Estos elementos, junto al privilegiado lugar que Cataluña tenía en el mapa del Mediterráneo occidental, clave para el dominio de este sector del Mare Nostrum, despertarían el interés italiano en potenciar la expansión y llegada del fascismo en el país. Con este objetivo, siempre contrariado y contrarrestado por la posición antiseparatista italiana, el Consulado italiano en Barcelona iniciaría ciertos contactos con elementos destacados del nacionalismo y separatismo catalán. Y aunque es cierto que lo haría en los años previos al estallido de la Guerra Civil, también lo es que los mantendría ya iniciada la contienda para romperlos definitivamente a partir de 1939.
[1]I. Saz, Mussolini contra la II República, Edicions Alfons el Magnànim, Valencia, 1986, p. 53. Otro ejemplo de libro que nos permite conocer la visión diplomática italiana de España es el del Embajador R. Guariglia, Primi passi in diplomazia e rapporti dall’ambasciata di Madrid 1932-1934, Edizioni Scientifiche Italiane, Nápoles, 1972. Acerca de la diplomacia de otros países extranjeros sobre la España republicana es interesante, aunque solamente es un compendio de informes, J. E. Vargas et al., España a través de los informes diplomáticos chilenos, cis-Ministerio Relaciones Exteriores Chile-Universidad Pontificia Santiago de Chile-Editorial Antártica, Madrid, 1994. También contamos con el libro del embajador de Estados Unidos en el período 1933-1939, C. G. Bowers, Misión en España: en el umbral de la Segunda Guerra Mundial, 1933-1939, Grijalbo, Barcelona, 1977.
[2]S. G. Payne, «¿Existió un fascismo catalán?», Barcelona, La Vanguardia, 2-X-1998, «Libros», pp. 6-7.
[3]Al margen del Consulado italiano, tampoco contamos con estudios sobre otras legaciones diplomáticas importantes en Barcelona como la de Francia, Alemania o Gran Bretaña (en este último caso, debe señalarse que la documentación del Consulado está desaparecida o destruida, según informan los National Archives británicos de Kew en Londres. Sólo se conservan los informes hasta 1910 y la selección de informes diplomáticos –del conjunto de las legaciones en España– realizada en su momento y que se centra en cuestiones económicas y comerciales). Es precisamente con este material con el que se han publicado en diversas ediciones los resúmenes de informes diplomáticos británicos, los cuales uso y cito para el período 1931-1936. Por lo que se refiere a Estados Unidos, contamos con el valioso libro de James W. Cortada (ed.), A city in War: American Views On Barcelona and the Spanish Civil War, Scholarly Resources, Wilmington, 1985, que reproduce gran parte de los informes consulares norteamericanos durante la Guerra Civil y, para un período posterior, el libro de memorias del que fuera Cónsul norteamericano en Barcelona entre 1946-1966, A. Moss, Quatre barres i estrelles, Símbol Editors, Barcelona, 2006. Para un período anterior a 1931 ver J. W. Cortada, «Catalan Politics and Economics, 1906-1911: The View From the American Consulate at Barcelona», Cuadernos de Historia Económica, 13, mayo 1975, pp. 129-181.
[4]Las diversas ediciones de I documenti diplomatici italiani, publicados por la Commissione per la Pubblicazione dei Documenti Diplomatici del Ministero degli Affari Esteri (Roma, Libreria dello Stato, 1952-2008), no nos sirven para un mínimo seguimiento de los informes del Consulado en Barcelona. Tampoco es útil para este cometido la revisión de la revista Corriere diplomatico e consolare publicada en Roma desde los años veinte del siglo xx.
[5]Para esta cuestión, ver por ejemplo, V. Cacho Viu, El nacionalismo catalán como factor de modernización, quaderns Crema-Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Barcelona, 1998.
[6]Esta crítica puede extenderse en el caso catalán a la centralidad y hasta el centralismo de la ciudad de Barcelona respecto al resto de Cataluña. Por otro lado, también se produce el mismo olvido de la historiografia española o hispanófila sobre la realidad histórica gallega o vasca.
