El folleto ponía especial énfasis en la necesidad de crear un centro de información (o dicho de manera más clara, de propaganda) para informar a la prensa española y al conjunto de la sociedad de los logros del fascismo y de «defensa de la italianidad en todas sus manifestaciones». Por último, y en un tono más o menos autoritario, el Fascio se dirigía a todos los «italianos de Barcelona, cuyo espíritu altamente patriótico ha tenido repetidas ocasiones de manifestarse, acogerán ciertamente con simpatía este nuevo órgano adecuado a las nuevas exigencias; también aquellos que por motivos personales no podrán adherirse deberán reconocer la honesta pasión patriótica que inspira la constitución de este núcleo de milicia voluntaria de la Patria que sabrá hacerse digno de la alta misión que ha asumido». [49]
Entre estas consignas, si hay una que nos interesa en tanto que directa referencia a los posibles conflictos entre Consulado y Fascio, era la apelación a la defensa de la jerarquía. Una línea de poder que, como ya he señalado repetidamente, situaba al Cónsul por encima de un núcleo fascista de Barcelona que empezaba a cuestionar dicha autoridad. Ante esta situación, y respondiendo a las críticas expresadas por Marchiandi, el Cónsul le escribía en enero de 1926 en un tono ya decididamente marcado por la tensión afirmando no haberse aprovechado nunca del fascismo: «Usted piensa que yo me he servido del fascismo para establecer la autoridad consular (...). [Su carta muestra] que olvida que quien más ha hecho por el fascismo en Barcelona soy yo con escasos medios, aconsejando directamente la acción del Fascio, poniendo en sus manos la administración de las instituciones de la Colonia (...)». Unas entidades que Mazzini había puesto bajo el control de unos fascistas que, a diferencia de sus antecesores tenían: «escasa competencia y medios. Por lo tanto, mi acción fue toda realizada a favor del Fascio con la consecuencia para mí del aumento del trabajo, de las responsabilidades y de los rencores». Una actuación de la cual no renegaba, pero de la que esperaba un cierto reconocimiento por parte, por lo menos, de los fascistas. Y es que según Mazzini ya era de por sí suficientemente difícil la tarea de pacificar una colonia y un Consulado abandonados durante años por los anteriores gobiernos italianos, generando una manera de ser y unas actitudes «de independencia (self-governement [sic] dicen y escriben estos colonos)». Una situación en la que la llegada del fascismo al poder en Italia en 1922 había obligado a escoger entre: «concordia sin Fascio o Fascio con discordia. Se escogió esta segunda vía contra mi parecer (...)». [50]Una elección que había desencadenado una «guerra interna» dentro de la colonia italiana de Barcelona y de sus instituciones entre 1924 y 1926 para dilucidar si se mantenían fuera del control fascista o caían bajo el poder del Littorio.
La polémica coincidía, además, con una supuesta debilidad y falta de vitalidad del Fascio de Barcelona, que no conseguía un apoyo de los italianos allí residentes. Según explicaba el Cónsul a Carlo Barduzzi después de su visita a Barcelona, había indagado sobre los socios de la entidad y había descubierto la presencia de muchos «indiferentes» y hasta «hostiles». Al margen de esto, según señalaba Mazzini, el principal problema residía en la falta de medios económicos que acusaba al Fascio y en las constantes apelaciones que tenía que realizar a sus socios para sustentar sus actividades. Un hecho que no se entendía en un momento en que muchas grandes empresas italianas estaban desembarcando, o ya lo habían hecho años antes, en Cataluña. Unas empresas que, según el Cónsul, «deben ser obligadas a contribuir a la Sociedad, a las iniciativas patrióticas, a las ceremonias fascistas, etc.». [51]Evidentemente, ésta no era una tarea que pudiera hacer un Cónsul que se sentía atacado injustamente.
