Es necesario comprender estos procesos de cambio en el interior de la profesión en el contexto social y político, viendo ese conservadurismo de la profesión como una fase inicial que evolucionó para subvertir ese rumbo profesional, particularmente como en el caso de la reconceptualización, que inicia un proceso de inflexión y ruptura (Parra, 2007, p. 1) bajo las ideas desarrollistas y marxistas que se expandieron por América Latina entre los años cincuenta y sesenta.
Desarrollismo y marxismo en el movimiento de reconceptualización
La reconceptualización se reconoce como un movimiento crítico que se da en el interior de la profesión del trabajo social entre la mitad de la década de los sesenta y la mitad de la década de los setenta, principalmente en América Latina. En este periodo, la profesión desarrolla una fuerte postura de crítica y debate respecto al compromiso político frente a la realidad y la teorización en el interior de la formación profesional. Es claro que hasta entonces, por la experiencia en el origen y desarrollo profesional, el servicio social era concebido estrechamente ligado a las acciones asistenciales y caritativas, tanto de la Iglesia como de grupos filántropos. Sin embargo, la reconceptualización permite una fuerte discusión sobre el papel conservador que desempeñaba la profesión, particularmente su papel moralizador y reproductor de las relaciones sociales hegemónicas, lo que lleva a la reconfiguración de los planteamientos teóricos, metodológicos y ético-políticos de la profesión vigentes hasta ese momento.
El principal aporte de la reconceptualización fue su debate con la perspectiva conservadora de la profesión. «A partir de la década de 1960, las bases conservadoras y antimodernas que sustentaban teórica y metodológicamente a la profesión en América Latina entran en crisis» (Parra, 2007, p. 3), y, por tanto, son cuestionadas las bases europeas y norteamericanas que habían sido el referente para la creación de las primeras escuelas. Ahora se buscaba diseñar una intervención profesional que respondiera a las particularidades de la realidad de América Latina.
La reconceptualización, lejos de ser un proceso exclusivo y homogéneo de la profesión, debe ser considerado en el marco de una transformación en el contexto latinoamericano, que es aceptado y rechazado al mismo tiempo por diferentes sectores. Hoy se mantiene un rechazo a este movimiento, expresado en el intento de volver a ciertos autores clásicos que explican la profesión desde el endogenismo, positivismo y funcionalismo, que teórica y políticamente identificaban el inicio de la profesión. La reconceptualización se ha llegado a considerar como un retroceso en el desarrollo profesional (Montaño, 2006).
Gustavo Parra (2007) identifica el movimiento de reconceptualización en el periodo 1965-1975, subdividido en tres importantes etapas: fundación, auge y crisis. Se detecta un periodo corto de este proceso de reconceptualización; sin embargo, con significativas conexiones en el trabajo social latinoamericano y desarrollos académicos importantes que cobraron vigencia en los planes de estudio y reflexiones profesionales vigentes. De las principales características presentadas por Parra (2007) para estas etapas, se destacan los siguientes aspectos:
Fundación (1965-1968)
En esta etapa, iniciada en Argentina, Brasil y Uruguay, se presentan tres acontecimientos que inician el movimiento latinoamericano de la reconceptualización: el primero, el I seminario Regional Latinoamericano de Servicio Social; el segundo, la modificación del plan de estudios de la Universidad de la República en Montevideo, Uruguay, y, el tercero, la creación de la revista Hoy en el servicio social en Buenos Aires, Argentina (p. 4). Estos escenarios permiten propagar las ideas sobre un trabajo social crítico, que, lentamente, como señala Parra (2007), introducen las ideas de la modernización profesional. Se destacan las publicaciones propias con artículos sobre trabajo social, escritos por trabajadores sociales que tienen como foco principal el papel de la profesión en el desarrollo y que amplían su producción académica al «debate sobre el papel ideológico y político del profesional, la formación profesional, los métodos de intervención, los fundamentos teóricos de la profesión, buscando dar respuesta a la realidad latinoamericana» (p. 6). En esta misma etapa, en 1967, se realiza también el I Seminario de Teorización del Servicio Social organizado por el Centro Brasileño de Cooperación e Intercambio de servicios sociales (CBCISS), donde se produce lo que posteriormente se conocerá como Documento de Araxá. Esta etapa también se identifica con la creación de grupos como la Generación del 65, la cual buscaba aplicar el desarrollo comunitario en sintonía con las ideas desarrollistas que llevaran a superar el subdesarrollo y la dependencia de grandes potencias, como Estados Unidos.
