Así, un aspecto formal destacable en la obra de Darwin, bien estudiado por los historiadores, es el uso que hizo de la imagen, pero también nos podríamos fijar en aquellos momentos en los que no usa una determinada imagen. Sin duda, el dibujo había sido una herramienta clave en el proceso de documentación durante el viaje del Beagle y nos han quedado numerosas muestras de gran belleza, como las acuarelas de Conrad Martens. Darwin no era un buen dibujante y en su Autobiografía reconoce que muchos de los esquemas que hizo durante el viaje «resultaron casi inútiles» (Barlow, 1958: 78). Por ello, las ilustraciones que encontramos en su obra, a excepción de los esquemas geológicos, para los que sí que estaba dotado, son el resultado del trabajo de una diversidad de artistas, grabadores o fotógrafos que colaboraron con él. Así, Descent incorpora grabados para documentar los caracteres relevantes en la selección sexual. Y en el volumen sobre la expresión de las emociones, la imagen ya ocupa una posición central en el discurso, iniciándose el autor en la utilidad científica de la fotografía, por ejemplo, a través de las míticas imágenes cedidas por Duchenne de sus experimentos sobre el efecto de las descargas eléctricas sobre la expresión facial o la fotografía expresiva de Oscar Rejlander (figura 2). La fotografía fue un recurso que después Darwin explotaría personalmente con mucha eficacia en su investigación botánica. Con los usos de las imágenes, podemos detectar en la obra del naturalista inglés un momento de transformación de la generación de conocimiento y de la comunicación científica a finales del siglo XIX (Voss, 2010).
Fig. 2. Charles Darwin. Fotografía realizada por Oscar Rejlander en 1871.
Pero si hay un icono emblemático de la evolución es la metáfora (o «símil», como dice Darwin) del árbol de la vida. Se conservan trece borradores manuscritos de árboles filogenéticos, incluyendo el ya famoso esquema precedido de la declaración «I think» del cuaderno de notas B (1837-38). Ahora bien, en toda la obra publicada de Darwin solo apareció un diagrama, que es, por cierto, la única figura que contiene Origin : la representación de una genealogía teórica de especies. Muy posiblemente, el autor, que ya había usado con provecho la imagen en obras anteriores, como en el relato del viaje del Beagle, apremiado por publicar lo que él mismo llamó «mi volumen abominable», no quiso perder tiempo eligiendo imágenes. Pero ¿por qué un libro trascendental como Descent no incorpora ningún esquema de la relación evolutiva entre los primates, como el que el autor esbozó en 1868? Se conserva un dibujo muy simple a lápiz de la filogenia de los primates, quizá de mediados de la década de 1860, pero el fechado el 21 de abril de 1868, analizado con mucho detalle a través de las sucesivas enmiendas y correcciones superpuestas en el papel (Delisle, 2006; Pietsch, 2012; Archibald, 2014), explicita la monofilia del género humano (en contra del poligenismo) y su inclusión, como una rama más, dentro del árbol de los primates. Los humanos comparten, en este dibujo, un antepasado común lejano con un grupo formado por gorilas y chimpancés, orangutanes y gibones (figura 3).