Ante todos estos problemas, la posición de la Embajada italiana en Madrid debería ser determinante para dar la razón a una u otra parte. En este sentido, el 12 de mayo, el Embajador daba toda la razón al Cónsul en sus quejas acerca de la actuación del Fascio de Barcelona. [52]No obstante, el apoyo recibido por Mazzini de parte de la Embajada no parecía suficientemente fuerte a los dirigentes del Fascio barcelonés, que enviaban una agresiva carta al Cónsul en la que le acusaban de no ser fascista y de actuar en contra del gobierno del Duce. La carta, firmada por el directorio del Fascio, acusaba al Cónsul de ser el principal causante de los conflictos internos de la colonia italiana y de no explicitar suficientemente su adhesión al fascismo mussoliniano: «no creemos que las manifestaciones platónicas con los telegramas ocasionales al Duce y al Regio Embajador constituyan una confirmación suficiente (...)». Además, se acusaba al Cónsul de realizar una tarea de boicot en el proceso de fundación del Fascio: «tenazmente opuesto, y ha suscitado artificiosamente prevenciones y aversiones contra la constitución del Fascio y sólo aparentemente se ha rendido a la ineluctabilidad de su creación, aunque Usted mismo haya tenido que reconocer que el Fascio ha mejorado en gran medida el funcionamiento de las instituciones de la Colonia, como el servicio de beneficencia, las escuelas y la Cámara de Comercio». El ataque continuaba afirmando que el Cónsul había
«pretendido combatir sistemáticamente cada iniciativa modesta y justificada del Fascio, presentándola como una ilícita injerencia y un atentado a las prerrogativas consulares, también cuando se refería a la libre actividad de la Colonia, mientras en realidad (...) condenaba el Fascio a una degradante inacción para minusvalorarlo y justificar así las prevenciones adoptadas (...) cerca de la utilidad o la conveniencia de su constitución». La carta seguía enumerando diferentes incidentes en los que supuestamente el Cónsul habría manipulado las demandas o peticiones del Fascio, acabando por definir la posición de Mazzini como de «despótico dominio». [53]
Ante la dureza de la carta, el Cónsul acudía directamente al Ministerio de Asuntos Exteriores para pedir una solución inmediata para las desavenencias con el Fascio. [54]Pocos días después, y con posterioridad a recibir carta de Marchiandi en la que mostraba su apoyo al Fascio, Mazzini volvía a escribir a Roma esta vez ya pidiendo el cambio de dirección de la sección barcelonesa fascista:
Para salir de este estado de cosas pienso que sería aconsejable el nombramiento de una comisión extraordinaria para este Fascio en sustitución del actual Directorio, el cual, cediendo a las inspiraciones de un miembro suyo, ha faltado a sus deberes, restableciendo así una situación que asegure el respeto a la autoridad [consular], la concordia de los ánimos, la buena dirección de las instituciones que facilitará consenso y adhesiones al fascio. [55]
Un día después, Manzini daba respuesta a la carta del Fascio, calificándola de ofensiva y delictiva y buena muestra de la «voluntad de discordia, indisciplina, prepotencia» de los dirigentes fascistas barceloneses ante la «jerarquía» superior que suponía el Cónsul. [56]
Por su parte, el delegado de los Fasci en el exterior, Marchiandi, se situaría del lado de la agrupación fascista barcelonesa entrando de lleno en la polémica. Ante este hecho, el Cónsul informaba a Madrid y Roma del papel parcial de Marchiandi que le decía: «de algún tiempo para aquí se ha hecho extremadamente susceptible en cuanto se refiere al respeto debido al representante (...)». Añadiendo que se solidarizaba con «el Directorio del Fascio de Barcelona no encontrando que la carta del 17 de junio sea hipócrita y conminatoria; no encontrando en ella los extremos del delito». [57]
Ante la gravedad, la falta de soluciones y que otras tantas entidades italianas de Barcelona fueran escenario de discusiones y enfrentamientos, el Embajador en Madrid decidía reunirse en la capital de España con Mazzini y Marchiandi. [58]Producto de esta reunión, el 20 de octubre de 1926 el Cónsul italiano en Barcelona podía informar al Ministro de Asuntos Exteriores del acuerdo de renovar la dirección del Fascio de la capital catalana. Según dicho informe, el delegado Marchiandi no estaba en conocimiento de todos los hechos acaecidos en Barcelona, que, una vez explicados, desembocaron en el acuerdo de renovar la dirección y el conjunto del Fascio de Barcelona. En este documento, el Cónsul se comprometía a procurar «sostener y reconstruir» todo aquello que la acción del Fascio había sembrado de discordia interna dentro de la Colonia. [59]
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