© LOM edicionesPrimera edición, julio 2016 Impreso en 1000 ejemplares ISBN IMPRESO: 9789560007698 ISBN DIGITAL: 9789560012968 RPI: 266.916 Edición, diseño y diagramación LOM ediciones. Concha y Toro 23, Santiago Teléfono: (56-2) 2688 52 73 lom@lom.cl | www.lom.cl Tipografía: Karmina Impreso en los talleres de LOM Miguel de Atero 2888, Quinta Normal Impreso en Santiago de Chile
Soy la sombra que arrojan mis palabras Octavio Paz
Perturbaciones (1967)
Breve tiempo,
una escapada que hacía a la azotea
entre el hollín y las sábanas tendidas.
Una breve escapada, un amor breve
y una larga espera entre los gatos,
tendido en las baldosas grises
con el cielo de la ciudad en la punta de mi cigarrillo.
Breve sueño sin gritos, apenas unas voces apagadas,
un rumor de hojas secas dispersas por el viento.
Un desliz de la lengua en los labios.
Una conversación sostenida minutos y horas.
Una conversación, pues, en mi cabeza
y las mujeres que a veces se asomaban
por las ventanas
me miraban con un sordo rencor.
Breve sueño con las sienes pulsando
y la ausencia de sol,
con toda la ciudad como escenario
y las luces de los ventanucos
por donde cualquiera podía arrojarse
a la calle y destrozarse.
Sueño y conversación,
como si yo mismo pudiese caminar por el aire.
Las más altas luces para una más alta sombra
hundida en los huecos oscuros de las paredes derruidas.
Un olor de ropa sucia y la saliva amarga entre los labios.
Más altas luces para un sueño tan breve
como un revólver contra las costillas:
¿A quién estás buscando?
Pero fue un breve tiempo.
Después fue esa escarapela de amor
que una tarde dejamos en la cama
sin que hasta ahora lo recuerdes,
como si el pelo se te hubiese borrado
y tu calva presidiese la pieza desde los muros.
Yo hice una luz, la hundí en el hueco de las manos
y esta conversación la tengo fija,
larga cuestión jamás resuelta a la que siempre vuelvo,
bajando hondo a lo oscuro, temblando de mí,
para después pararme de nuevo sobre mis pies
en un descubrimiento tan insólito
que casi muero de tanta novedad.
1Poema incluido en Poesía chilena (1960-1965) , Ediciones Trilce, 1966.
Este día comienza
con una conversación jadeante de ciclistas
que se internan en el cielo.
A esta hora un hombre siempre tiene
algo en común con los santos
y sus vicios lo abrigan,
sus vicios, únicas virtudes a que apelar
cada vez que comienza un día como este.
Y se pregunta ¿cómo es que dormían los santos
con esa horrible sencillez entre las manos?
Abajo la calle pasa en un resoplido ululante.
Piensa en sus propias apuestas con el día,
cuál de sus ojos caerá desprendido
la próxima apuesta que pierda
con el alma hecha trizas,
pendiente de los dados rodando,
dando trastabillones en pos del Uno,
indicador del vacío de su corazón,
más vacío que el de los ciclistas
que vuelven al atardecer, ahora en silencio,
pedaleando livianamente por el aire.
En el mar muerto de las viejas fotos,
estas damas aureoladas de polvos de azafrán
quedaron para siempre inacabadas.
1912: ya nadie vive de ese entonces
y del paseo familiar al estero
nadie recuerda con certeza,
nadie puede recordar
esa vaga tristeza en las miradas
y el reflejo de los paños de mesa,
un tono rojizo,
que aterraba a los perros echados a los pies.
« A mí me gustaría morirme en sueños
como un halcón en vuelo».
La vieja señora de nariz recta y alta
quedó inmovilizada por el destello del magnesio
dispuesta a abalanzarse sobre su propia tumba.
A sus flancos, familiares sonríen como pájaros
oteando el sol del ocaso,
signos imperceptibles grabados en sus frentes
que ahora desciframos sumando la columna de los años,
sacando la raíz cúbica de nuestro vaticinio.
«Este invierno ha sido muy crudo para mí.
Las viejas dolencias a la espina dorsal me tienen a mal traer.
Tengo miedo… no sé… tengo miedo de veras».
Dormir cubierto de águilas,
sentir el peligro en las sienes dormidas
como un fuego de alarma.
Mis ansias desmayadas duermen en el valle.
Más abajo, donde ruedan los astros en desastre,
cae mi mano sorprendida entre objetos inquietantes
hasta que este riesgo poderoso palpa mi cabeza,
madre de mi locura.
Todo hombre duerme a la vera de su estampida.
Entre tanto sueño y escándalo de sueños,
el águila practica torpemente con las alas abiertas.
Desde hace tiempo, madre,
desgarro en jirones tu belleza,
tu rostro insoportable que olvidé
enrolándome como artista de feria
y cada lugar era más aterrador y más lejano.
Las águilas vigilan mi desidia,
con ellas podría volar casi sin muerte a cuestas
y eres tú, madre viscosa,
quien hurga con sus largos dedos en mi corazón
cuando las fétidas y silentes me levantan en vilo.
Tu presencia me asalta y el estallido de mis fuerzas
son estas águilas que perturban mi sueño.
Soñé que mi mano entraba a saco en el secreto
y al despertar mi cabeza y mis manos eran rojas y vivas.
Soñé que hablaba entre los hombres
y desperté dando graznidos y cloqueando.
Soñé que me hallaba tan lejos de mi cuerpo
que no poder acercarme hizo explotar mi corazón.
Al despertar ocupaba mi lugar entre las otras,
junto a ti madre cruel y misteriosa.
En la muerte de Pablo de Rokha
Este tirón en el tendón de Aquiles.
Esta punción en el nudo gordiano.
Esta miserable compasión de mí mismo.
Esta tristeza de mujer golpeada.
Este aullido de perro muerto a bastonazos.
Este raigón arrancado de raíz.
Este discurso fúnebre para los periódicos.
Esta nota necrológica de mi puño y letra.
Este viejo bandoneón arrinconado.
Este tango de la vieja guardia que no voy a bailar.
Esta maroma chaplinesca.
Esta frase para el bronce que debiera decir.
Esta frase que no me atrevo a decir.
Esta frase que tal vez nadie se atreva a decir nunca.
Esta palabra de la que ya siento el desgajo.
Esta sílaba cada vez más cortante.
Esta simple vocal que me rebana la lengua.
Este zurdazo de sordomudo
no lo debo decir, no lo merezco.
A él le tocó ser sentenciado, no a mí.
Y cogió el banquillo entre sus grandes manos
y lo arrojó a la cabeza de los jueces venales.
¿Murió? Es lo que todos dicen.
Vaya uno a saber.
Como un profeta hebreo se internó en el desierto.
(Diario Última hora , 1968)
2Con Manu militari el autor participó en el Taller de Escritores de la Universidad Católica en 1969, bajo la dirección de Efraín Barquero y Enrique Lihn. «Bajo dictadura», como resulta obvio, es posterior a esa participación.
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