98.Como afirma el verso 276 del Dhammapada: «el esfuerzo tiene que ser hecho por vosotros, los Tathāgata sólo indican el camino».
99.Ver nota 4.
100.Se refiere a los que, sin confianza en la vida de santidad, ingresan en la comunidad monástica buscando una vida fácil y sin preocupaciones.
101.Literalmente “sordomudos”, pero dado que en la época del Buddha la educación oral era la única existente y se consideraba que los sordomudos no podían aprender o, si lo hacían, era de forma muy lenta y costosa, hemos preferido traducirlo por “cerrados al aprendizaje”, expresión que está más en consonancia con la idea que el texto quiere transmitir. Nótese que, en lengua pali, persona instruida o culta (sutavā) es la que ha oído mucho y persona inculta (assutavā) es la que ha oído poco.
102.O sea, por encima de las enseñanzas de otros maestros de su tiempo.
103.“ āsava” , corrupción, literalmente “influjos”. Las corrupciones que hay que eliminar progresivamente para conseguir la liberación son cuatro: deseo de los sentidos (kāma) , el devenir (bhava) , las opiniones erróneas (diṭṭhi) y la ignorancia (avijjā) . A veces se habla sólo de tres, omitiendo las opiniones erróneas (que, en efecto, no son más que consecuencia de la ignorancia).
104. “yoniso ca manasikāram ayoniso ca manasikāram” . Manasikāra es la atención como elemento constitutivo de la percepción. Es desacertada (ayoniso) cuando (como suele suceder en el caso de mentes no entrenadas) recoge indiscriminadamente todo estímulo, conduciendo a reacciones irreflexivas. Es acertada (yoniso) cuando la mente entrenada y concentrada distingue con claridad la naturaleza impermanente, insatisfactoria e insubstancial de los fenómenos, llegando entonces a constituir la pura atención (sati) que es factor de iluminación (ver sermón 10).
105.“ āsavā dassanā pahātabbā “, corrupciones a las que hay que renunciar viendo “dassanā “ con claridad cuáles son las cosas a las que hay que atender cuidadosamente para eliminar las corrupciones, como explica el texto a continuación.
106.De estas seis opiniones, las dos primeras representan los dos extremos de la concepción eterna-lista y nihilista de la personalidad. La segunda de éstas es simplemente la concepción materialista que identifica el cuerpo con el yo y estima por consiguiente que éste desaparece por completo al perecer el cuerpo, sin ninguna proyección futura de las consecuencias de actos pasados o presentes. Por tanto, no tiene nada que ver con la concepción budista de anattā (insubstancialidad), que reconoce las consecuencias (vipāka) ulteriores de las acciones (kamma) en la continuidad del proceso que abarca innumerables existencias sucesivas. Las tres opiniones siguientes reflejan distintos intentos de formular la experiencia de autoconciencia inherente en el vivir no informado, y contienen todas, de algún modo, la concepción (nada fácil de desarraigar) de que “yo” soy realmente “algo”, una entidad con la que me identifico, sea ésta un alma individual o una realidad absoluta no-dual. La sexta y última es la formulación sin reserva ni condición alguna de la creencia en una personalidad eterna e imperecedera.
107.Alguien que ha conseguido uno de los cuatro grados de santidad y se deja instruir por los que están más adelantados que él. (Ver notas 225, 228 a 230.)
108. “sakkāyaditthi” . Se trata de veinte teorías sobre el “yo metafísico”. Cinco de ellas identifican el “yo metafísico” con alguno de los cinco agregados, otras cinco creen que el “yo metafísico” es algo que está contenido en alguno de ellos, otras cinco que el “yo metafísico” es algo independiente de alguno de ellos, y otras cinco creen que el “yo metafísico” es el poseedor o sujeto subyacente a todos o alguno de los agregados. La creencia en un yo metafísico es una de las manifestaciones del apego a las teorías sobre el yo (attavādūpādāna) y una de las diez trabas (samyojana) que impiden la liberación del sufrimiento. Sólo cuando se logra el primero de los estados de santidad, es decir, el estado del que “ ha entrado en la corriente” (sotāpattimagga) , se acaba con las teorías que sirven de fundamento teórico al apego al yo. Sin embargo, hasta el estado de santidad perfecta (arahant) , no se acaba también en la práctica con la presunción del “yo soy”. Sobre las diez trabas, ver nota 212.
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