oficial, firmada el 15 de septiembre de 1923, ratificando su postura:

1º.Ratificarse en los acuerdos publicados el día 13.

2º.Reiterar a la clase trabajadora la necesidad de abstenerse de tomar cualquier iniciativa a que pudieran ser invitadas por impacientes de buena fe o por elementos que aspiren, con apariencia engañosa, a lanzar al proletariado a movimientos estériles que puedan dar pretexto a represalias que ansía para su provecho la reacción.

3º.Hacer constar nuevamente que estos Comités proceden con independencia de toda otra organización ajena al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores, y recaban para sí exclusivamente la responsabilidad de las instrucciones que en ese momento dan a sus afiliados y simpatizantes, así como recabarán las que puedan dar en circunstancias distintas, si estas les aconsejasen variar de conducta.65

Apelaron a la calma y comunicaron su malestar por la realidad desplegada al presidente del Congreso de los Diputados, Melquíades Álvarez, mediante la minoría parlamentaria socialista formada por Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Indalecio Prieto, Manuel Cordero, Manuel Llanes, Andrés Saborit y Fernando de los Ríos. Lo hicieron a través de un escrito de fecha 18 de septiembre de 1923, redactado por el último de los mencionados, donde exponían la gravedad de la situación política y solicitaban que adoptara algún tipo de medida.66 El jefe del Partido Reformista contestó que, al estar disueltas las Cortes, ya no ejercía el cargo y no podía hacer nada como representante de dicha institución. No obstante, como dirigente político, Melquíades Álvarez rechazó al régimen autoritario implantado por eliminar las libertades del ciudadano. Y el 12 de noviembre de 1923, Melquíades Álvarez, junto con el conde de Romanones, entregaron un documento a Alfonso XIII en el cual apelaban al deber de convocar las Cortes en un plazo de tres meses. El conde de Romanones describió la entrevista con el monarca «tan breve como poco cordial», pues no le gustó la petición y le reprochó su actitud por cuestionar su función como rey.67

Los socialistas condenaron de modo pacífico la sublevación militar y requirieron a los trabajadores una reflexiva quietud, ya que entendieron que su finalidad no era luchar contra la sedición militar. No podían exponerse a litigios contra el régimen dictatorial, pues el objetivo principal era evitar a toda costa que se perdieran las conquistas sociales alcanzadas hasta ese momento. No respaldarían un sistema constitucional donde la clase trabajadora no había sido suficientemente reconocida, y el Partido Socialista había intervenido poco en la vida política del país y en la legislación social que tanto repercutía en el sector laboral que ellos defendían. Por ese motivo, aunque el gobierno autoritario eliminara las libertades públicas y privadas, se apeló a la prudencia y no a actitudes beligerantes. Querían permanecer como fuerza política y sindical y no estimaron la propuesta de otros grupos proletarios de crear un «frente único» común.

El ‘frente único’

Antes de implantarse el régimen de Primo de Rivera, el Partido Comunista, en el Congreso celebrado el 15 de marzo de 1922, decidió conformar el «frente único» con la Confederación Nacional de Trabajadores y el Partido Socialista. Su propósito era dirigir la revolución proletaria y, para ello, todas las fuerzas obreras de similar ideología debían permanecer unidas para alcanzar mejor sus objetivos de clase. La Comisión Ejecutiva Socialista rehusó dicha idea, especialmente Largo Caballero, que en dos artículos publicados en El Socialista el 17 y el 24 de junio de 1922, abordó este tema. Estimó que no podían unirse a la CNT porque su táctica y contenido ideológico eran «diametralmente opuestos» a los del socialismo. Rechazó los métodos revolucionarios que utilizaban para lograr sus pretensiones, pues creía que el esfuerzo de los trabajadores no debía ir encaminado a esos procedimientos.68 A la relación con el Partido Comunista la calificó de muy negativa por la «dirección divisoria y desorientadora» que habían realizado al producirse la escisión del Partido Socialista. Rechazó cualquier colaboración con ellos en relación con la campaña de descalificación y desprestigio vertida contra la Unión General de Trabajadores y sus dirigentes.69 Para el líder sindicalista, el «frente único» común estaría conformado por la Unión General de Trabajadores y el Partido Socialista debido a una clara compenetración de ideología y de táctica.

Largo Caballero continuó con el mismo criterio una vez proclamada la dictadura militar. Creyó que el socialismo debía apartarse de la táctica revolucionaria del resto de las fuerzas obreras. Desestimó el «frente único» por la ideología y actuación tan opuesta que tenían estos grupos proletarios.70 Además, opinó que los comunistas y anarquistas eran incapaces de entenderse entre ellos y no poseían disciplina ni tacto para enfrentarse a los problemas de la clase trabajadora. Para Largo Caballero, la pretendida coalición entre las fuerzas obreras asolapaba una estrategia de los comunistas para ocultar su debilidad como grupo político.71 Por esta posición, las críticas contra la UGT y el PSOE fueron abundantes por parte de estas asociaciones sindicales más radicales.

El mismo criterio manifestó Julián Besteiro sobre el «frente único». Consideró que el comunismo carecía de fuerza suficiente dentro de la clase obrera y que su táctica revolucionaria no era la adecuada para el desarrollo laboral de los trabajadores, que la actuación de los comunistas estaba llena de múltiples errores que habían ocasionado su desmoronamiento como grupo político, y tildó a esta fuerza de ser una «tertulia de exaltados» o «unos cuantos obreros fanáticos que discrepan de la inmensa mayoría». Por ello, Julián Besteiro no aceptó el «frente único» común con los comunistas, por estimar que eran «fuerzas agitadoras» que podrían ocasionar graves perjuicios a la organización socialista.72

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