Darwin fue construyendo su teoría, desde el programa fundador que se expresa en Origin , hacia el desarrollo de ese programa en sus obras posteriores. Consecuentemente, no tiene sentido tomarse a Darwin como una figura de una pieza, estática y solidificada. Si queremos eso, más nos vale admirar la estatua de Joseph Boehm el Natural History Museum de Londres y olvidarnos de su biografía. Tampoco tiene mucho sentido recurrir a la biografía de Darwin para justificar lo que es hoy la teoría de la evolución. Los momentos biográficos son muy relevantes en la comprensión de cómo las personas hacen ciencia, pero dicen poco de cómo la ciencia hecha por esas personas termina siendo entendida, aplicada, desarrollada o ampliada. Un buen ejemplo es cómo, a pesar del propio Darwin, algunos se apresuraron a hacer de la selección natural, como explicación del origen de la especie humana, una justificación de ciertos programas sociales, políticos y económicos bastante lamentables, si atendemos a sus secuelas históricas, y con graves consecuencias para la valoración pública del evolucionismo (Tort, 2008). Nosotros mismos, con la mejor intención, podemos aplicar los principios darwinistas para combatir los residuos antropocéntricos que quedan todavía vigentes en muchas interpretaciones de la realidad natural. Quizá esto le resultara más simpático, pero lo cierto es que Darwin mantuvo el problema de la condición diferencial de los humanos respecto a los otros animales en una situación muy central (Muñoz-Rubio, 2003). No hay duda de que proclamar una continuidad evolutiva entre los animales y los humanos fue un paso clave, pero es muy dudoso que Darwin lo planteara como una apuesta contra el antropocentrismo.
No sé si la historia de la ciencia en general, y las biografías de los científicos en particular, aprovechan para nada; si tienen, digámoslo así, ningún propósito . Pero si la conmemoración de una obra científica nos mueve a preguntarnos por su génesis, y esto nos lleva a revisar la biografía de su autor, que sea para la finalidad de entender, como dice la mejor biógrafa de Darwin, «la relación entre este prolífico mundo interior de la mente y las vidas, privada y pública, que creó para él mismo» (Browne, 2002: 7).
1.Cito la traducción española de Ana Useros y Gema Sanz Espinar (Lamarck, 2017: 271).
2.Algunos de estos tratados, que expresan la ortodoxia anglicana en relación con la ciencia, fueron escritos por profesores del propio Darwin, como por ejemplo Adam Sedgwick, un hombre importante en su formación.
3. Cito la traducción española de Carmen Pastor (Darwin, 2007: 50).
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