El joven camarero hizo su aparición y depositó sobre la agreste mesa las consumiciones y un cuenco con unos chips salados. Después, desapareció.
—No estoy de acuerdo contigo —musitó antes de darle un gran trago a la cerveza negra. Cerró los ojos y disfrutó del manjar—. ¿Por qué te fuiste así de mi casa, Dani? —preguntó cordial, aunque haciéndole saber, por la preocupación en su rostro, lo intranquilo que se quedó cuando no la encontró en el salón.
Chandani a punto estuvo de atragantarse con el refresco.
—No…, no podía dormir y decidí irme —se inventó.
Rodrigo agudizó su expresión y esperó paciente a que ella le contara la verdad. Aquella preciosura no sabía mentir.
Ella cogió una patata rizada del cuenco, se la llevó a la boca y, elevando los hombros al aire, le respondió con su silencio. No había nada más que añadir.
—¿Fue porque te sentiste rechazada por mí? —lanzó sin paños calientes.
Chandani dudó con su gesto y eso fue suficiente para ser descubierta por el astuto cazador que tenía enfrente.
—¡Qué más da por qué! —contestó reconociendo su engaño. Aunque rehusó esos ojos brillantes que la estaban juzgando.
—Porque nada pasa porque sí, Dani.
Algo en ella se paró de repente, se sentía como si estuviera en una de las charlas con su terapeuta. Esas palabras formaban parte de su vida tanto que incluso se planteó si había sido ella la que las había dicho.
Rodrigo traspasó sus barreras, leyendo las perlas verdes que tenía por ojos y que lo miraban de aquella manera tan profunda que ya conocía. Aunque Chandani enseguida reaccionó apartando su mirada de él.
—Rodrigo, yo no te conozco y tú no me conoces —dijo al fin. Miró sus manos, y sus dedos, nerviosos, comenzaron a juguetear con uno de sus anillos. Había llegado la hora de mantener esa incómoda conversación—. No sé por qué ocurrió lo que ocurrió, pero creo que lo mejor es olvidarlo y que tú vuelvas a tu vida, al igual que yo a la mía. De verdad que siento si he podido crearte algún problema con tu novia —dijo sin pensar—, pero… me dejé llevar… Yo no suelo comportarme así, supongo que necesitaba algo de consuelo y cariño… Y las circunstancias fueron tan surrealistas que…
Rodrigo esbozó una sonrisa socarrona y Chandani quiso arrancarse la lengua por el error garrafal que había cometido al no pararse a pensar antes de hablar.
—Espera, espera… ¿Mi novia? Yo no tengo novia. —Arrugó la frente mientras una sonrisa amortiguada rasgó sus labios al imaginarse lo que decía.
—Pensaba que Lucía… Bueno, esa mujer con la que hablaste por teléfono… —Rodrigo fue a responder, pero ella, con su locuaz verborrea, no lo dejó—: No…, por favor. —Dejó caer su espalda en el respaldo de madera—. No tienes que explicarme nada.
—Es mi hermana —soltó, sin más, con una sonrisa tunante que le hizo elevar una ceja de manera juguetona.
Chandani se quedó petrificada en el sitio. Si la pinchaban con una aguja, seguro que no sangraba. ¿Se podía ser más tonta? Pues sí que la había hecho buena. Rodrigo seguro que pensaba que estaba celosa. Y, la verdad, es que razón no le faltaba, pero eso él no lo sabía ni lo sabría jamás. Lo importante era que creyera sus palabras cuando le decía que no podía ocurrir nada entre ellos.
—Pues eso no cambia nada, Rodrigo.
—Eso lo cambia todo —contradijo pausado.
Chandani soltó un suspiro cansado y, con una pose de rendición absoluta, se preparó para enfrentarse a lo inevitable.
—No sé por qué estoy a punto de contarte esto… e, incluso, no sé si entenderás lo que quiero decirte, pero mi vida es complicada. Como mujer, estoy marcada —se descubrió, dejando que viera que no mentía—. Te has portado muy bien conmigo. Has sido un hombre comprensivo, generoso e, incluso, todo un caballero cuando ocurrió lo que ocurrió en tu casa. Pero… —dudó de por dónde empezar—, ¿recuerdas cómo me puse cuando tuvimos el accidente?
