Ricard Huerta - Museo tipográfico urbano

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Este libro propone una nueva mirada a la ciudad, al tiempo que abre inusuales espacios vinculados al ámbito cultural. El entorno urbano se nos ofrece repleto de mensajes, de elementos que pueden resultar muy atractivos si los observamos desde perspectivas renovadas, fronterizas, sugerentes, creativas. Se reivindica aquí el caminar como práctica estética, el paseo como argumento cultural. Siguiendo la ruta de las letras encontramos trayectorias que nos conducen al arte, al patrimonio, a la literatura, a la fotografía, y muy especialmente hacia el contexto educativo. El autor ilustra con fotografías cada uno de los aspectos que van construyendo estas telarañas complejas, asuntos sociales que acaban teniendo en nuestras vidas un profundo calado emotivo, ya que participan de cada momento de nuestros recorridos sensitivos. Una invitación al paseo tipográfico.

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La ironía mueve los hilos de la obra de Ruscha, pero es también su enlace con los trabajos atrevidos de los surrealistas (René Magritte, Man Ray, Max Ernst, Ives Tanguy), de quienes el artista absorbió su fuerza y energía, entumecida por los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos recogió de las ruinas de Europa la tradición de la ironía en el arte. En realidad es el juego barroco el que impregna la sofisticación del arte americano de la segunda mitad del siglo XX. A partir de este enlace entre ambos lados del Atlántico podemos entender los suculentos trabajos artísticos de Cy Twombly. Con el siglo XX no terminó únicamente una centuria, también se disolvió la obstinación de occidente por convertir su tradición en el arte por excelencia. En este inicio del siglo XXI han sabido emerger tantas voces como tipologías de letras existen en los lenguajes del mundo. Ahora las culturas ya no se someten al rigor del alfabeto latino. Gracias a ello, y a la posibilidad de tantear otras opciones, nuestro alfabeto occidental emerge como uno más entre el resto. Las otras voces servirán para que conozcamos mejor la nuestra propia. Como ejemplo: gracias a los estudios feministas, en la actualidad somos capaces de generar indagaciones atrevidas sobre la masculinidad. Se trata de una ironía del acontecer. Los europeos nos podremos conocer mejor si existen otras miradas que llegan y nos interpretan (vid. fig. 4).

A pesar de contar con las siempre edificantes aportaciones de los artistas, no debemos perder de vista a los fotógrafos, profesionales del instante, que son capaces de construir complejos universos de significados a partir de los mismos elementos que nosotros encontramos de forma cotidiana en nuestros paseos. El investigador Paul Duncum (2008) recoge la animadversión que existe entre la mayoría de educadores y críticos de arte a contrastar los aspectos estéticos y las repercusiones ideológicas que conllevan las obras de arte tradicionalmente ligadas a las llamadas bellas artes. Si bien reconocemos que en las películas de Disney se remarcan ciertos estereotipos sexistas y racistas, nos cuesta aceptar que las pinturas medievales o las del renacimiento y el barroco también están cargadas de esquemas controvertidos. La problemática se extiende ante los ojos de los educadores en arte cuando cuesta reconocer que el placer es un ingrediente fundamental en la experiencia subjetiva de la cultura visual, que nunca es inocente. Al juntar los términos estética e ideología iniciamos una serie de repercusiones problemáticas. Aunque si bien este tipo de actitudes negligentes eran comprensibles en la tradición moderna (hasta finales del siglo XX), lo cierto es que a estas alturas del siglo XXI ya no nos podemos permitir el lujo de esquivar la validación social que manejan las artes visuales. Desde aquí queremos lanzar una proclama a favor de las letras, con especial énfasis en el papel que juegan al convertirse en personajes de la geografía visual urbana. Puede que en ocasiones la implicación ideológica de ciertos carteles resulte incluso obscena. Pero obsceno es también, a veces, el lenguaje del arte (vid. fig. 5).

