La distribución de los capítulos del libro se ha planteado a través de un cierto orden conceptual, lo cual posibilita detenernos en algunas cuestiones específicas que conviene matizar. Quienes conocen nuestros trabajos de investigación anteriores saben que nos gusta elaborar discursos distribuyéndolos en clave cabalística. Los capítulos del volumen abordan cuestiones tan diversas como los planteamientos urbanísticos, el papel de la ciudadanía, el diseño de tipografías o los valores educativos. Pero siempre nos decantamos por una voluntad de divulgación, de manera que el libro pueda ser útil tanto para especialistas como para públicos amplios. A veces incidimos en aspectos muy particulares, en otras ocasiones preferimos generalizar. Puede que el mismo dominio de la letra, como escenario múltiple y multiplicador, favorezca esta dispersión. Pero nunca perdemos de vista la repercusión que todo ello pueda tener sobre los espectadores, sobre los públicos, como entidades particulares y con características propias.
Nos gustan las ciudades y nos gustan las letras. En realidad, podemos decir que la letra es un elemento prioritariamente urbano. El hecho de que la legislación española prohibiese, en la década de 1980, la instalación de vallas publicitarias fuera del perímetro urbano, supuso un aumento considerable de la presencia de dichos artefactos en el interior de las ciudades. Pero lo más interesante de aquel fenómeno (ligado a una normativa legal) fue que, de forma inaudita, lo que resultó literalmente invadido por las vallas fueron los límites de la ciudad. De esta forma, en los polígonos industriales, salidas de carreteras, zonas comerciales con hipermercados, etc., en todos aquellos parajes fronterizos, se ubicaron de repente miles de vallas publicitarias que antes estaban diseminadas en los trayectos ajenos a la ciudad. Algo similar a lo ocurrido con el fenómeno turístico de Benidorm: la concentración llegó a tal extremo que el resultado fue apabullante. Para bien o para mal, los límites de las ciudades se han convertido en espacios saturados de vallas publicitarias. Nosotros, como estudiosos del tema, le dedicamos los últimos capítulos del libro a esta temática sorprendente, por novedosa, pasando así a analizar dichos aspectos, al tiempo que exponemos nuestra opinión al respecto, siempre contrastándola con las de autores que se han ocupado de esta cuestión.
Centros y periferias, materia urbana. Esquemas y adornos, materia tipográfica. La lectura de la ciudad favorece la lectura de las letras. De hecho se complementan. Las ciudades y las letras constituyen creaciones eminentemente humanas. Podríamos considerarlas como ejes particulares de las civilizaciones. Se trata sin duda de elementos globales, que mantienen siempre unas características propias en cada territorio cultural, lo cual las convierte en escenarios locales. En el libro se entrelazan, se cruzan, se mantienen difusas al tiempo que definen sus territorios. No queremos hacer de la ciudad un museo, ni de la tipo grafía un contenido museístico. Nuestra intención es mantener viva la carga patrimonial que ambos territorios nos ofrecen. La geografía gráfica de las letras, junto con la territorialidad urbana, mantienen un pulso vital que debemos trasladar a las aulas, a los circuitos turísticos y al paseante que recorre su propia ciudad. Esperamos poder contribuir con nuestro ensayo a la mayor consideracion que requieren ambas realidades.
II. EL ALFABETO COMO ARGUMENTO ARTÍSTICO. ED RUSCHA Y OTROS ARTISTAS TANTEANDO LA CALLE
¿Cómo era posible que, habiendo sólo letras, yo
viera solamente imágenes?