Sin embargo, Darwin renunció al poder comunicativo de la imagen y se limitó a verbalizar sus ideas en Descent . La ausencia de esta representación visual también ha llamado la atención de los historiadores. Un caso reciente es el de Marianne Sommer, que relaciona la decisión de Darwin con su plena conciencia de las limitaciones de la iconografía arborescente, como es la incapacidad de capturar simultáneamente su sólida convicción sobre la monofilia de la especie humana (Desmond y Moore, 2009) y las jerarquías raciales que, según él, había generado la selección sexual (Sommer, 2021). De cualquier modo, parece también creíble, dada su proverbial prudencia a la hora de presentar los datos, que Darwin decidiera no incluir este esquema porque lo viera todavía demasiado especulativo. Un poco como ocurrió con sus ideas sobre el origen natural de la vida, que nunca llegó a publicar (Peretó et al., 2009), renunciaría a explicitar gráficamente su argumento sobre la evolución humana. De hecho, el boceto fue una manera de ordenar las ideas taxonómicas y filogenéticas sobre el género humano expuestas por otros autores, como Huxley, Wallace, Haeckel o Saint George Mivart. La clave la da el propio Darwin en la nota manuscrita del reverso del esquema: «Disposición por lo que puedo entender comparando el trabajo las opiniones de Huxley de varios naturalistas de cuyo juicio se puede confiar mucho – En cuanto a mí, no tengo ninguna prueba para formarme una opinión». 3
Fig. 3. Izquierda: Árbol filogenético de los primates realizado por Darwin y datado el 21 de abril de 1868. Fuente : Manuscrito DAR80.B91r, Biblioteca de la Universidad de Cambridge. Reproducido con el permiso de Syndics of Cambridge University Library. Derecha: Interpretación de Juan Luis Arsuaga y transcripción del mismo árbol realizada por Américo Cerqueira reproducida con su permiso.
LA EVOLUCIÓN HUMANA PARCIALMENTE ILUMINADA
Con frecuencia y seguridad se ha afirmado que nunca se podrá conocer el origen del hombre; pero la ignorancia genera confianza con más frecuencia que el conocimiento; son los que saben pocas cosas, y no los que saben muchas, los que afirman de forma tan positiva que tal o cual problema no será nunca resuelto por la ciencia.
DARWIN (1877 a : 2)
El objetivo de esta recopilación de textos es ofrecer, por un lado, un contexto histórico, sociológico y filosófico de Descent . Por otro, abrimos un abanico de miradas contemporáneas sobre la evolución humana desde disciplinas tan diversas como la paleontología, la genómica, la arqueología, la lingüística, la psicobiología o la etología. En homenaje a Darwin mostramos lo que la ciencia contemporánea ilumina, parcialmente, sobre el origen y la evolución de nuestra especie. Hoy aceptamos la principal conclusión de Darwin, que descendemos «de alguna forma de organización inferior», documentada exhaustivamente por la paleoantropología, el DNA antiguo y la genómica de las poblaciones humanas actuales (Bergström et al., 2021), pero observamos que, como él mismo temía, esto todavía puede ser un mensaje «desagradable» para algunas personas, 150 años después.
La recopilación se inicia con el texto de Janet Browne, autora de la biografía más completa jamás escrita sobre el naturalista inglés. En «El contexto histórico de El origen del hombre de Darwin», la autora nos sitúa en la Inglaterra victoriana y expone las motivaciones que llevaron al autor a abordar como naturalista la «cuestión más elevada y más interesante», continuando de manera lógica el discurso que había iniciado con Origin . La autora muestra cómo todos los prejuicios nacionales e imperiales, de clase, de género y raciales, del autor se proyectan sobre Descent . Por otra parte, en «Modos de ver el mundo: Darwin y la primera generación victoriana», Josep Maria Fradera incide en aspectos concretos de las razones que asistieron a Darwin para abordar la cuestión de la humanidad en su conjunto, su visión secular y naturalista del problema y, más en concreto, cómo gestionó el debate sobre la esclavitud en el contexto de sus ideas sobre el origen de las razas. Por su parte, Jesús Català sigue, en «El problema del diseño en la propuesta darwinista: una visión histórica», un hilo intelectual de Darwin con su poliédrica manera de afrontar el problema del diseño y los argumentos de la teología natural, así como el alcance de la selección natural en el proceso evolutivo. Català aporta una mirada original sobre aspectos poco conocidos de la tensión entre evolucionismo y religión. El bloque de contexto histórico acaba con el artículo de Marcos Morales y Martí Domínguez. En «Darwin bajo sospecha: la representación del darwinismo en el periódico ABC (1909-1982)», los autores eligen un medio de comunicación conservador español para ilustrar cómo el ambiente social y político del siglo XX ha impuesto sesgos ideológicos, incluso la censura, sobre una teoría científica que es vista como una amenaza al statu quo , un estigma que ya pesaba en la Inglaterra victoriana en la que vivió Darwin.
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