Auge (1969-1972)
Los espacios ganados en la primera etapa entran en una expansión en todo el continente. Se amplían las publicaciones sobre el trabajo social que contienen el debate sobre sus funciones y su papel respecto al desarrollo comunitario. Según Parra (2007), «aparece de manera contundente la influencia del marxismo en el trabajo social» (p. 7); esto se evidencia en particular en el IV Seminario Regional Latinoamericano de Servicio Social, desarrollado en Chile, donde «aparece la preocupación sobre la ideología, la alienación, la praxis, la investigación, la marginalidad, la concientización, la revolución y las políticas sociales» (p. 7). Hay que destacar que en este periodo el trabajador social se empieza a entender desde un papel concientizador y revolucionario.
En 1970, en el V Seminario Regional Latinoamericano de Servicio Social, en Bolivia, se habla del «imperialismo» como causa del subdesarrollo, y se señala el compromiso del trabajo social con el diagnóstico de las realidades del continente, «rechazando los modelos estructural y funcionalista de la profesión, provenientes del extranjero, para que el ejercicio profesional se encuentre dirigido al cambio de estructuras al mismo tiempo que integrado a otras fuerzas que buscan también este objetivo» (p. 7). Otro momento importante en este periodo de auge fue en 1970 la realización del Seminario sobre Metodología del Servicio Social, organizado también por el CBCISS en la ciudad de Teresópolis, Brasil. El resultado de las reflexiones de este seminario constituye un refuerzo del Documento de Araxá, que permite consolidar la propuesta desarrollista en el interior de la profesión.
Crisis (1974-1975)
Se considera que esta etapa señala la crisis de la reconceptualización, aunque, bien apunta Parra (2007), se debe considerar una crisis y no el final de este proceso. Las dictaduras militares se entienden como parte de la causa del retraso; por ejemplo, países como Argentina, Chile y Brasil, bajo gobiernos dictatoriales, ven restringidos sus derechos y libertades. La crisis afectó todo un proyecto revolucionario. En este momento (1974) fue creado el Centro Latinoamericano de Trabajo Social (CELATS), como resultado de este proceso de reconceptualización:
[…] orientado a promover el conocimiento de las causas de la «marginación» de los grupos mayoritarios de América Latina para apoyar cambios estructurales necesarios para modificar dicha situación y ubicando al trabajo social como contribución para crear una sociedad más justa. (Parra, 2007, p. 10)
La reconceptualización está paralelamente acompañada por algunos desarrollos conceptuales que influencian las ideas de cambio, renovación y ajuste del trabajo social latinoamericano. Se destaca en este documento la influencia de las ideas desarrollistas que circulaban en el continente, y, como se observa al presentar las etapas anteriores de fundación y auge, ponen al trabajo social en el escenario del desarrollo comunitario como «agente de cambio». Se destaca también la apropiación de teorías marxistas que colocan al trabajador social en el escenario del cambio estructural, revindicando las clases subalternas y explotadas. Los dos procesos se fusionan y las concepciones asidas de estas dos corrientes por parte de la profesión influyen sobre lo que hoy se reconoce como el trabajo social crítico. En este texto se consideran principalmente el desarrollismo y el marxismo, pese a que se identifican otras influencias en la teoría de la dependencia, las propuestas concientizadoras de Paulo Freire y la teología de la liberación (Alayón, 2004, p. 32).
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