J. J. MILLÁS: El mundo, 2007
Proponemos una lectura del alfabeto y de sus inmensas aplicaciones gráficas y lingüísticas a partir de la vertiente amplia y saludable del arte. Fomentamos una mirada estética, crítica y creativa para redimensionar la apuesta cotidiana de la observación y el deleite. Las letras permiten que el lenguaje verbal se descomponga y se multiplique en numerosas direcciones. Las diferentes lecturas que podemos hacer de un mismo texto pueden variar considerablemente sus significaciones en función de las formas que adopten, o de la coyuntura en la que nacen y se desenvuelven. Aprovechar esta riqueza es una tarea de construcciones a partir de la cual planteamos las ideas de nuestro proyecto. Creemos que el arte de todas las épocas ha reverenciado las posibilidades comunicativas del alfabeto. No hace falta retroceder a las culturas prealfabéticas, que con sus signos ideográficos llegaron a generar multitud de interpretaciones (es conocida la afición de ciertos historiadores a rodear los pictogramas egipcios y sumerios de voluptuosidades religiosas). Centrándonos en el alfabeto latino, disponemos de infinidad de ejemplos con los que podríamos ilustrar varios siglos de herencia gráfica. Desde las mayúsculas impe riales de la columna Trajana (maravillosamente conservada en Roma) hasta llegar a las arquitectónicas incisiones del patio columnario del Palazzo Ducale de Urbino (una obra maestra del Renacimiento) observamos de qué modo se extendieron catorce siglos de tradición escrita sobre los muros de los edificios. Durante esos siglos también hubo evolución escrita más allá de la representación incisa sobre piedra. Los calígrafos y escribas adecuaron a cada época las formas y necesidades que se gestaban, en función de los nuevos materiales de escritura. Desde las instancias del poder se manifestó siempre una auténtica preocupación por unificar criterios de legibilidad y reproducción. Por todo ello, hemos de permanecer en alerta ante las diferentes disposiciones del texto, así como frente a los mecanismos que permiten evolucionar a las diferentes modalidades de escritura. Todo ello no únicamente desde la perspectiva histórica (conservada tanto en documentos como en edificios patrimoniales), sino también observando nuestro entorno inmediato, nuestras calles, edificios, anuncios, señales, etc. El placer de contrastar lo cotidiano con aquello que nos ha precedido fomenta un mayor conocimiento de nosotros mismos en tanto que define nuestra implicación personal y social en el devenir de nuestras experiencias.
Estamos muy acostumbrados a observar textos. Escritos en libros, periódicos y revistas impresas, diseñados en carteles y reclamos publicitarios, serigrafiados sobre las más diferentes superficies y materiales, transformados sobre las pantallas del cine, de la televisión, del ordenador o del teléfono móvil. Los textos y sus letras invaden muchos de los territorios que transitamos visualmente. Por ello resulta chocante que le dediquemos en general tan poca atención a las características formales, culturales y sociales de las escrituras. Conscientes de que aquí no vamos a poder abarcar semejante complejidad de aplicaciones, y respetando los siglos de tradición a los que nos enfrentamos, optamos por detenernos especialmente en el lenguaje del arte, que si bien resulta complejo como ámbito, al mismo tiempo clarifica en su dimensión el escenario que nos interesa. Desde el arte disponemos de una perspectiva bastante más centrada en los usos atractivos de las letras como elemento gráfico. Las tremendas consecuencias que provocan un mayor y mejor conocimiento de las letras nos animan a adentrarnos en esta maraña de gestaciones. Cuando nos referimos al arte estamos en realidad promoviendo una «mirada» mucho más activa e implicada por parte del espectador. Seremos nosotros, como usuarios, quienes decidiremos qué elementos nos interesan. La profusión de imágenes en el actual sistema poscapitalista, nos empaña a veces desde la profusa saciedad que impone. Queremos fomentar la mirada de la ciudad desde una perspectiva de público observador de artefactos visuales, del mismo modo que si paseásemos por las salas de un museo, con una actitud muy receptiva, y por tanto manteniéndonos atentos a los mensajes que recibimos. El trasiego de imágenes que impone la ciudad se puede concretar a partir de las características de los textos. Y nuestra mirada subjetiva y personal resulta idónea para disfrutar de este paisaje urbano preñado de signos.
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