Max Aub - Campo de los almendros

Здесь есть возможность читать онлайн «Max Aub - Campo de los almendros» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Campo de los almendros: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Campo de los almendros»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Laberinto Mágico de Max Aub nace y se desarrolla, como habrá tenido la ocasión de comprobar el lector de los anteriores Campos, bajo el doble signo de la fragmentación y de la totalidad, de lo que siendo parte en apariencia autónoma está destinado a conjuntarse en un todo unitario. El Laberinto Mágico, inmerso en un continuo proceso de investigación de la realidad, va presentando sus resultados a través del tamiz de la transposición literaria. Y lo hace de manera escalonada, sin descanso, con la fijación de quien necesita, palabra tras palabra, novela tras novela, Campo tras Campo, alcanzar a todo trance una meta omnicomprensiva.

Campo de los almendros — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Campo de los almendros», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

–Ya está todo arreglado con el cónsul de Francia. Lo que no quiero es que venga tu mujer, la... Los niños, sí.

–Eso no puede ser.

–Pues será.

–Va a ser difícil.

–¿Qué difícil ni no difícil? Yo no quiero putas en la familia. Lo que no tienes es vergüenza. ¿Cómo nos vamos a presentar en una casa decente con esa?

–Tan decente como usted.

Bofetada al canto.

–Tú a mí no me replicas.

–¿Ya lo sabe mi padre?

–Tu padre hará lo que yo le mande.

–¿Y la abuela?

–Ya no hay abuela. Martín ya está arreglando el entierro.

–No me han dicho nada.

–Faltó esta mañana. Ya te habías ido. El barco sale mañana. Conque listo. Yo no quiero ver lo que va a pasar aquí cuando entren los buenos. Todos sois unos calzonazos. Ahora mando yo. Conque arreando. Trae a los niños aquí, con el pretexto que sea y que esa no se entere de nada.

En este momento entraron Monse y Asunción.

–¿A Alicante? Tú estás boja b. ¡La abuela acaba de espicharla! ¡Dios, qué mundo! ¡A Alicante! ¡Anda, anda, sube a rezar un rosario, es lo menos que puedes hacer!

La que se presentó, media hora después, con la policía, fue «esa».

Asunción salió de estampía, mientras las mujeres echaban víboras. Monse se reía las tripas.

–Todos iguales. Que esa es otra: no hay uno decente. ¿O crees que tu hombre te ha estado esperando todos estos meses? Por favor, hija, ten un poco de sentido común. El hombre es un ser inferior que no puede vivir sin nosotras. Tampoco sé por qué hemos merecido esta merced de los cielos. Pero es así. Entonces, ¿por qué no aprovecharnos?

–Es mi compañero –dijo Asunción.

–Esa es otra. Olvidaba que, para colmo, eres comunista.

–¿Tiene algo de malo?

–No. Al contrario.

–¿Entonces?

–No lo sé. Se me hace extraño encontrar mujeres a quienes les interese el futuro del mundo. Y eso que sin nosotras no lo habría. No nos llevamos tanto; a las de mi edad nos tenía completamente sin cuidado.

Monse tiene veinticinco años. Asunción replica, picada.

–¿Y no puedes tener una hija a quien le importe?

Monse la miró un momento, con cierta dureza.

–No.

Asunción comprendió que pisaba un terreno vedado.

III

Ambrosio Villegas encontró al Gobernador cuando este iba saliendo del Temple. 1

–¿Adónde vas?

–Al Grao. Acompáñame.

Se acomoda a su lado.

–¿Cómo van las cosas?

Molina Conejero no le contesta.

–¿Crees que esto va a durar mucho?

–No lo sé. Por de pronto las órdenes no han cambiado.

–Entonces, ¿por qué todas esas barrabasadas?

–¿Qué barrabasadas?

–Contra los comunistas.

–Aquí no ha pasado nada. Ni pasará. 2

–Pero no en Madrid. 3

–La culpa no es nuestra.

Molina Conejero, socialista de siempre, está de acuerdo con el Consejo de Defensa del coronel Casado. 4

–Acabo de encontrar a Miaja.

–¿Qué te dijo?

–Que todo iba bien.

El gobernador conoce al viejo cazurro, defensor de Madrid.

–¿Qué hace aquí?

–En su puesto, supongo.

Hay un largo silencio. Para él, todos siguen en sus puestos.

–No lo entiendo.

Molina tiene ganas de contestarle que él tampoco, pero calla. 5

Alberto Chuliá 6entró en casa de Pepa como si fuese en la suya. Hacía dos años que no la había visto; para él, ayer. Pepa Chuliá, su hermana, es la querida de Ambrosio Villegas, hace más de veinte años. 7

–Hola, tú. ¿Está Ambrosio?

