En último lugar, he completado el conjunto de la documentación con la consulta de diferentes archivos relacionados de manera más o menos directa con la diplomacia italiana. En primer lugar, he encontrado interesante documentación en el siempre rico archivo personal del intelectual y político mallorquín y catalanista Joan Estelrich i Artigues. Debo agradecer al profesor Manuel Jorba el acceso a este archivo, depositado actualmente en el Arxiu Nacional de Catalunya.
Por otro lado, he creído interesante, ya que hablamos en parte de la transmisión de la imagen que de Cataluña y de sus procesos histórico-políticos se tenía, contrastar en algunos casos la documentación italiana con la francesa y la británica. Por ese motivo, he hecho sendas investigaciones acerca del Consulado francés en Barcelona y la Embajada en Madrid en los Archives Nationales de Nantes y en los National Archives en el barrio de Kew de Londres respecto al caso británico. Materiales que, sin lugar a dudas, derivarán próximamente en otras investigaciones. Del mismo modo que a través de la comparación con Francia y Gran Bretaña, enemigas de la Italia de Mussolini (en diferentes etapas y maneras), he querido acceder a alguna documentación de un país menos relevante en la escena internacional. Por eso, el presente volumen también cuenta con documentación portuguesa, después de acceder a los documentos del Consulado portugués en Barcelona, no sin dificultades, y con el agradecimiento al Consulado y especialmente al Vicecónsul, Álvaro Martins, por sus gestiones en Lisboa. Esta última consulta en el Arquivo Histórico-Diplomático del Ministério dos Negócios Estrangeiros ha enriquecido con múltiples informaciones referentes al Consulado italiano y al conjunto del Cuerpo Consular destacado en Barcelona de un gran interés e imposible de localizar en otros archivos.
Por otro lado, no puedo dejar de agradecer la ayuda en forma de beca de investigación del Arxiu Nacional d’Andorra, dirigido por Susanna Vela, y del Gobierno de Andorra, por parte de la Ministra de la Vivienda, Educación Superior e Investigación (actualmente de Asuntos Exteriores), Meritxell Mateu, y de Maria Martí de la Fundació Reig. Gracias a esta investigación en curso sobre archivos diplomáticos europeos referente a Andorra, paralela a la que ahora presento al lector, he podido ampliar el contenido del libro con fuentes francesas, británicas y portuguesas.
En último lugar, no puedo dejar de agradecer a los profesores ya mencionados Borja de Riquer, Enric Ucelay-Da Cal, Ismael Saz y Xosé Manoel Núñez Seixas la lectura previa del libro y sus comentarios y críticas extremadamente útiles.
Antes de iniciar el libro propiamente dicho, solamente cabe añadir una aclaración terminológica. La documentación utilizada en el presente libro, fuese cual fuese su idioma original (excepto el apéndice documental en italiano) ha sido traducida al castellano. En los casos en que se señala la procedencia italiana, británica, francesa o portuguesa de los documentos, no he remarcado el idioma original por ser evidente. Sí lo he hecho en los documentos diplomáticos o generados por los Consulados en los que se utiliza un idioma diferente del país originario. Del mismo modo que lo he señalado en todos los documentos, referencias de prensa y otros materiales escritos originalmente en catalán. También debe señalarse que he intercalado algunos términos y nombres italianos con su traducción al castellano para dinamizar la lectura del texto.
Por otro lado, también debo señalar que en el texto aparecen los términos referentes a los cargos diplomáticos (Embajador, Cónsul o Vicecónsul), como también los nombres de Embajada y Consulado en mayúsculas.
EL CATASTROFISMO ITALIANO
Vayamos pues a la introducción propiamente dicha. A lo largo de los trece años que se prolongan entre 1930 y 1943, es decir, el período analizado en el presente libro, el Consulado italiano en Barcelona construyó diferentes ejes de una visión más o menos coherente de Cataluña que transmitiría en sus informes enviados a Madrid y Roma. [8]Las autoridades del régimen fascista de Benito Mussolini instaurado después de la Marcha sobre Roma de 1922 interpretarían Cataluña, pero sobre todo Barcelona, a través de unos textos siempre proclives a anunciar la revolución social, la revuelta separatista o al caos más absoluto. En este sentido, a finales de 1930, en los últimos meses de la monarquía de Alfonso XIII, el Cónsul italiano en Barcelona, Guido Romanelli, afirmaba en un informe sobre la actividad de la oposición catalanista, republicana y sindicalista, que Cataluña oscilaba irremediablemente entre el separatismo y el socialismo. No obstante, si en los meses previos a la proclamación de la II República Española los observadores italianos podían hablar de un Cambó o de los políticos catalanes con cierto conocimiento, a partir de abril de 1931 sus informes perderían rigurosidad para entrar en una siempre existente falta de información sobre los nuevos actores políticos que, desde ese momento, comandarían la vida política catalana.
Así, la tentación de «situar la realidad catalana constantemente al borde del precipicio», será una de las características más particulares de los retratos que de esta realidad sociopolítica harán los respectivos Cónsules a partir de las informaciones de que dispondrán y del análisis y punto de vista que verterán sobre el papel de sus rapporti. Como podremos ir viendo a lo largo de los siguientes capítulos, Cataluña vivirá aquellos años, entre el final de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera, pasando por la II República y la Guerra Civil hasta llegar al primer franquismo, con el peligro del extremismo de diversa índole pisándole los talones. Para los diplomáticos italianos, algunos fascistas y otros hombres de carrera y destacados monárquicos, acostumbrados a un país sin problemáticas sociales o nacionalistas, por lo menos oficialmente como era la Italia de Mussolini, Cataluña y su constante y tensa relación con España, de la misma manera que sus insistentes luchas obreras, suponían un reto. Y lo suponía, entiendo yo, desde el punto de vista de la justa medida de los hechos y de las percepciones de los mismos observadores. Como iremos viendo, los Embajadores, los Cónsules o los Vicecónsules mantendrán un difícil equilibrio en su mirada hacia la evolución política catalana y española. Ciertamente, el período 1930-1943 se caracterizaría en Cataluña y España en general por una extraordinaria sucesión de cambios de régimen, golpes, contragolpes, revoluciones y sublevaciones. Pero si nos ceñimos a lo escrito en los informes, veremos como será en los años que se alargan entre 1931 y 1934, quizá preveyendo o anunciando lo que vendría después, cuando la percepción italiana será más catastrofista.
No será hasta después del 6 de octubre de 1934 y de la derrota de la proclama del Estado Catalán dentro de la República Federal Española del Presidente de la Generalitat, Lluís Companys, cuando todo parecerá calmarse a ojos italianos. De este modo, a partir de finales de 1934 y principios de 1935, los observadores italianos lo verán todo con más nitidez. Situarán ya, de hecho ya lo hacían desde 1931, el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 liderado por parte del Ejército español y la revolución social acaecida en Cataluña como las únicas opciones de futuro. Y sólo volverán a mostrar una cierta alteración con los constantes rumores de una posible proclamación de independencia de Cataluña durante la Guerra Civil.
Por otro lado, el otro tema de preocupación italiana, como ya anunciaba anteriormente, no será otro que la constante conflictividad social y obrera existente en las fábricas catalanas. Y lo hará, en primer lugar, por la existencia de destacadas factorías de grandes empresas italianas en territorio catalán. Pero también por el peligro constante de una revolución anarquista o socialista que atemorizaba a los diplomáticos italianos.
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