Pocos días después, los efectos de la reunión en Madrid y de la decisión tomada se hacían públicos por parte del delegado del fascismo italiano en España, Ernesto Marchiandi, quien con fecha 1 de noviembre de 1926 remitía una carta a la comunidad italiana. El documento decía: «Camaradas, El Fascio de Barcelona ha cesado en todas sus actividades por disposición que me he visto en la necesidad de tomar y que la Secretaría General ha aprobado». Una refundación propiamente dicha, ya que se obligaba a los militantes a entregar sus carnés y a presentar una nueva demanda de adhesión que se volvería a examinar de nuevo por la nueva dirección formada por Mario Aquarone, Antonio Clementi y Mazinio Paretti. Además, la carta de Marchiandi dejaba del todo claro cuál era la pirámide de poder de la Colonia y con ella el lugar a ocupar por el Fascio: «significa que cada uno que entre en sus filas, acepta con la más rígida disciplina, con ánimo abierto, cómo se aviene al fascista en el exterior, el respeto absoluto de las jerarquías, de los representantes de la Autoridad del Gobierno Fascista y del país que los hospeda». [60]
Poco después, era la nueva dirección del Fascio quien firmaba un manifiesto enviado a los integrantes de la Colonia. El manifiesto decía: «Llamados por la confianza de nuestras superiores autoridades jerárquicas, hemos asumido el encargo honorífico (...) de reconstituir el Fascio de Barcelona». Una tarea que se planteaba haciendo un llamamiento al origen del fascismo:
Todos los que en la guerra fueron la expresión genuina de la Patria en armas y que por ella dieron la sangre, sustancia y lágrimas, encontrarán en nosotros toda aquella generosa simpatía y aquel apoyo que son el origen de la vieja camaradería. Hombres de fe verdaderamente fascista, con espíritu de sacrificio y de disciplina, pero sobre todo honestos en los actos (...), serán admitidos entre nosotros.
Pero que también recuperaba una actitud más tolerante con el resto de la Colonia italiana de Barcelona al subrayar que no era imprescindible tener el carné para realizar tarea patriótica italiana: «Pero también fuera de nuestras filas se puede servir dignamente a la Patria». Además, también se hacía explícita referencia al necesario final de las rencillas internas en pro de los «nuevos destinos del País». [61]
Con este cambio en el Fascio, el conjunto de las instituciones italianas en Barcelona retomaron una cierta calma. En la Casa de los Italianos se aprobaba el nombramiento de una dirección extraordinaria, mientras que en la Cámara de Comercio se daba la confianza al presidente expulsado Carlo Carandini. [62]Por otro lado, también las relaciones entre la legación consular y el Fascio mejoraron con el nombramiento de la nueva dirección. [63]
Aunque aparentemente el conflicto entre Consulado y Fascio había quedado zanjado durante los últimos meses de 1926, en 1927 todavía se arrastraban sus consecuencias y algunas cuestiones no resueltas. En primer lugar, a principios de aquel año, el Cónsul en Barcelona escribía al Ministerio para confirmar las buenas relaciones con el triunvirato fascista, pero también para informar que las discusiones se habían trasladado ahora al interior del Fascio. Según explicaba en su informe después de valorar como tranquila y normal la vida de la Colonia italiana, el delegado para España de los Fasci había dotado a Aquarone de un poder superior al de los dos restantes miembros de la dirección: «el cual ha procedido con una cierta independencia de sus colegas y de una manera muy calmada (...), mientras Clementi tenía intenciones enérgicas e intransigentes y el Cav. Peretti es un hombre que sobre todo no quiere ni problemas ni sacrificios». [64]
