No estoy afirmando que si la Celestina tuvo vida propia como obra completa en los círculos universitarios fuera un texto idéntico a las comedias humanísticas en latín. Era similar en cuanto a técnica compositiva y en cuanto a «la historia toda junta», porque se utilizan los mismos conceptos de corrigendo mores a los jóvenes y presenta un caso similar de enamoramiento puramente sexuado, pero, bajo mi punto de vista, invierte muchos componentes retóricos y poéticos. Es la crisis de la enseñanza medieval y por tanto la búsqueda de nuevos modelos y propuestas. En la Comedia hay un claro afán de ridiculizar la inserción indiscriminada de autoridades y de la lógica y dialéctica escolástica, como intentaré demostrar en los siguientes apartados, pero también de las rígidas normas de las gramáticas y poéticas al uso, al menos en el Auto Iº, que es donde más se evidencia. [28]
Si este fuera el caso, se entendería mucho mejor que un editor tomara en cargo la publicación del texto, puesto que ya tiene datos fiables de su aceptación por un público determinado, capaz de agotar al menos una edición. Pero no solucionaría la primera ampliación a 16 autos y mucho menos la segunda reestructuración en Tragicomedia, ni tampoco que salieran cuatro ediciones de la Comedia en el plazo de un año, más o menos (una en Salamanca —perdida—, otra en Toledo, e inmediatamente otras dos en Sevilla y Burgos —o al contrario—). Algo más tuvo que ocurrir en este período que va de 1500 a 1502 para que al menos estuvieran en el mercado cuatro ediciones. ¿Podemos pensar en el estado actual de los estudios sobre la imprenta española que un estudiante convenza casi simultáneamente a varios impresores o libreros, estando distantes entre sí (Salamanca, Burgos, Toledo y Sevilla), para que publiquen su texto casi simultáneamente?¿Un estudiante de Salamanca iría a Burgos o a Sevilla para hacer contratos de impresión, incluso habiéndosele aceptado la edición de su manuscrito en la propia ciudad?O, ¿quién podía en aquellas fechas controlar el comercio del libro en Medina del Campo (capaces de distribuir y reimprimir textos procedentes de Salamanca, Alcalá, Vallado-lid, Sevilla y Toledo)? [29]
A partir de los estudios realizados por grandes especialistas en la Celestina, aparecidos en y entre las diferentes conmemoraciones de su quinto centenario en 1999 para la Comedia y para la Tragicomedia en 2002, estamos en condiciones de aventurar nuevas hipótesis. Ottavio Di Camillo, [30]al analizar la carta dedicatoria de «El autor a un su amigo», puso de relieve la incomparable erudición de su autor en un texto tan breve, de apenas página y media, donde por lo menos había unos quince cultismos y neologismos, algunos de los cuales afloraban por primera vez en un texto literario castellano (que le alejaría, bajo mi modesta opinión, de un simple estudiante de derecho). También, en el mismo año de 2001, Pedro M. Cátedra apuntaba certeramente:
No estoy seguro —¿lo está alguien?— de los primeros pasos de la difusión de la Celestina. Sí es, a mi parecer y al de muchos, clara la diferencia entre la Comedia y la Tragicomedia, que quedan separadas por cambios de calado doctrinal en el terreno erotológico y en el terreno formal, cambios que, desde mi punto de vista, se explican por la diferencia entre los espacios para los que una y otra han sido concebidas. La metamorfosis en este caso es doblemente textual y doctrinal o ideológica, como se quiera, e implica una primera difusión controlada en ambientes ‘universitarios’, habría que decir mejor ‘estudiantiles’, que tenían su propia producción literaria de entretenimiento en su propio mundo escolar e intelectual. No voy a volver ahora a lo que ya expuse en mi viejo libro Amor y pedagogía [31](El énfasis es mío).
