305 ELIZABETH STREET
305 ELIZABETH STREET
© Iván Canet Moreno
© de la imagen de cubiertas: (Fotomontaje) littleny / Shutterstock
Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Editorial La Calle
Iª edición
© Editorial La Calle, 2015.
Editado por: Editorial La Calle
C.I.F.: B-92.041.839
c/ Cueva de Viera, 2, Local 3
Centro Negocios CADI
29200 ANTEQUERA, Málaga
Teléfono: 952 70 60 04
Correo electrónico: editoriallacalle@editoriallacalle.com
Internet: www.editoriallacalle.com
Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma.
Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico, reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización previa y por escrito de EDITORIAL LA CALLE; su contenido está protegido por la Ley vigente que establece penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica.
ISBN: 978-84-16164-56-1
Nota de la editorial: Editorial La Calle pertenece a Innovación y cualificación S. L.
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Portada
Título 305 ELIZABETH STREET
Copyright 305 ELIZABETH STREET © Iván Canet Moreno © de la imagen de cubiertas: (Fotomontaje) littleny / Shutterstock Diseño de portada: Dpto. de Diseño Gráfico Editorial La Calle Iª edición © Editorial La Calle, 2015. Editado por: Editorial La Calle C.I.F.: B-92.041.839 c/ Cueva de Viera, 2, Local 3 Centro Negocios CADI 29200 ANTEQUERA, Málaga Teléfono: 952 70 60 04 Correo electrónico: editoriallacalle@editoriallacalle.com Internet: www.editoriallacalle.com Reservados todos los derechos de publicación en cualquier idioma. Según el Código Penal vigente ninguna parte de este o cualquier otro libro puede ser reproducida, grabada en alguno de los sistemas de almacenamiento existentes o transmitida por cualquier procedimiento, ya sea electrónico, mecánico, reprográfico, magnético o cualquier otro, sin autorización previa y por escrito de EDITORIAL LA CALLE; su contenido está protegido por la Ley vigente que establece penas de prisión y/o multas a quienes intencionadamente reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica. ISBN: 978-84-16164-56-1 Nota de la editorial: Editorial La Calle pertenece a Innovación y cualificación S. L.
Índice
CON LA PUERTA ABIERTA
PRÓLOGO
Primera Parte
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XLV
Segunda Parte
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XXIII
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XLIV
XLV
Tercera Parte
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X
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EPÍLOGO
IVÁN CANET MORENO
305 ELIZABETH STREET
Introducción
Elvira C. García Vidales
Editorial La Calle
ANTEQUERA 2015
A veces pienso qué hubiera pasado con todas las palabras que he leído y he escrito durante estos tres años si el 30 de septiembre de 2012 no hubiera cogido aquel tren a Córdoba. Un tren en el que viajaban decenas de historias ansiando su llegada, y que en silencio, atravesadas por la misma secuencia de paisajes, se iban reflejando en las ventanas, confundiéndose con los rostros marcados por todo tipo de pensamientos.
No es suficiente cerrar o abrir una puerta, una maleta. Un viaje comienza cuando la búsqueda y la espera se entrelazan en nuestro interior, susurrando una hoja de ruta aún no trazada en ningún mapa, porque sólo puede existir con cada paso que damos, con cada decisión que vamos tomando…, asumiendo que, después de éste, jamás podremos volver; jamás seremos las personas que fuimos.
El calor abrazante y el olor a azahar no me sorprendieron: Córdoba no era una desconocida para mí. Pero sí lo era el Iván que conocí en ella, y todas las ciudades que lo habían construido por dentro: Alzira, Valencia, Londres y, por supuesto, Nueva York. Algo hay de búsqueda y de espera también en esos lugares que nos transforman, en esos lugares a los que viajamos. Es más, si me permiten ponerme lingüísticamente quisquillosa, me gustaría que agarrasen fuerte la palabra lugar, porque ésta es una palabra perfecta. Lugar guarda en sus posibles definiciones todas las dimensiones de un viaje: el espacio en sí y el ocupado por uno mismo, el tiempo, la prioridad, la oportunidad.
A mí, como a Iván —fíense, tendrán ocasión de comprobarlo—, nos obsesiona cómo llegamos a ellos; a los que sin saberlo siempre fueron nuestros lugares. El latido llama al latido. Una canción, un pensamiento inesperado, una conversación, la mayoría de las veces un libro, un/a autor/a, un poema —los poetas siempre están al final cuando la poesía debería ir siempre al principio.
Sea cual sea esa sutil semilla, es en ella donde empiezan a planearse las huidas —hacia delante—; huidas que esperan el encuentro con aquello que creemos buscar: ponernos a prueba, llegar al límite desconocido de la existencia. ¡Qué fina se dibuja entonces la línea que separa salir a buscar(se) y la huida! Partir —marcharse o abrirse— esconde el deseo de volver; de volver para volver a vivir. Pero nunca se puede empezar de cero, ¿no es cierto? No se puede, no, porque no se puede repetir el pasado.
Y así, entre tímidos compartires, fueron pasando las primeras semanas cordobesas. Un día de otoño, en el claustro del convento del Corpus Christi en el que convivimos juntos durante diez meses, fue Iván, lo reconozco, quien me invitó a desatender por unos minutos mis angustias creativas y a subir a uno de los inconfundibles taxis amarillos que zigzaguean por las calles de la Gran Manzana. No supe, ni quise, decirle que no —y hasta hoy.
Inesperadamente, Nueva York, la misma que no se encontraba entre mis preferencias en el pasaporte, se descubría entre luces discontinuas y cláxones desgañitados, mientras un —recién nacido— amigo de mirada aniñada y risa contagiosa me contaba las luces y las sombras de aquel lugar que nunca duerme. Lo imaginé como un gran casino que espera los sueños de miles de almas a las que atrapa, generando bajo su cielo una deuda eterna. Y donde sin embargo, a cambio, siempre ofrece la reinvención y la esperanza. La suerte, ya sabéis, tan esquiva y difícil de contentar: a veces de nuestra parte, mejor no tenerla de enemiga.
De pronto, ensimismada, ajena de nuevo en el reflejo de otra ventana, de otra secuencia de paisajes, oí aquella doble voz: <>. Descolocada, volví la vista al interior del taxi. Iván me guiñaba un ojo mientras empezaba a desvanecerse en el asiento y un desconocido Robert Easly ocupaba su lugar —¿Qué hay en un nombre? Si otro nombre le damos a la rosa, con otro nombre nos dará ella su aroma. Su cuerpo estaba conformado de palabras de distintos tamaños, aunque una de ellas destacaba por bombear tinta a todas las demás desde su mano derecha: Héroes.
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