1 ...7 8 9 11 12 13 ...30 –Venerable señor, ruego que el Bienaventurado difunda la Enseñanza, que el Bien Encaminado 24 predique la Enseñanza; hay seres con poco polvo en los ojos que se están echando a perder por no tener noticia de la Enseñanza, y que al hacerlo progresarán.
»Esto, monjes, dijo el Brahmā Sahampati, y dicho esto prosiguió:
Ha habido en Māgadha anteriormente
impuras enseñanzas de mentes sin depurar,
pero ahora que abierta está la puerta de lo que no muere,
que se oiga la Enseñanza alumbrada por el limpio de corazón.
Como el que de pie en lo alto de una montaña
ve a todos los que están a su alrededor,
así tú, el sabio que ha ascendido a la morada de la Enseñanza,
eres capaz de verlo todo.
Aquél que está libre de pesar, que se fije en los inmersos en la pena,
en los subyugados por el nacer y el envejecer.
Que se levante el héroe victorioso, el jefe de la caravana,
el que ha saldado la deuda, y que recorra el mundo,
que el Bienaventurado difunda la Enseñanza,
y los que la entiendan progresarán.
»Luego, tras escuchar el ruego del Brahmā Sahampati, movido por la compasión hacia los seres, inspeccioné el mundo con el ojo de un Buddha. Monjes, inspeccionando el mundo con el ojo de un Buddha, vi seres con poco polvo en los ojos y seres con mucho polvo en los ojos, seres con facultades agudas y seres con facultades obtusas, con buena actitud y con mala actitud, dóciles y díscolos, algunos de ellos viviendo con temor a lo que está mal hecho y al otro mundo. 25 De la misma manera que en un estanque de flores de loto azules, rojas o blancas, algunas germinan debajo del agua y crecen sumergidas sin salir a la superficie, otras germinan y crecen bajo el agua, alcanzando la superficie y permaneciendo a ras del agua, y otras germinan y crecen bajo el agua, salen a la superficie y crecen aún más allá, sin que el agua llegue a mojarlas, así yo, monjes, inspeccionando el mundo con el ojo de un Buddha, vi seres con poco polvo en los ojos y seres con mucho polvo en los ojos, seres con facultades agudas y seres con facultades obtusas, con buena actitud y con mala actitud, dóciles y díscolos, algunos de ellos viviendo con temor a lo que está mal hecho y al otro mundo. Entonces, monjes, recité este verso al Brahmā Sahampati:
Brahmā, abiertas están las puertas de lo que no muere,
que los dotados de oído manifiesten su fe.
Por saber las dificultades que ello entraña, Brahmā,
no difundía yo la Enseñanza sabia y excelsa.
»Entonces, monjes, el Brahmā Sahampati pensó: “He hecho posible que el Bienaventurado difunda la Enseñanza”. Tras ello me ofreció sus respetos manteniéndome a su derecha y desapareció. Monjes, entonces pensé: “¿A quién podría predicar la Enseñanza en primer lugar? ¿Quién la entendería pronto?”. Luego, monjes, pensé: “Ālāra Kālāma es sabio, docto e inteligente, con poco polvo en los ojos desde hace mucho tiempo. Si le predicara la Enseñanza en primer lugar, la entendería pronto”. Pero entonces, monjes, se me acercaron unos dioses y me dijeron:
–Venerable señor, Ālāra Kālāma murió hace una semana.
El conocimiento y la visión surgieron en mí: “Ālāra Kālāma murió hace una semana”. Luego pensé: “Es una pena para Ālāra Kālāma. Si le hubiera predicado la Enseñanza, la habría entendido pronto”. Monjes, entonces pensé: “¿A quién podría predicar la Enseñanza en primer lugar? ¿Quién la entendería pronto?”. Luego, monjes, pensé: “Uddaka Rāmaputta es sabio, docto e inteligente, con poco polvo en los ojos desde hace mucho tiempo. Si le predicara la Enseñanza en primer lugar, la entendería pronto”. Pero entonces monjes se me acercaron unos dioses y me dijeron:
–Venerable señor, Uddaka Rāmaputta murió anoche.
El conocimiento y la visión surgieron en mí: “Uddaka Rāmaputta murió anoche”. Luego pensé: “Es una pena para Uddaka Rāmaputta. Si le hubiera predicado la Enseñanza, la habría entendido pronto”.
