El monarca asistió a distancia a estas operaciones ya que en el verano de 1424 había tomado la decisión de abordar el problema de la prisión de su hermano Enrique, iniciando preparativos militares para articular un ejército con el que presionar a la facción dominante en Castilla. Entre julio y diciembre de ese año, 993 nobles, cavallers, donzells y ciutadans, catalanes, valencianos y aragoneses, eran convocados por oficiales de dichos reinos y cortesanos para que se preparasen para servir a sueldo del rey. [22]Para financiar los tres meses de servicio ofrecidos, Alfonso V procuró lograr capital eludiendo cualquier tipo de negociación con las Cortes de sus reinos. No quería hacer frente a las resistencias y cortapisas políticas que le provocaría su convocatoria y buscó dinero propio (rentas patrimoniales, subsidios señoriales o clericales, peñora de joyas reales, etc.). [23]
De esta forma reclutó 140 compañías que aportaron 1.476 combatientes a caballo para servir durante tres meses en la frontera de Aragón librándoseles pagos avanzados de la soldada (acorriments) fraccionados en dos entregas: 785 efectivos eran asoldados en Zaragoza por el tesorero Ramon Berenguer de Lorach desde su contabilidad financiera, [24]y 695 caballos en Valencia por Joan Mercader, baile general del reino de Valencia, desde su bailía general. [25]A ellos habría que unir los contratados en el principado de Cataluña por Joan Çafont, oficial de la tesorería, a través una contabilidad al efecto creada en Barcelona, que ascenderían a cerca de 1.000 caballos. [26]Pero también los efectivos asoldados en Gascuña, más de 800 caballos, entre las 300 lanzas del noble Gracia d’Agramunt y otros gascones; [27]así como las compañías lideradas por quienes servían a sa despesa, que en esta ocasión serían las menores; y, finalmente, el apoyo militar desde dentro de Castilla. [28]Al mismo tiempo el rey solicitaba entre abril y mayo de 1425 contingentes de ballesteros a sueldo para tres meses a diversas ciudades y villas aragonesas y del norte del reino de Valencia, por un total de cerca de 450 efectivos. [29]
Así, Alfonso V a comienzos del verano de 1425 disponía a su servicio un formidable ejército: unos 4.000 caballos (de los cuales más de 3.000 a sueldo) y en torno al medio millar de ballestos. [30]Un ejército que, en sus fuerzas de caballería, se acercaba al potencial que tuvo a su servicio en su estancia en Nápoles cuatro años antes. Pero ahora era una operación militar sui generis y de muy corta duración: con la gente de armas acordada para tres meses, no tenía pensado atacar Castilla sino ejecutar una maniobra de presión político-militar. Con esta intención salió de Zaragoza el 29 de junio y entre los meses de julio, agosto y septiembre remontaba el curso del Ebro instalando sucesivos campamentos a lo largo de la frontera navarra con Castilla. [31]Tras una entrevista tensa con su hermano Juan en agosto entre Tudela y Tarazona, rechazaba las presiones de los castellanos partidarios de Enrique de entrar en Castilla hacia Burgos: el peligro de una guerra desaconsejaba la operación. Sin fondos para poder renovar la soldada de las tropas era muy arriesgado: la mejor alternativa era presionar una negociación manteniendo su ejército dispuesto en la frontera. Agilizó las negociaciones con las embajadas castellanas y el 3 septiembre de 1425, junto con cortesanos y su hermano Juan, llegaba a un pacto (Pacto de Araciel) con miembros del Consejo real de Castilla: se aceptaba la liberación del infante Enrique restaurando parcialmente sus dominios, con el compromiso de que mantuviese fidelidad al rey de Castilla. Sin embargo, esperando la liberación de facto del infante, Alfonso V permaneció con su ejército acampado amenzadoramente entre San Vicente (Navarra) y Briones (Castilla) entre el 24 de septiembre y el 14 de octubre; [32]una ubicación perfecta para entrar en Castilla si se rompía lo pactado, favorecida por la docilidad política del reino de Navarra, cuya corona había pasado a manos de su hermano Juan ese mes. Cuando el nuevo rey de Navarra trajo al infante Enrique al lado del Magnánimo, éste trasladó su ejército a Tarazona, donde permaneció hasta el 23 de noviembre: a partir de entonces las tropas que mantenía todavía asoldadas comenzaron a ser licenciadas.