Anteriormente, en su libro Amor y pedagogía [32]y en el prólogo a Tratados de amor, [33]había relacionado el texto celestinesco con los «tratados de amores», de larga tradición escolar-universitaria, en los que late en el fondo la pedagogía del amor, que podemos rastrear perfectamente en la Historia de dos amantes, Euríalo y Lucrecia de Eneas Silvio Piccolomini (publicada un poco antes de las ediciones de la Comedia) [34]o en los ejemplos que se incluyen en el Tratado de cómo al hombre es necesario amar. Estando de acuerdo con todos estos vínculos, lo que más me interesa destacar es que Pedro M. Cátedra al comentar la carta de «El autor a un su amigo» advierte que las interpretaciones que hace del manuscrito del Auto Iº, que dice tener delante, «Su lectura solitaria no es la de un lector cualquiera, sino la de un experto universitario avezado al análisis literario de textos clásicos: aprecia «su primor», su «sotil artificio», su «fuerte y claro metal», su «modo y manera de labor», su «estilo elegante» (p. 41). Para Pedro M. Cátedra, «quien escribe el prólogo enreda conscientemente» e «incluso en el caso de que la carta y los versos acrósticos no sean del mismo autor de la Comedia, quien ha pergeñado un tal artificio está encerrando esta obra en un mapa intelectual limitado por los mojones académicos» (p. 44).
Al parecer, pues, la Celestina nació y se desarrolló en el ambiente universitario. Pero no tenemos datos de que el texto fuera usado por los profesores en su docencia en la Universidad de Salamanca o en otras universidades, al menos que yo conozca. [35]Pero sí los suficientes datos para pensar que así fue en algunos momentos.
El estudio realizado por Nieves Baranda [36]sobre el ejemplar zaragozano de 1507 pone de manifiesto que ha sido manejado por diferentes manos, las cuales han anotado en sus márgenes un modelo de lectura particular, lo que nos da un valor añadido al libro en sí. Las marginalia existentes en latín son fundamentalmente de sentencias, ya sean o no de fuentes conocidas; otras amplían el significado. Las glosas castellanas comentan moralmente la acción o señalan aspectos informativos de posible uso posterior; también expresan la reacción íntima del lector ante el texto. Existen otras glosas mudas con el uso de mano, línea vertical con non, etc., que son marcas para casos de interés del propio lector. Pero para lo que quiero demostrar, me sirvo de las reflexiones finales de la autora de este excelente trabajo:
La anotación marginal era, pues, una técnica de trabajo intelectual que se aprendía durante la etapa de estudiante y cuyo dominio independiente se lograba solo en los cursos avanzados. Por tanto el anotador de Celestina, que conoce y practica con soltura el arte de la anotación, tenía que ser un hombre culto que había recibido formación universitaria, lo que coincide con la seguridad en el ductus de la letra, el dominio del latín o el carácter de sus glosas. Las marginalia no son escolares, sino propias de un lector maduro e independiente en sus juicios y conocimientos… (p. 297)
Pocos años después tendremos otro testimonio sobre esta acción erudita de glosar el texto con la Celestina comentada, que ratifica esa recepción de la obra y ese modo particular de lectura estudiantil y ¿por qué no?de algunos profesores que la anotaban para sus clases. Modo de lectura, al decir de Nieves Baranda, «que la crítica suponía, pero de la que no teníamos constancia directa» (p. 305). Para la autora, como para también Pedro M. Cátedra, es llamativa la atracción que Celestina parece ejercer sobre los hombres de leyes: su autor, según dice el prólogo, el aragonés anotador del ejemplar zaragozano de 1507, el autor de la Celestina comentada y muchos otros datos que poseemos en la actualidad sobre la recepción de la obra a lo largo del XVI. [37]Pero para lo que viene al caso, «la lectura anotada, al menos entre el inicio de la imprenta y finales del siglo XVI, se reserva casi con exclusividad para el acto de estudio, por más que no dejemos de encontrar esporádicamente —y no en los comienzos de la centuria— libros anotados de otras materias» (p. 307).
Читать дальше