Paul Duncum estructura desde la cultura visual sus ideas respecto a los artefactos visuales y la educación de las artes. Sus análisis nos sirven para inyectar ciertas consideraciones que favorecen la concepción del usuario como persona con argumentos propios, y también como miembro de un grupo de público que reinterpreta sus observaciones. Si bien la ideología ha sido un término denostado por la literatura del arte de las últimas décadas (huyendo de la arrogancia con que se habían servido de dicho concepto algunos regímenes políticos totalitarios), hemos de dar paso a un uso desacomplejado del binomio estética-ideología. Estética lo utilizaremos como concepto inclusivo que incorpora toda percepción visual y sus efectos, no solamente lo bello y lo sublime, sino también lo desagradable o feo. Esta concepción enlazaría con el sentido que tiene aesthesis en la tradición griega. Retomamos la idea tras haber sucumbido durante siglos a la tradición moderna, según la cual tenía más importancia la actividad intelectual que no las sensaciones transmitidas por el propio cuerpo a través de los sentidos. Actualmente operamos en la línea de integrar los procesos de cuerpo y de la mente, dotando a ambos de equilibrio perceptual. Un paseo por la ciudad es un gozo para los sentidos. Entran en juego nuestros conocimientos sobre arte, así como todo aquello que nos llega desde los medios de comunicación. Al placer que puede suponer un paseo para los sentidos, se añade la exploración de nuestras sensaciones corporales, y la reflexión de lo que conocemos mediante la observación de los signos que detectamos. Muchos de estos signos son precisamente letras. Los efectos que en nosotros producen las apariencias visuales se enriquecen con nuestro bagaje personal. Y por tanto será nuestra ideología la que caracterizará nuestras ideas, ideales, sentimientos y valores, implementados por aquello que hemos visto.

La ideología la expresamos mediante nuestros sistemas culturales. De hecho, toda práctica cotidiana es ideológica, ya que nuestras actividades están enlazadas con los sistemas culturales y sociales en que nos movemos. Vivimos saturados de mensajes visuales, cuyos significados simbólicos apelan a nuestros deseos, miedos, expectativas, certezas e incertidumbres (Duncum, 2008: 126). Las imágenes que nos abruman por su desmedida cantidad ofrecen modelos descriptivos y retóricas muy elaboradas. Necesitamos herramientas que nos ayuden a recomponer y redefinir tal cantidad de figuras, normalmente cargadas de estructuras asimétricas de poder e influencia. Para poder salir airosos del reto, vale la pena asumir nuestra condición de espectadores ideologizados, con una mirada estéticamente receptiva, y desarrollar estrategias de coordinación. Todo ello, en nuestra propuesta, lo facilitan los mensajes escritos de la ciudad, auténticos refugios de conocimiento, activadores de sensaciones (vid. fig. 6).

En un momento de poscapitalismo como el actual, los mecanismos de producción, distribución y consumo apelan al juego de la estética para fomentar el deseo. Pero ante ello debemos utilizar el arte y los artefactos visuales no como un escenario ajeno, sino como celebración de la cohesión social. Las obsesiones que fomenta el deseo consumista debemos reorientarlas hacia especulaciones mucho más enriquecedoras. Un discurso crítico y creativo, abierto a la experiencia personal, puede ayudarnos a establecer una relación intensa con la ciudad, con las letras, con la tipografía en general, con el arte. Los educadores tenemos la responsabilidad de transmitir estas ideas tanto al alumnado como en nuestro entorno cercano. Necesitamos convertir la supuesta inocencia estética en experiencia mágica, para averiguar y comprender cómo las estéticas que se nos ofrecen trazan en realidad argumentos que acaban estructurando nuestra vida en sociedad. Conscientes de ello, nos dejaremos seducir, pero entenderemos y aprovecharemos mejor la imaginería visual (vid. fig. 7).

De los creadores tipógrafos aprenderemos que el diseño de letras ha de estar al servicio de las personas, más allá de las modas o los caprichos artísticos. De los diseñadores de logotipos y carteles absorberemos su capacidad para enlazar signos alfabéticos con otras imágenes, en composiciones que verifican sus propuestas. De los artistas que utilizan letras y órdenes escritos en sus obras rescataremos su particular visión del mundo y las relaciones que establecemos con él. Si llegamos a entender de qué modo se crea un alfabeto, o cómo se ubica correctamente en un espacio diseñado, entonces estaremos en mejores condiciones de disfrutar nuestros paseos urbanos. Si nos animamos a llevar una cámara, entonces también podremos generar nuestro propio argumento visual, relatando las impresiones personales a través de las fotografías y los vídeos. En ese caso, nuestro cuerpo se deleita con la indagación, y nuestras ideas se plasman en forma de imagen construida desde la motivación personal. Es muy probable que la calle transitada en múltiples ocasiones recobre interés al ser fotografiada.

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