De 1426 a 1428 el rey de Aragón volvía sus miradas hacia la empresa napolitana retomando preparativos navales y militares. [33]En esos años la situación política en Nápoles abría posibilidades de retorno mientras que las arcas de la Tesorería se llenaban con nuevos fondos (dote de la reina, subsidios clericales, donativos de Cortes aragonesas y valencianas de 1428). [34]Los dispositivos militares para una flota se reemprendieron con vigor: durante todo el año 1427 se ofrecíó soldada a miembros de la nobleza para servir con hombres de armas «en la armada que fa de present lo senyor rey», [35]y la Tesorería real invertía en 1428 cerca de 350.000 ss. en preparativos navales (contratación y construccción de naves y galeras, fabricación de aparejos diversos para la armada). [36]Todo parecía dipuesto para el retorno. Pero una vez más el problema castellano alejó al rey de Aragón de Nápoles.
3. LAS CAMPAÑAS DE LA GUERRA CON CASTILLA DE 1429-1430 [37]
La victoria del partido de los infantes de Aragón en la corte castellana pronto se mostró muy frágil. En febrero de 1428 Álvaro de Luna aprovechó las desavenencias entre Juan, rey de Navarra, y Enrique, maestre de Santiago, y alejó a ambos de la corte: obligó al primero a regresar a Navarra y al segundo a partir hacia los dominios de la orden de Santiago en el sur con el pretexto de defender la frontera con Granada. Ante la pérdida de hegemonía de los Antequera en la corte castellana el rey de Navarra logró convencer a Alfonso V de que la única solución era repetir una operación de presión político-militar como la del verano de 1425. A comienzos de enero de 1429 el Magnánimo se entrevistaba personalmente con el infante Enrique en Chelva, y en marzo, en Tudela, sellaba un pacto con Juan de Navarra: la decisión de reunir tropas para dirigirse a la frontera aragonesa había sido tomada.
3.1 Las operaciones del verano de 1429 en el frente aragonés: dos incursiones en Castilla, dos ejércitos
Los preparativos para articular un ejército de caballería comenzaron de inmediato. Las convocatorias (ampraments) se cursaron entre febrero y marzo y ofrecieron soldada para tres meses a quienes aceptasen servir al rey, dejando abierta la posibilidad de continuar el débito armado si se pagaba una nueva soldada. [38]Y al igual que en 1425, para financiar la contratación, la monarquía utilizó capital libre de negociación en Cortes: recurrió al tesoro o cambra real, a sus rentas patrimoniales, al secuestro de rentas y bienes de castellanos, a los restos de subsidios estamentales por cobrar y, sobre todo, a donativos y créditos del patriciado barcelonés. [39]
Con este capital se abrieron tres frentes de contratación de compañías de gente de armas para servir durante tres meses: en el principado de Cataluña, en Barcelona, Lleida y Perpinyà, en el reino de Aragón, en Zaragoza, y en el reino de Valencia, en su capital, Valencia. Para reclutar en esos tres frentes, de nuevo la monarquía flexibilizaría su maquinaria administrativa y financiera. Por una parte la contratación de tropas en Cataluña era gestionada desde la tesorería, directa e indirectamente. Directamente ya que el tesorero Francesc Sarçola reclutó en Barcelona desde su contabilidad financiera 623 caballos; [40]e indirectamente en la medida en que el tesorero comisionó a agentes de su oficio para que contrataran tropas en Lleida y en Perpinyà, en total cerca de 300 efectivos: en marzo de 1429 Bernat Plaça recibía del tesorero 6.885 flor. [41]con los que administraba el reclutamiento de 164 caballos en Lleida; [42]en ese mismo mes, Marc Joan percibía 10.000 flor. para ir a Perpinyà con los que contrataría, supervisado por Bernat Albert, procurador reial dels comtats de Roselló e Cerdanya, unos 150 caballos. [43]Por otra parte y paralelamente, Joan Mercader, baile general de Valencia, y Pere Ferrer, oficial de la tesorería, reclutaron gente de armas en los reinos de Valencia y de Aragón, respectivamente 469 y 595 caballos, a través de dos contabilidades creadas ex profeso en ambos reinos y nutridas con caudales diversos, fondos que no pasaban por la tesorería y se administraban localmente. [44]Las compañías a sueldo, contratadas esta vez –a diferencia de 1425– con un único pago de tres meses de soldada, sumaban un total de 2.000 caballos. A ellos habría que unir los aportados por quienes acudieron a servir gratuitamente («a ses despeses») que, como en 1425, serían una clara minoría.
Читать дальше