–Sí, durmiendo.

–Despiértale.

–¿De dónde vienes?

–De París. Y asómate a la ventana para que veas el coche que traigo...

Pepa no se extraña de las decisiones, viajes, fantasías, trolas de su hermano, ni siquiera comenta ahora lo que le parece un disparate. Fue el único de la familia que no puso su grito en el cielo cuando dejó tirado a su marido –un calzonazos que parece mentira que fuera carnicero– para liarse con Villegas, amigo de siempre de Alberto. El escándalo, en Alboraya, fue de órdago; pero como hay sus buenos cinco kilómetros del pueblo a la calle de Isabel la Católica, nadie, en la ciudad, tuvo nada que decir, que la moral depende de la densidad de la población.

–Despiértale.

–Ya sabes que no le gusta.

Chuliá la mira desde arriba, con ese desprecio «olímpico» que tiene por todo; dejando aparte que la sobrepasa de una cabeza. Entra en el dormitorio, con la autoridad que nunca le abandona.

–Che, despierta.

–¿Qué haces aquí?

–No te lo voy a decir, pero es importantísimo. Tanto, que puede todavía cambiar el curso de la guerra.

Tampoco Villegas se asombra. Solo mira al famoso inventor, entrecerrados los ojos por el sueño y cierta ironía que se cuida mucho de expresar porque conoce bien el orgullo insensato de su cuñado de la mano izquierda. Apenas dice:

–¿A estas alturas? ¿Y tus repoblaciones forestales?

–Ahora hay cosas más urgentes.

–Bueno. ¿Qué quieres?

Chuliá echa un vistazo a la puerta semiabierta. La cierra.

–Estoy en el Reina Victoria, 8con una mujer. Una mujer de bandera, pero me tengo que marchar unos días y no me la puedo llevar.

–¿Dónde vas?

–Eso es cuestión mía.

–Entonces, ¿qué quieres?

–Nada. Que, si necesita algo, estés al tanto. Le dejaré tu teléfono, el del Museo.

–Bueno.

Villegas se levanta, despereza, busca, calza, coge su chaqueta.

–¿Sales?

–Voy al Museo. ¿Vienes?

Chuliá mira la hora en su reloj de pulsera. Lo pone ante los ojos de Ambrosio.

–¿A que no has visto otro igual de extraplano? Cuesta una fortuna.

Villegas sabe que su viejo amigo está rabiando por contarle el negocio en el que anda metido. También está seguro de que si se lo pregunta alargará la conversación con negativas. Espera.

–¿Cenarás aquí? –le pregunta su hermana, antes de salir.

–No. Tengo un compromiso.

–¿Cuándo no?

–Pues, claro.

–Eres tan importante que no cabes por esta puerta, pero por una vez que se te ve podrías cenar aquí.

–Podría, pero no puedo.

–Pero ¿por qué?

–Che, porque no pot ser .

Ante el portal está un coche negro, enorme, con cuatro hombres armados, muy a la vista, dentro.

–Seguidnos –ordena olímpico el mandamás.

–Se van a llevar el susto de su vida –le dice a Villegas, andando por la calle.

–¿Quiénes?

–Los fachas.

–¿Piensa minar los alrededores?

–No, fill meu . Pero para llegar a las cosas, a la entraña, hay que ir a su origen. ¿Dónde se sublevaron los militares?

–En Marruecos, a menos que hayas descubierto otra cosa.

–Pues allí hay que volver.

–¿Cómo?

–En avión, mira este. Y no tengo más que un asiento mañana, en Alicante. Por eso tengo que dejar aquí a Tula. 9Si se lo digo, me mata.

–¿Qué vas a hacer a Casablanca?

–En Casablanca, nada. En Marrakech. Voy a sublevar a los moros contra Franco.

–Y a empezar la Reconquista...

No ha podido Villegas dejar de imprimir cierto tono irónico a su réplica. Chuliá se sale de sus casillas como siempre que huele que no le toman en serio:

–¡Me cago en la puñeta! ¡Tú tenías que ser! Es una idea genial.

–Como todas las tuyas.

–Naturalmente.

Lo dice en serio.

–Vamos a ver qué pasa cuando tengan ese par de banderillas en el culo.

–¿No te parece un poco tarde?

–No. Hay que coger desprevenido al adversario. Es una ley que no falla. ¿A qué santo van a suponer que ahora se les subleven las jarcas?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Campo de los almendros»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Campo de los almendros» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Campo de los almendros»

Обсуждение, отзывы о книге «Campo de los almendros» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x