—Un mal día lo tiene cualquiera —añadió a lo que estaba intentando explicarle.
—¡No es cuestión de un mal día! —exclamó apurada—. No puedo negarte que el beso estuviera bien y que, si no me hubieras parado, habríamos acabado en la cama juntos. Pero tú mereces una mujer con menos problemas de los que yo llevo a mis espaldas. Yo soy… complicada —se describió.
Rodrigo escuchaba sus explicaciones, pero no lograba comprender adónde quería llegar.
—Si no eres más precisa, no entenderé lo que quieres decirme, Dani. Todos tenemos problemas y, de una manera u otra, somos complicados. Pero, si hay algo de lo que estoy seguro, es de que lo que sucedió entre nosotros fue increíble, algo que no suele ocurrirme, ¿sabes? Hace mucho que no me gusta una mujer tanto y lo que sentimos fue diferente.
—Esa es la cuestión, todo fue demasiado intenso…, demasiado distinto…, y yo no puedo corresponderte de igual modo. ¡Yo no puedo enamorarme! —La angustia matizó su belleza.
Chandani había vuelto a convertirse en ese animalillo angustiado y perseguido.
—¿Qué te ha pasado para no poder concederte el lujo de saber lo que es amar? —Quiso saber, entrecerrando sus ojos mientras intentaba leer los de ella con curiosidad.
La joven lo miró suplicante, pero la oscura profundidad de sus pupilas ansiaba respuestas.
—Pocos hombres saben esto, Rodrigo. En realidad, serás el segundo en conocer mi verdad. —Una triste sonrisa se dibujó en sus labios—. Antes de ser adoptada, sufrí un acontecimiento que me marcó tanto que me impide ser una mujer completa. Por mucho que lucho contra ello, siempre me persigue y me destruye. Así que hazme caso cuando te digo que lo mejor es que cada uno siga su camino y así evitaremos enredarnos en algo que acabará roto.
—Pero…, no entiendo.
—¡No hace falta entender nada! Tú solo hazme caso y aléjate de mí —suplicó mientras una lágrima se desprendía de uno de sus ojos.
El inspector estaba confundido y ansioso por saber más. Chandani estaba intentando explicarle algo de lo que no era capaz de hablar con claridad y eso le ocasionaba un sinfín de preguntas que empezaban a agolparse en su cabeza.
La mirada inquisidora de él por querer saber qué le ocurrió cuando era una chiquilla la aplastó como si le cayera encima un muro de hormigón. No quería contarle nada más, no estaba preparada para sincerarse con él.
—No me preguntes nada, te lo ruego —le pidió entre sollozos.
Rodrigo la agarró de las manos para tranquilizarla y trazó en sus labios una sonrisa comprensiva.
—Está bien, tranquila. No voy a presionarte. No quiero saber nada que tú no quieras contarme —susurró con cariño—. Pero tengo que decirte que, como bien has dicho, no nos conocemos y eso hace que des por zanjado el tema como si yo no tuviera vela en este entierro —añadió ocurrente—. Soy un hombre paciente, tozudo y con un poder de convicción increíble —bromeó—, así que me temo que no te va a ser tan fácil deshacerte de mí. Entiendo que no te lances al vacío porque no me conoces, pero quiero que sepas que haces que algo extraño se mueva aquí. —Posó la mano en su pecho—. No sé qué es, pero lo siento —confesó con ternura—. Por eso te pido que me dejes conocer a esa maravillosa mujer que cree que está dañada.
Chandani ahogó el llanto e intentó calmar a su cuerpo, que temblaba acobardado por todo lo que le estaba diciendo su acompañante.
—Pero, a la larga, saldrás tocado y hundido —susurró para evitar que esas lágrimas que se agolpaban en sus ojos no se precipitaran de nuevo al exterior.
—Eso ya lo veremos. —Sonrió triunfal—. Ahora que todo está aclarado entre nosotros, empecemos desde el principio. ¿Qué pasó cuando saliste de la asociación? —habló el inspector por primera vez.
Читать дальше