A partir de este momento y hasta junio de aquel año, cuando se produciría un relevo en la dirección del Fascio de Barcelona, no tendremos más noticias. Por aquel entonces, el día 21 de junio Marchiandi comunicaba al nuevo Cónsul italiano en Barcelona, Guido Romanelli, la configuración del nuevo directorio del Fascio que había pactado con él días antes: «he reunido ayer por la tarde a los camaradas fascistas en una sala del Hotel Majestic presentándoles el nuevo directorio». [65]Un directorio que mantenía a Mario Aquarone en el cargo preeminente de presidente, al Doctor Nino Buzzanca como vicepresidente y a Emilio Carandini en el cargo de secretario. Incluso con la aparente normalidad del hecho, este cambio de dirección no era un simple relevo de personas en los cargos de dirección, sino que se fijaba como una nueva reconstitución del Fascio. En este sentido, el Cónsul Romanelli daba respuesta positiva a los nombres propuestos, y se escribía a la Casa de los Italianos comunicando oficialmente la reconstitución del Fascio, que, desde ese momento, sería «el más activo colaborador de todas las Instituciones de la Colonia», además de escribir al Ministro de Asuntos Exteriores para darle la noticia. Según explicaba Romanelli al Ministerio, desde su nombramiento como Cónsul en Barcelona había emprendido conversaciones con Marchiandi para remediar la mala situación del Fascio local, conversaciones que meses después conducirían a aquella reconstitución. [66]
Por otro lado, durante aquellos meses también se produjeron otros hechos alrededor del Fascio y la Colonia italiana. En primer lugar, se reconstituiría la Società Reducci i Smobilitati, para la cual el Consulado propondría una nueva dirección encabezada por A. De Sanctus y E. De zuanzi. Meses después desde la Secretaría general de los Fasci en el extranjero se mostraba interés por el proceso de fascistización que se estaba desarrollando en la colonia italiana de Barcelona y, en tercer lugar, en septiembre se nombraba a Emilio Carandini delegado de la Federación fascista autónoma de los trabajadores del transporte marítimo y aéreo para el puerto de Barcelona.
Toda esta cordialidad se volvería a torcer a finales de ese año cuando el Cónsul Romanelli criticó la actitud de Marchiandi, que según éste volvía a dividir la Colonia, en una visita efectuada a Barcelona del dirigente fascista y por aquel entonces subsecretario del Ministerio de las Corporaciones, Giuseppe Bottai. [67]
DEL CONTROL EXHAUSTIVO DE LAS ADHESIONES AL FASCIO AL FIN DEL MISMO (1928-1936)
Durante los nueve años transcurridos entre 1928 y 1936, entre su refundación y su extinción, la documentación del Fascio de Barcelona a la cual podemos acceder nos da una mínima crónica de la vida de la entidad. Ciertamente, si de algo nos hablan dichos documentos era del celo con el que el Fascio y el Consulado valoraban las demandas de inscripciones en la entidad. Para esta labor de control de quién entraba a formar parte del Fascio y quién no, teniendo en cuenta que sólo podían ser ciudadanos italianos, se procedía con extrema diligencia. Así, una vez la solicitud de la persona interesada en ingresar en el Fascio de Barcelona llegaba a la secretaría del mismo, se daba inicio a una serie de indagaciones y peticiones de información en diversas instancias y administraciones. Por ejemplo, el 30 de mayo de 1928 la secretaría del Fascio pedía al Consulado que le informara sobre «la moralidad privada y política de los siguientes nombres que han presentado petición de ser inscritos en el Fascio (...)». [68]Esta petición, en ocasiones ya facilitada con datos personales del solicitante, derivaba en otra petición del Consulado a las autoridades italianas de la ciudad de procedencia del interesado. Con esta intención, por ejemplo, el 15 de febrero de 1929 el Consulado escribía a la prefectura de Milán pidiendo datos para la posible inscripción en el Fascio de Barcelona: «Se ruega cortésmente que se facilite información sea moral o política sobre el señor Scotto Pasquale di Agostino e di Pozzoli Clotile, nacido el 23 de marzo de 1883, mecánico, residente aquí desde 1914». [69]La respuesta de la prefectura, clave para el proseguimiento de los trámites, afirmaba que «Scotto Pasquale di Agostino, durante la permanencia en esta ciudad, tuvo una conducta moral y política correcta». [70]Esta información era trasladada por el Consulado al Fascio de Barcelona el 5 de abril de 1929.
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