Monjes, entonces pensé: “¿A quién podría predicar la Enseñanza en primer lugar? ¿Quién la entendería pronto?”. Luego, monjes, pensé: “El grupo de cinco monjes al que pertenecía me fue de mucha ayuda e hizo mucho por mí cuando me esforzaba decididamente. ¿Y si les predicara la Enseñanza en primer lugar?”. Entonces, monjes, pensé: “¿Dónde vive ahora el grupo de cinco monjes?”, y con el ojo divino purificado que va más allá del humano, vi que vivían en Varānāsi, en Isipatana, en el parque de los ciervos. Entonces, tras permanecer en Uruvelā cuanto quise, fuí caminando poco a poco hasta Varānāsi.
»Monjes, entre Gaya y el lugar de la iluminación, el Ājīvaka Upaka 26 me vio por el camino y al verme, me dijo:
–Amigo, tus facultades brillan, puro es tu aspecto y limpia tu apariencia, ¿con quién has dado el paso, 27 quién es tu maestro, qué enseñanza profesas?
»Dicho que hubo esto el Ājīvaka Upaka, monjes, le contesté con estos versos:
Yo he transcendido todo y todo conozco,
intachable entre todas las cosas,
por renunciar a todo y aniquilar el deseo
me he liberado por mí mismo con conocimiento superior.
¿A quién podría señalar como mi maestro?
No hay maestro para mí y no se sabe de nadie como yo.
En este mundo con sus dioses, carezco de parangón.
Soy santo en el mundo, el maestro supremo,
soy el único completamente iluminado
cuyos ardores se han enfriado y extinguido. 28 Voy ahora a Kāsi 29 para poner en marcha la rueda de la Enseñanza y hacer sonar el tambor de lo que no muere en un mundo que está ciego. Por lo que dices, amigo, debes ser el conquistador universal. Los conquistadores son los que como yo han conseguido aniquilar las corrupciones. Conquistado es por mí todo lo malvado, luego, Upaka, yo soy un conquistador.
»Dicho esto, monjes, el Ājīvaka Upaka dijo:
–Podría ser, amigo 30 –y, sacudiendo la cabeza, tomó otro camino y se fue.
»Luego, monjes, seguí caminando hasta llegar a Isipatana, el parque de los ciervos de Varānāsi, donde me acerque al grupo de cinco monjes. Me vieron venir de lejos y al verme acordaron lo siguiente:
–Amigos, viene el asceta Gotama, el que se da a la buena vida, el que dejó de lado el esfuerzo dándose a la buena vida. No le saludaremos, no nos levantaremos y no tomaremos su cuenco ni su manto, pero prepararemos un asiento y, si quiere, que se siente.
»Sin embargo monjes, a medida que me acercaba, el grupo de cinco monjes fue incapaz de mantener su palabra. Uno vino a saludarme y tomó mi cuenco y mi manto, otro me preparó un asiento y otro trajo agua para lavarme los pies. Sin embargo, me llamaban y se referían a mí como “amigo”.
»Dicho esto, monjes, les dije:
–Monjes, no llaméis y no os refiráis al Tathāgata 31 como “amigo”. Monjes, el Tathāgata es santo y está completamente iluminado.
»Prestad oído y escuchad, monjes: lo que no muere ha sido logrado. Os voy a instruir y a predicar la Enseñanza. Si hacéis lo que os digo, sin tardanza, en este mismo mundo, realizándolo por vosotros mismos con conocimiento superior, alcanzaréis y permaneceréis en aquella insuperable consumación de la vida de santidad por la que los hijos de familia dejan el hogar, y hacen bien, para salir a la vida sin hogar.
»Dicho esto, monjes, el grupo de cinco monjes me contestó así:
–Amigo Gotama, con tu comportamiento, prácticas y ascetismo no lograste estados sobrehumanos, ni el conocimiento y visión propios de los Nobles.
»¿Cómo ahora que te das a la buena vida, que has dejado de lado el esfuerzo dándote a la buena vida, puedes haber logrado estados sobrehumanos y el conocimiento y visión propios de los Nobles?
»Dicho esto, monjes, contesté así al grupo de cinco monjes:
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