[7]Dicha documentación no contiene un orden cronológico ni temático en su totalidad. Así, aunque algunos microfilms mantienen una cierta coherencia con lo que debiera ser el orden del archivo del Consulado, una gran parte permanecen desordenados. Por otro lado, debe señalarse que en las referencias a esta documentación he utilizado la numeración de los microfilms facilitados por el archivo de la fai.
[8]Para la diplomacia italiana destacada en España existían cinco zonas controladas por cinco legaciones distintas al margen de la Embajada en Madrid. En el caso del Consulado de Barcelona, éste era responsable del conjunto de Cataluña, de las islas Baleares y de Aragón. A su vez, dentro de Cataluña existían seis agencias consulares italianas directamente bajo las órdenes de Barcelona: Girona, Cadaqués, Palamós, Roses, Sant Feliu de Guíxols y Tarragona. Fuera de Cataluña existía la agencia consular de zaragoza y en las islas Baleares, las de Maó en Menorca, Eivissa y Palma de Mallorca. De algunas de estas agencias conocemos el nombre de sus respectivos responsables. En 1923, justo unos meses después de la llegada al poder de Mussolini se hacía un informe sobre la idoneidad de los agentes consulares. En éste se señalaba a los responsables de las agencias. En Tarragona, el Marqués de Orovio, Manuel de Orovio (1881-1935), Caballero Oficial Comendador de la Real Orden de la Corona de Italia, que ocuparía el cargo hasta poco antes de su muerte y que también sería Cónsul de Uruguay y de Portugal (desde 1903) y Decano del Cuerpo Consular en aquella ciudad, «antiguo y respetable agente», fue concejal, alcalde de la ciudad y presidente de la Diputación de Tarragona entre 1927 y 1930, que lo cedería a Emilio Carandini en febrero de 1935; en Palamós, Andreu Ribera i Llorens (por lo menos lo fue hasta 1931) «banquero rico y estimado» que no debía sustituirse y que también era Vicecónsul de Portugal en aquella localidad (por lo menos entre 1930 y 1934); en Sant Feliu de Guíxols, Joan Fortó Galcerán, hijo del anterior agente consular, Joan Fortó Jordà, y que debía ser sustituido por residir en Barcelona, mientras que en 1933 lo era el caballero de la Corona de Italia, Pere Albertí i Miró («L’Autonomista», 11-I-1933 [diario de Girona]); en Roses, Josep Rahola (en 1929 lo era Andreu Ferrer); en Palma de Mallorca, Bartolomeo Cabrer; en Maó, Pere Taltavull y en Eivissa, Ignacio Wallis (IISH, Fondo CNT-FAI, p. 29, B1-B3, informe fechado el 5-III-1923). En dicho informe no aparece la agencia consular de Girona, que en 1927 estaba dirigida por Giuseppe di Giovanni Magaldi (que por lo menos la dirigiría hasta 1936). En el momento de publicar este libro (2009) y según la página web de la legación, el Consulado es responsable de las siguientes representaciones: Viceconsulado honorario de Girona, Consulado honorario de València, Consulado honorario de Palma de Mallorca, Viceconsulado honorario de Alacant, Viceconsulado honorario de Eivissa, Viceconsulado honorario de Castelló de la Plana, Viceconsulado honorario de Cartagena y Corresponsal Consular en Andorra.
LA PRESENCIA ITALIANA EN CATALUÑA
LA COMUNIDAD ITALIANA DE BARCELONA ENTRE FINALES DEL SIGLO XIX Y 1936
Antes de adentrarnos en las entrañas del Fascio Luigi Aversi de Barcelona y en la visión que de Cataluña mantuvo y transmitió el Consulado en Barcelona, creo necesario situar brevemente el itinerario histórico de la comunidad italiana local. Por dos razones: en primer lugar, por su interés específico y, en segundo lugar, para conocer las relaciones personales, empresariales y políticas existentes entre estos italianos y los diferentes sectores de la sociedad catalana. Unas relaciones estrechas en tanto que las instituciones italianas tendrán una larga tradición en Barcelona y una gran aceptación social. En este aspecto, por ejemplo, cabe destacar las remarcables cifras de alumnos catalanes de la Escuela Italiana, así como los socios no italianos de la Casa de los Italianos o de otras entidades de la colonia que iremos viendo.
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